Daniel Guzmán reivindica a los 'Canallas' de España: "El cine social no está reñido con la comedia"
El director de 'A cambio de nada' regresa al Festival de Málaga con una película inclasificable protagonizada por una familia de actores no profesionales, Luis Tosar y él mismo.
19 marzo, 2022 14:47Noticias relacionadas
A Daniel Guzmán le ha costado sangre, sudor y lágrimas terminar Canallas, su segunda película como director. Han pasado siete años desde que el Festival de Málaga se convirtió en la triunfal casilla de salida de A cambio de nada, un drama social que acabaría dándole un Goya a la mejor dirección novel y cambiando para siempre la vida de un joven que jamás se había puesto delante de una cámara cuando el actor de Aquí no hay quien viva se cruzó en su camino: Miguel Herrán.
El éxito de su debut debería haber lanzado su carrera como cineasta, pero el madrileño ya había probado en sus propias carnes que ganar un “cabezón” no es garantía de nada en el cine español. Tuvo que esperar más de diez años desde su primer Goya por el corto Sueños hasta conseguir la financiación de su estreno en el largometraje. Levantar (y acabar) su siguiente proyecto ha sido todavía más difícil.
Después de A cambio de nada, Guzmán decidió ir a contracorriente e ignorar el camino que le quería marcar una industria cada vez más dependiente de las cadenas generalistas y las plataformas de streaming. Canallas seguiría explorando las clases trabajadoras de nuestra sociedad, pero lo haría desde una perspectiva mucho más arriesgada. Su segundo trabajo tras la cámara es una comedia que combina actores no profesionales con actores como Luis Tosar o el propio director. La estrella de la función, sin embargo, es Joaquín Torres, su amigo de toda la vida e improbable protagonista de una de las películas que más expectación ha generado en la 25 edición del Festival de Málaga.
Con una mezcla de realidad y ficción que apela al neorrealismo italiano, Guzmán ha creado una comedia inclasificable que no se parece a nada que se haya España producido en los últimos años. La picaresca, el barrio obrero de Orcasitas y una familia que se pone delante de una cámara por primera vez en su vida son algunos de los ingredientes de una película que llegará a los cines el 1 de abril y que el propio director y protagonista deseó abandonar hasta en tres ocasiones. Horas antes de su regreso al certamen andaluz, hablamos con él y su inseparable Joaquín del complicado camino a la pantalla de Canallas, la desaparición de lo social y lo político en el cine español desde el No a la Guerra de los Goya o el aburguesamiento de la comedia desde que la toma de decisiones de lo que se hace o no se hace en nuestro cine cambió de manos. Es una conversación honesta y que poco tiene que ver con las entrevistas de promoción al uso.
¿Cómo surge esta idea loca de que tu amigo Joaquín sea el protagonista de tu segunda película?
Daniel Guzmán: Yo vi en Joaquín, en su familia y en nuestro mundo algo muy cercano que si se comparte con el mundo puede generar comedia, reflexión y hasta emoción. Al final todas las comedias españolas de los últimos años tienen un aire de formulismo y convencionalismo y una línea editorial claramente marcada por los que financian esas películas. Queríamos hacer una apuesta a una carta a un tipo de cine que creo que se hacía antes con directores como Berlanga en España o Vittorio De Sica en el neorrealismo italiano. Ahora los estratos sociales de los personajes de las comedias son de clase media o media - alta. Creo que hay que hacer comedias más cercanas al día a día y a la gente que sobrevive con cierto orgullo, dignidad y sentido del humor.
Creo que lo social no está reñido con la comedia. Se pueden hacer buenas comedias sociales, pero es difícil hacerlas porque no tienen la financiación que necesitan ni el apoyo creativo. Hemos intentado hacer una película en la que mostramos, yo también porque mi personaje tiene algo de mí, cómo nos reímos de la vida, de nosotros mismos y de lo canallas que somos. Vi que había un material que podía conectar con el público, aunque ya no sea fácil encontrar este tipo de comedias. Quería hacer una historia de personajes que están en nuestra idiosincrasia y hablar con ellos de la supervivencia y la picaresca. A mí es algo que me ancla con la realidad. Creo que el cine también debería ser un espejo en el que poder mirarnos. Si te soy sincero, desde la humildad te digo que he intentado hacer algo diferente. Quizás auténtico, aunque pueda ser muy osado que lo diga yo.
¿Cómo fue esa conversación en la que te dice Dani que hagas la película?
Joaquín Torres: Dani y yo somos amigos desde hace más de veinte años. Hemos pasado muchas cosas juntas. Yo estuve con él en los Goya y en el Festival de Málaga con A cambio de nada. Cuando me dijo que quería hacer Canallas conmigo de protagonista pensaba que era broma. Le dije muchas veces que no, que no quería. Nunca en mi vida había actuado y no quiero volver a hacerlo nunca más. Soy una persona que no habla muy bien. Tengo un problema: hablo más rápido de lo que pienso. Hablo y no sé lo que he dicho. Le decía: Dani, la vas a cagar conmigo. Tardó mes y medio en convencerme.
Daniel: Yo le llamaba por las noches y le leía el guion por teléfono. Acabábamos llorando de la risa. Joaquín se dio cuenta de que teníamos que hacerlo. He intentado llevar a la pantalla lo que nos hemos reído en la vida. Hice una comedia para disfrutar, aunque luego no haya disfrutado porque al final basta que quieras hacer una cosa para que luego todo se te vuelva en contra. Es muy difícil trabajar con actores no profesionales, pero pensábamos que si éramos capaces de poner un 10% en la pantalla de lo que nos hemos reído en la vida, conseguiríamos que la gente reventara a reír cuando vea la película.
En A cambio de nada no aparecías en la película. ¿Decidiste trabajar también como actor en Canallas para que Joaquín y su familia se sintieran menos solos en escena?
Daniel: Como reto profesional era mucho más difícil actuar y dirigir a la vez. No teníamos combo [monitor] en el rodaje para ir viendo las escenas. Iba eligiendo las tomas según íbamos haciéndolas. Dirigía a Joaquín mientras recitaba mis propios diálogos. Ese desdoblamiento es una cosa muy loca. Iba tan rápido todo que no llegábamos a la siguiente localización. A veces había 50 tomas porque yo no lo veía claro. Joaquín acababa mal las frases o no estaba como podía estar. La gente me decía: Joaquín ha estado muy bien, pero yo sé cuándo Joaquín está brillante. Cuando lo consigue, es insuperable. Hasta que no encuentro eso no paro. Al principio todos iban a ser actores no profesionales, pero era un gran riesgo. Me animaron a enviarle el guion a Tosar y a participar yo en la película como actor. Me dije: si Luis lo hace, yo también. Conozco muy bien a Joaquín y me di cuenta de que le vendría mejor si yo estaba en escena con él. Estar en escena ha sido útil, el problema ha sido la presión y los tiempos.
Joaquín: A veces Dani decía que yo no estudiaba, pero yo estudiaba. Estudié mucho, eh. Pero me bloqueaba cuando veía la cámara. Yo no había actuado nunca y cuando había tanta gente me bloqueaba más.
Daniel: Nos pasamos dos meses ensayando y Luis flipaba con él. Decía: este tío es un genio. Luego llegamos al rodaje y no pasó lo mismo. Por falta de estudio, de experiencia, porque te impresiona todo lo que hay alrededor… por una serie de cosas. Pero estar dentro en escena con él me permitía reconducirle cuando yo quería. Cuando él tenía que hacer los contraplanos de sus diálogos, Joaquín me pedía que yo hiciera la réplica de todos los personajes, incluyendo a su madre. Nos conocemos desde hace más de 20 años. Yo sé lo que está pasando por su cabeza, y él por la mía.
¿Cómo fue mezclar en la práctica a actores no profesionales con alguien como Luis Tosar?
Daniel: Luis se leyó el guion y me dijo: Dani, mañana empezamos a rodar si quieres. Lo que necesites. A mí eso me dio mucha garantía porque se estaba metiendo de cabeza en una película que en realidad era una locura. Luis decía que le parecía algo único y que quería hacerla para pasárselo bien. Y así fue. Se lo pasó en grande rodando, aunque Joaquín también le ha hecho sufrir mucho.
Joaquín: Algún día acabó llorando. Un día pensaba que se moría y todo. Dani me decía: Por favor, estudia, estudia, que se me muere este aquí y hacer esta película es mi terapia cada día. Luis estaba encantado. Se reía mucho conmigo. Dani no tanto, le he dado una con esta película… Hemos tenido semanas duras.
Daniel: Trabajar con actores que no son profesionales es complicado. Yo estoy muy sensible, muy vulnerable con esta película, porque Canallas no es una película al uso ni en los tiempos ni en la forma de trabajar ni en el proceso de trabajo ni en el sacrificio. Me he pasado siete años con esta película. No porque sea una persona muy perfeccionista, sino porque tenía una idea muy concreta y trabajar con no profesionales te multiplica todo por cinco: el presupuesto, el trabajo, el sufrimiento… pero también es verdad que cuando conseguimos reírnos, eso no lo supera nada. Había momentos que éramos incapaces de rodar porque nos hemos meado encima.
“Lo siento chicos, no puedo, no llego”. Mental, física y emocionalmente Canallas me estaba matando. Puede gustar más, puede gustar menos, pero es una película que tiene una intención.
¿Tú has visto a Luis llorando en la película? Pues eso pasó de verdad y se ha quedado en el montaje. Ese minuto fue un regalo. Había veces que Luis no podía decir ni el texto. Eso también se multiplica por 5 en el disfrute, pero ha sido un proyecto muy difícil. He tenido que sacrificar dinero, tiempo, situaciones con la familia y dejar de currar en otras cosas. He estado un año y medio montando esta película. 18 meses, sábados y domingos, diez horas diarias… te puedo asegurar que ha sido un proceso duro. Teníamos 256 horas de material bruto, que 5 veces lo que se rueda en una película normal. Hasta que he conseguido llegar a donde quería ha habido mucho sufrimiento. Estuve varias veces a punto de tirar la toalla.
Joaquín: Recuerdo tres veces en que Dani le dijo al equipo que no quería seguir.
Daniel: Me pasó rodando y montando. Dije: “Lo siento chicos, no puedo, no llego”. Mental, física y emocionalmente Canallas me estaba matando, pero luego escucho al público reírse viendo la película y se me olvida todo. Puede gustar más, puede gustar menos, pero es una película que tiene una intención. Creo que estoy mentalizado si Canallas acaba siendo un fracaso, pero aquí sufriría mucho por todo lo que he metido en la mochila.
Hablabas de cómo el cine español le ha dado la espalda en los últimos años a lo social. Han pasado veinte años de la guerra de Irak, cuando a partir de los Goya se creó una crisis en el cine español que todavía resuena hoy en día. ¿Crees que eso llevó a algunos directores a alejarse de lo político y lo social en su cine?
Daniel: Es verdad, tienes razón. Hubo un momento en el que lo social llenaba las salas. Las películas de Fernando León de Aranoa, como Los lunes al sol y Barrio, Achero Mañas con El bola… Hubo una serie de películas que generaban una comercialidad en la taquilla. El problema es que cuando las televisiones generalistas entraron en la financiación del cine español, salvo Televisión Española, determinaron que ese cine ya no se podía hacer. Parece que piensan que el cine social va en paralelo a un cine triste, pero lo social tiene comedia. Lo social tiene orgullo de clase. Lo social tiene color. Lo social representa al 90% de la sociedad. Lo que no es social son los estratos sociales de las grandes fortunas o las clases medias - altas, esas historias protagonizadas por gente que está fuera de la M-30 y que no conozco.
Con Canallas he hecho una película que está en contra de todo. He tenido el apoyo incondicional de Movistar y Universal, pero es una película que no entraría en la visión de una cadena generalista. Salvo que vaya bien, claro. Mira Aquí no hay quien viva. Nadie creía en ella. Hay un momento en que alguien decidió que lo social no puede hacerte disfrutar o pasarlo bien. Todos esos referentes de los que hablábamos antes llenaban las salas porque hablaban de nosotros mismos. Canallas es una película muy española. Hacemos crítica social, pero también hablamos de las grandezas y las miserias de nuestra sociedad. Los inútiles de Federico Fellini también hablaba de las grandezas y las miserias de Italia. Me encantaría que volvieran las películas que triunfaban en la taquilla hablando desde lo social. Los ingleses y los franceses lo hacen muy bien. Ahí está Full Monty. ¿Por qué no hacemos un Resacón en Las Vegas cañí? Canallas es incorrecta. Ser tan correctos siempre nos va a matar. ¿Te acuerdas de Airbag? El primer Torrente era un peliculón que daba en la diana.
En el cine español cuesta más hacer la segunda película que la primera. Me pregunto qué pasó en 2016 después del estreno de A cambio de nada, una película que ganó varios Goya y a la que no le fue mal en taquilla. ¿Qué te ofreció entonces el cine español?
Daniel: Esa es una buena pregunta. Después de trabajar durante diez años en A cambio de nada, la película funcionó a nivel mediático, de crítica y de premios. En la taquilla no funcionó tanto como podría haber funcionado por diferentes circunstancias, pero… ¿sabes lo que me pasa? Yo soy una persona muy inquieta, para lo bueno y para lo malo. Sentí que ese tipo de historias ya las dominaba y no quería volver a hacer la misma película. Me dije: Dani, no sigas por ese camino. Esto ya lo has hecho. No quieras seguir estirando el chicle. Haz algo que te suponga un desafío e intenta alejarte de los convencionalismos y disfrutar del proceso de trabajo. Me planteé hacer una comedia totalmente diferente y que tuviera un reto adicional: contar una familia entera de actores no profesionales. No quería sentirme cómodo. Con todo lo que me he reído en mi vida con Joaquín, ¿por qué no hacer una película sobre eso?
Me acuerdo de directores como Michael Winterbottom, cuando de repente hace una película como Nine Songs que no tiene nada que ver con sus anteriores trabajos. Canallas era una declaración de intenciones. Te puede salir bien o te puede salir mal, pero lo peor que puedes hacer es ser correcto y quedarte en la zona de confort. A la contra de casi todo he hecho una película libre. Que confiaran en ella Movistar y Universal me hizo muy feliz. Es la película que quería hacer. Si me equivoco, pues me equivoco. Eso es lo que pasa por mi cabeza. Otra cosa es que sea una locura hacerme un triple salto mortal con tirabuzón y sin red. Eso ya me lo tengo que mirar en el psicólogo. Para mí el cine es terapia y me puede salvar de casi todo, aunque esta película casi me hunde y me mata.
Queríamos hacer una apuesta a una carta a un tipo de cine que creo que se hacía antes con directores como Berlanga en España o Vittorio De Sica en el neorrealismo italiano. Ahora los estratos sociales de los personajes de las comedias son de clase media o media - alta.
Has amenazado con no volver a dirigir después de Canallas. ¿Va en serio?
Daniel: Totalmente. Y yo lo que digo, lo cumplo.
Joaquín: No mientas, que en unos meses estás rodando otra vez con gente de verdad.
Daniel: Qué va. No querría volver a hacer un reto como este. A Joaquín le he cargado con mucha presión. Era un texto de 140 páginas que un profesional sudaría para sacar eso. Él además tenía sus condiciones. Tuvo un problema dental y el aire se le iba cuando hablaba. Costaba que se le entendiera. Como era tanto texto, quería acabar la secuencia cuanto antes. Él además sabía que yo le iba a dar caña, así que tiraba para adelante y se comía palabras. Le cargué con la responsabilidad de hacer un personaje protagonista y muy textual. Si esto hubiera sido un drama, no habría problema, pero en una comedia que depende mucho de cómo dices las cosas. Lo que no volveré a hacer es una película de tanto riesgo como Canallas. Necesito trabajar en algo que encaje mejor con mi vida.
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