Panah Panahi lleva el cine en la sangre. Su padre es Jafar Panahi, uno de los directores clave en la nueva ola de directores iraní y un realizador que ha recibido tantos parabienes fuera de sus fronteras (ganó el Oso de Oro de Berlín con Taxi en 2015 y el León de Oro en Venecia en el 2000 con El círculo) como castigos brutales de las autoridades de su país por denunciar la situación en Irán (en 2010 fue condenado a 6 años de cárcel y 20 de inhabilitación para hacer cine, viajar al extranjero o conceder entrevistas).
Su hijo de 38 años, ayudante de dirección de algunas de esas películas rodadas en clandestinidad, se estrena como director con una dramedia familiar que algunos denominan como la Pequeña Miss Sunshine iraní. Con su debut, Hit the road, el joven Panahi se ha recorrido los festivales de medio mundo, desde el prestigioso Cannes a la Seminci de Valladolid. En el Festival de Londres se llevó el premio a la mejor película del jurado.
Con un tono a medio camino de lo nostálgico y lo celebratorio, la película muestra el viaje en carretera de una familia que se enfrenta a un futuro incierto en una Irán donde la palabra libertad ya ha dejado de tener su significado. En el asiento trasero, el padre lleva la pierna escayolada, pero ¿está realmente lesionado? Mamá ríe y llora todo el rato. El niño ha convertido el coche en un karaoke, y todos se preocupan por el perro enfermo y se ponen nerviosos los unos a los otros. Solo el misterioso hermano mayor permanece en silencio.
SERIES & MÁS habló con el cineasta durante su visita a la ciudad vallisoletana, donde hablamos de la influencia de su padre en el cine, sus motivaciones para empezar su carrera con esta película o la importancia clave de la música en este relato familiar y generacional.
¿Por qué ha decidido empezar su carrera como director con esta película?
Había dos temas de los que tenía muchas ganas de hablar. El primero es inevitable: todos sabemos que Irán vive en un estado político con condiciones de vida muy difíciles. Hay una gran diferencia de pensamiento entre generaciones. Dos de mis mejores amigos tuvieron que escaparse de Irán. Exactamente el camino que se ve en la película es el mismo camino por el que se habían escapado ellos y muchas, muchas, muchas personas han tenido que abandonar Irán por motivos políticos, religiosos…
Me interesaba mucho contar la historia de un chico que en realidad no desea abandonar Irán, pero que se queda sin alternativas. Me inquieta mucho como tanta gente está obligada a escaparse para poder tener una vida con libertad. Irán era un país casi occidental que estaba forzado a ser demasiado árabe u oriental, cuando en realidad esa no era nuestra mentalidad. Todo lo que se ve en la película a ese respecto, pasa así en la realidad. Ahí Hit the road tiene algo de documental.
El otro motivo es la tensión familiar que hay detrás. Me apetecía hablar de alguien que se siente incomprendido y diferente a su familia. El personaje no entiende por qué le acompañan. En cierto modo me sentía muy identificado con esta historia. Yo estoy en una familia en la que todo el mundo se dedica al cine con éxito. No podía evitar sentir una barrera entre ellos y yo. Quería encontrar mi identidad lejos de ellos, pero he escogido una profesión en la que todos los que me rodean entienden más que yo. Esos dos temas son los que más me interesaban y creo que acaban confluyendo en Hit the road.
¿Sentía en cierto modo la responsabilidad de continuar el legado de una figura tan reverenciada como su padre?
Escaparme de quién soy, de dónde vengo y de quién es mi padre era un reto. Hay anécdotas que ahora recuerdo y que empiezan a tener sentido muchos años después. Cuando hacía alguna travesura y llamaban a mis padres para explicarles que había hecho algo mal, mis padres empezaban a tener más pistas de quién era yo en realidad. Durante años estuve intentando tapar mi verdadera personalidad, dejar algo fuera del alcance de mi familia. En el colegio tampoco quería que la gente se enterara de que yo era el hijo de Jafar Panahi. No quería ser famoso, ni tener esa clase de fama. Siempre quise seguir mi propio camino. No ha sido fácil ser hijo de mi padre.
La música es una parte muy importante de la historia.
Antes de hacer cine trabajé mucho tiempo en ese campo. Desde el principio tenía claro el tipo de sonidos que quería en la película, tanto la música clásica como la moderna. La música popular que aparece en la película es de cuando yo era pequeño. Este tipo de sonidos ya no se hace en Irán. La música alegre ha desaparecido de nuestras vidas. Esas canciones me llevan directamente a mi infancia y cuando iba de vacaciones con mis padres. Han pasado cuarenta años y la música sigue siendo la misma que en los años 60, 70 y 80. Es simbólico de lo que ha pasado. En cierto modo es como si tanto el niño pequeño como el mayor fueran representaciones mías.
Vosotros a lo mejor no os dais cuenta porque no entendéis persa, pero la música alegre persa tiene algo muy extraño porque la letra tiene algo nostálgico y triste mientras que la música es para bailar. La palabra y la melodía no encajan, algo que no pasa en la mayoría de lenguajes. En Irán es así. Creo que eso representa muy bien la cultura persa. A pesar del dolor, siguen pensando que la vida es bella.
Has trabajado como asistente de dirección en varias películas de tu padre. ¿Hubo algo en esa experiencia que hayas querido adoptar en tu debut como director o algo que tuvieras claro que no querías heredar de él?
En realidad no. En esas experiencias con mi padre no surgió nada que me hiciera pensar que no quería algo así en mi película. Una de las cosas que aprendí con él es que cada uno tiene su estilo y precisamente eso es lo interesante. Si mi padre hiciera las cosas de otra forma, seguramente no hubiera tenido el éxito que ha tenido. Él siempre ha tenido muy claro lo que quiere hacer con su cine.
La verdad es que a pesar de todo lo que he dicho de la relación con mi familia, todo me ha servido como un gran aprendizaje para convertirme en la persona y en el director que soy hoy. Soy fruto de las experiencias y enseñanzas que he recibido de la gente de mi entorno. Una virtud que sí me he querido quedar es su enorme paciencia a la hora de dirigir. Es muy amable y comprensivo con los errores de su equipo. Ese no es precisamente mi carácter, pero verlo en movimiento me hizo darme cuenta de que es la mejor actitud para hacer una película.
Tu primera película ha sido un éxito. ¿Qué historias te gustaría seguir contando a partir de ahora?
Mi estilo no es tener pensado exactamente qué es lo que quiero hacer. Me gusta dejarme llevar en el día a día. Con todo lo que va pasando a mi alrededor empiezo a pensar en los lugares a los que quiero llegar. Ahora estoy muy liado con esta película. Para mí Hit the road es como un niño que acaba de nacer. Todavía tengo que cuidarle, no puedo empezar a buscar otro hijo. Hay una cosa que estoy escribiendo, un concepto muy pequeño que todavía no sé en qué se puede transformar o si va a llegar alguna parte. Le estoy dedicando dos o tres horas a la semana, nada más. Me siento, escribo y me dejo llevar.
Todo lo que estoy viviendo ahora mismo son aprendizajes que sin darme cuenta seguramente se están cocinando en mi mente. Al igual que pasó con mi primera película, cuando llegue el momento de darle forma y compartirla, lo haré, pero precisamente mi estilo es no saber ni yo mismo qué es lo que voy a hacer a continuación.
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