En el cine de animación, Pepito Grillo. En la rama de la psicología, saboteador o boicoteador. En ambos casos, una voz interna que advierte del peligro, de la ansiedad o de la excitación; el runrún que engrandece o disminuye el ego y la autoestima, dependiendo de las palabras empleadas en su discurso interno.
En este entramado de ideas y pensamientos internos nace Espejo, Espejo, la comedia dirigida por Marc Crehuet (Santander, 1978) que llega este viernes a las salas y que protagonizan Malena Alterio, Santi Millán, Natalia de Molina, Carlos Areces, Carlos Bardem, Toni Acosta, Loles León o la difunta Verónica Forqué.
El filme de Crehuet ahonda en la idea de que nuestro reflejo, el desdoblamiento del yo, se convierte en nuestra némesis. Cuando nos miramos al espejo, ¿qué vemos? ¿Empatizamos con la imagen que se presenta ante nosotros, o nos topamos con una versión del todo desconocida?
En Espejo, Espejo, los protagonistas trabajan en una empresa de cosmética y están consumidos por una realidad en la que sólo importan las apariencias, el exterior. Asimismo, se enfrentan diariamente a su otro yo: una voz que les aconseja, advierte e incluso analiza y critica; un látigo permanente que no desvanece y que pone a los personajes en una cuerda que limita su movilidad y aumenta su vértigo.
"Vivimos en una época especialmente individualista, centrada en dar una imagen de ti mismo, en tener que venderte", relata Carlos Areces (Madrid, 1976) a EL ESPAÑOL con motivo del estreno del filme. "Me pregunto hasta qué punto es satisfactorio eso", apostilla. Areces interpreta en Espejo, Espejo a Alberto, un personaje con el que, afirma, "me siento identificado". "Lo que recibes del exterior son cosas con las que lidiamos todos", incluso los actores.
Alberto trabaja en una empresa estética, pero es consciente de que su perfil no casa con la imagen de la corporación. No presenta el estándar de belleza normativo impuesto por una sociedad que vive a filtro por foto y publicación de Instagram por día. "Sé que no alcanzo el atractivo normativo y esto me cierra puertas", indica Areces. "Al final todos somos víctimas y verdugos", replica en relación a los cánones sociales actuales.
Paula, interpretada por Natalia de Molina (Linares, 1990), es una jovial mujer que representa a la perfección la hornada woke en redes sociales: su personaje es la viva imagen de una joven centennial que aboga por todas las causas sociales habidas y por haber, pese a que más adelante su percepción cambia cuando se presenta un ascenso en su mesa.
"Sé que no alcanzo el atractivo normativo y esto me cierra puertas".
"El personaje es bastante hipócrita", incide la actriz en su entrevista con EL ESPAÑOL. "El mundo de las redes sociales es muy engañoso porque se vende una felicidad" que, en la mayoría de situaciones, es impostada. Paula presenta en Espejo, Espejo una defensa férrea del body positivity, de la aceptación de todos los cuerpos. Tras intentar hacer cambiar de parecer a sus superiores, estancados en el pasado, Paula se dará cuenta de que, quizá, no es tan distinta a ellos.
"Cuando tienes acceso al poder es muy fácil renunciar a cosas por tener más likes, más followers o más sueldo", explica De Molina. "El poder corrompe", añade.
La esencia frente a la imagen
Espejo, Espejo no sólo es una crítica a los valores superfluos que definen una sociedad inmersa en el teléfono y en su particular burbuja, también es un aprendizaje: cómo lidiar con el autosabotaje y cómo proteger nuestra salud mental.
Envueltos en un metaverso en el que las redes sociales se convierten en uno de los mayores -y menos punibles- críticos, ¿cómo silenciar las voces más censoras?
"Titulares, mi némesis", responde irónico Carlos Areces al ser preguntado por su imagen pública y cómo los actores lidian con la exposición mediática. "He adoptado la sana virtud de no tener redes sociales, con lo cual no tengo que estar dando una imagen constantemente", afirma.
"Soy muy crítica conmigo misma", responde Natalia de Molina, que explica que ha de convivir con su voz interna "pero sin hacerle mucho caso, porque sería muy miedosa". "Si destruye es mejor no oírla", apostilla la actriz.
"'Espejo, Espejo' habla de que se están creando mucho egocéntrico [...] los actores podemos llegar a ser muy narcisistas".
La intérprete considera que el mundo de las redes sociales es "contradictorio", pues afirma que en muchas ocasiones comparte cosas con las que no se siente del todo identificada. "A veces hago algo y digo, 'esa no soy yo'". Espejo, Espejo ahonda, así, en la hipocresía de una sociedad empecinada en compartir las alegrías mientras aleja su monótona realidad. "Se están creando muchos narcisistas y la película habla de eso", explica. "Los actores podemos llegar a ser muy narcisistas", añade sonriente.
"Hay muchos temas sociales que tienen mucha repercusión pública y en muchos casos es a un nivel absolutamente superficial", indica Areces, que considera que la coyuntura actual no difiere mucho de otros movimientos pasados como el hippie, que tuvo "muy buenos planteamientos" pero sus feligreses "no le daban importancia a las ideas". No hay que ir demasiado lejos para ver cómo esa actitud se reproduce en pensamientos actuales. "Me duele ver que el feminismo sea una camiseta de moda", añade.
Un homenaje póstumo a Verónica Forqué
Su último trabajo y un regalo para aquellos que acudan a ver Espejo, Espejo a las salas. Verónica Forqué aparece tan solo un par de minutos en la cinta de Marc Crehuet, pero su escena genera un halo de admiración. Destripando esa energía icónica y errática que la caracterizaba, su escena se convierte en un trabajo póstumo que encapsula todo lo que Forqué representaba.
"Yo no tuve rodaje con Verónica", explica Areces. La actriz únicamente comparte escena con Santi Millán, razón que explica el por qué ni él ni Natalia de Molina coincidieron con la actriz. Sin embargo, no escatiman en elogios y anécdotas sobre ella.
"Se me presentó en unos Premios Goya", dice el actor. "Que venga a dorarte la píldora me pareció de una sencillez y humildad apasionantes, solo pude adorarla", añade. Areces se emociona al recordar un proyecto que iba a rodar con Forqué, pero que estaba en pausa por no contar todavía con financiación, y que ya no podrá contar con la presencia de la actriz a causa de su fallecimiento. "Ahora tengo el disgusto de que, aunque salga el proyecto, nunca compartiré secuencia con Verónica", explica emocionado.
La escena de Forqué en Espejo, Espejo es para Natalia de Molina "un suspiro colectivo en la sala que te pone los pelos de punta", una escena "maravillosa", además de "su último trabajo". "Es un regalo que nos ha dejado", concluye la intérprete.
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