Ambulance. Plan de huida va camino de convertirse en el mayor fracaso comercial en la carrera de Michael Bay. Si los presagios se acaban confirmando, será un jarro de agua fría tanto para Hollywood (solo las franquicias, los superhéroes y algunas estrellas parecen ser ya garantía de éxito) como para un director que vuelve a sus orígenes con un disfrutón y desvergonzado ejercicio de acción basado en un thriller danés del año 2005.
Contaba el director durante la gira promocional de su último trabajo que Steven Spielberg le había recomendado no hacer más de tres películas de Transformers. Bay no le escuchó y la saga robótica le convirtió en uno de los hombres más ricos de Hollywood… y también en uno de los más estancados. La franquicia, agotada creativamente desde la segunda entrega a pesar del fervor del público, ocupó su agenda durante una década e hizo que hallazgos como la muy reivindicable Dolor y dinero fueran la excepción y no la guerra.
Le pese a quien le pese, Michael Bay es un artesano y un autor. Si ves un par de minutos de cualquiera de sus obras es fácil reconocer quién está detrás de la cámara. El ADN no miente: montaje endemoniado, explosiones por doquier, humor absurdo, ocasionales aires de intensidad dramática, ruido atronador, una fotografía estilosa y un sentido del espectáculo incuestionable. Todas ellas vuelven a estar presentes en el último trabajo de un director forjado en la publicidad y los videoclips antes de revolucionar el cine de acción en los años 90.
No es como si importara demasiado, pero Ambulance. Plan de huida es la historia de Will, un veterano de guerra desesperado por ganar dinero para hacerse cargo de los problemas de salud de su esposa y que acaba participando en un atraco con su problemático hermano Danny. Cuando el golpe se tuerce, los hermanos secuestran una ambulancia con un policía herido y una paramédica. El vehículo debe abrirse camino en una Los Ángeles paralizada por su característico tráfico y la persecución de unas autoridades que quieren sacar con vida al policía agente de un atraco que está en todas las televisiones.
Los personajes heroicos están en manos de Yahya Abdul-Mateen II (la revelación de Watchmen y protagonista de la nueva versión de Candyman) y Eiza González, pero es Jake Gyllenhaal quien se adueña -para bien y para mal- de la película abrazando sus instintos más histéricos con el clásico personaje imprevisible y desatado del cine de Bay. Después de verle, es fácil entender por qué un crítico dijo que parecía que se había metido tres rayas de cocaína antes de cada escena. Danny pasa al club de personajes histriónicos y al borde del infarto en el que ya estaban los protagonistas de Nightcrawler, OKJA y Velvet Buzzsaw.
La estrella de la función es, sin embargo, un Michael Bay perfectamente consciente de estar volviendo al espíritu de sus primeros trabajos. El director incluso se atreve a meter dos referencias directas a sus dos primeros largometrajes: La roca (repitiendo un chiste de Sean Connery) y Dos policías rebeldes (la salida del coche a cámara lenta de Will Smith). Con su película nº15, el cineasta deslumbra con una excesiva y grandilocuente propuesta en la que puedes ver todos y cada uno de los 40 millones de dólares de su sorprendentemente ajustado presupuesto.
Es increíble que esta película cueste la mitad de Morbius, una producción que parece abrazar la serie B y la oscuridad para esconder sus medios más limitados (otras con presupuestos desorbitados, como el montaje de Joss Whedon de La Liga de la Justicia, se gastaron 200 millones de dólares sin que se vieran reflejados jamás en pantalla).Ambulance. Plan de huida recupera sin complejos el espíritu de ese cine de acción de videoclub y lo glorifica a través de una puesta en escena tan ruidosa como eficaz que, una vez superado el mareo inicial de estar ante una película de Bay, te hará preguntarte cómo es posible que el director consiga esos ángulos y movimientos imposibles con la cámara.
Durante años el director ha sido relacionado directamente con un cine machista y cuñado. Sin embargo, en su última película Bay incluye un guiño en forma de beso y personaje gay (el negociador que intenta acabar con el secuestro). Estos días Animales fantásticos: los secretos de Dumbledore es noticia por haber eliminado en China los seis segundos que confirmaban al director de Hogwarts como un hombre homosexual que había mantenido una relación sentimental en el pasado con Grindelwald. Bay no busca ni merece una medalla por su gesto con una comunidad infrarrepresentada en el cine para todos los públicos, pero su inclusión no debería pasar desapercibida.
Los diálogos a menudo rozan el bochorno. Los personajes toman decisiones que no siempre tienen sentido. El espídico montaje hace que a veces sea difícil seguir las escenas de acción. Es innecesario que una historia como esta llegue a los 136 minutos de duración. Muchos de los defectos de la película son tan ciertos como abrumadora es la sensación de espectáculo y entretenimiento que deja esta vuelta a los orígenes del director. Pase lo que pase en los cines, ojalá este sea el camino a seguir para un director que brilla más cuanto más desvergonzada sea su mirada detrás de la cámara.
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