A sus 41 años, la directora Mia Hansen-Løve no había estado nunca en Valencia. La directora, una habitual del circuito de festivales gracias a películas como Eden y El porvenir (Oso de Plata en Berlín en 2016), ha viajado en tren desde París para recoger el premio de Luna de Valencia del Festival Cinema Jove, un prestigioso reconocimiento que el año pasado fue a parar a manos de otra debilidad de los cinéfilos, Lynne Ramsay. La francesa también presenta estos días La isla de Bergman, una película que llegará a los cines el 1 de julio después de competir en la Sección Oficial del Festival de Cannes.
Una pareja de cineastas estadounidenses (dos personajes inspirados libremente en la relación de la propia directora con su ahora exmarido, Olivier Assayas) se retira a la isla de Fårö, donde vivió el cineasta sueco Ingmar Bergman, en busca de inspiración para escribir su siguiente proyecto. A su vez, dos viejos amantes se reencuentran en una boda en la misma isla. Vicky Krieps (El hilo invisible), Tim Roth (Sundown), Mia Wasikowska (Stoker) y Anders Danielsen Lie (La peor persona del mundo) interpretan a las dos parejas.
Hansen-Løve se pasó cuatro veranos en la famosa isla sueca preparando su película más personal. Hablamos con ella de su fascinante proceso de preproducción, su relación con la industria de cine de su país, la separación entre el arte y el artista y cómo le ha influido en su carrera el hecho de ser mujer.
La película habla de muchas cosas. ¿Cuál fue el origen, la primera idea de La isla de Bergman?
Quería hacer una película sobre una pareja de directores. Quería que esta historia que hablara de la inspiración, de la creación, de cómo funciona realmente la ficción y de cómo se escribe. Me apetece conectar eso con la problemática de una pareja y de una relación entre un hombre y una mujer.
¿En qué momento introduces el elemento de la isla de Fårö en la historia?
Todo eso llegó más tarde. Había una idea en el aire, pero ya sabes cómo es. Tienes algo en mente, pero todavía es abstracto. Pasaron muchos años hasta que empecé a escribir la película. Sabía que algún día quería hacer una película sobre mi experiencia como directora y guionista. Estaba interesada en mostrar el arte de hacer películas desde el punto de vista de la escritura, en lugar de un rodaje. Cuando ves una película sobre cine, suele girar alrededor del rodaje. Es más raro que se hable de todo lo que hay antes, de ese momento en el que diseñas los cimientos de una casa antes de levantarla. Quería mostrar ese momento, que puede ser más difícil porque resulta más abstracto.
Cuando Bergman murió fue cuando empecé a interesarme de verdad por este lugar. Leí muchas sobre su vida en Fårö y conocí a gente que conocía la isla, que trabajaba en el patrimonio de Bergman o que habían estado invitados en la Semana de Bergman. Llegó un momento en que me di cuenta de que era el lugar perfecto para ambientar la clase de historia que quería contar. No había un sitio mejor.
¿Cuándo fue la primera película que visitaste la isla?
Creo que fue en 2014. Después volví muchas veces para preparar la película. La primera vez que estuve fue porque me invitaron a participar en la Semana de Bergman, aunque para entonces ya tenía en mente la idea de la película. En 2015 no volví porque estaba preparando y dirigiendo El porvenir, pero volví en 2016 y 2017. En 2018 y 2019 estuve rodando la película. Fue el lugar en el que pasé mis veranos durante cuatro años seguidos. Cuando por fin empecé a rodar, ya sentía que conocía el lugar de una forma más íntima que iba más allá de las películas de Bergman. Llegué a sentirme como si estuviera en mi propia casa.
Hablabas de tu deseo de mostrar el proceso de escritura. ¿Es tu parte favorita del trabajo cuando haces una película?
No sé si llegaría a decir que disfruto de escribir, porque a veces resulta vertiginoso y me da miedo. Una parte de mí lo disfruta muchísimo y otra lo sufre. Al final es un momento muy importante para mí. Quiero ser capaz de enfrentarme a ese momento de soledad, precisamente eso es lo que me da más miedo. Es cuando tienes que mirar dentro de ti para saber qué es lo que quieres contar. El resto del proceso es más fácil, y por eso más fácil de disfrutar, porque nunca vuelves a estar sola. Al principio están con los productores y luego llega el resto del equipo. Te puedes sentir mucho más respaldada por toda esa gente.
Hacer cine es un trabajo colectivo, también cuando estás en la fase de postproducción y montaje. En cierta forma creo que es la razón por la que muchos directores queremos hacer películas. Así nunca estamos solos. La particularidad de hacer películas como arte es que es un proceso que haces en equipo. Si quisiera trabajar sola, sería pintora o escritora. Cuando escribes el guion por tu cuenta es el único momento en el que puedes lidiar con la soledad de la creación. Por eso quería hablar de todo eso en La isla de Bergman.
Por cuestiones de agenda de los actores tuviste que rodar la película en dos veranos. ¿Cambió eso de alguna forma la película?
No sé si realmente cambió la película. Tener que partir el rodaje en dos me generó mucha frustración por momentos, sobre todo el primer año. Fue complicado tener que aceptar que tenía que abandonar la isla sin tener la película terminada. Para un director es lo peor que le puede pasar. Lo que sí me gustó es que me dio la oportunidad de volver a Fårö. Es un lugar que adoro y creo que soy incapaz de separar mi experiencia de hacer la película, lo que es La isla de Bergman, con el placer que me supone estar allí. Creo que de alguna forma es algo que está presente en la película. Ojalá el espectador sea capaz de sentirlo. Si la audiencia es capaz de identificar la sensación de plenitud y satisfacción que me produce esta película, tiene que ver con lo feliz que soy cuando estoy ahí.
Después encima tuviste que esperar otro año para estrenar la película por culpa del coronavirus.
Eso fue terrible. No me gusta llegar a ese momento en el que te das cuenta de que la película se ha terminado. Hay cierta sensación de dolor y pérdida. Tienes que dejar escapar, es casi como el final de una historia de amor. Cuando una película se acaba, para mí no hay vuelta atrás. Al principio me alegré de no tener que estrenarla. Cuando enseñas la película al público, deja de ser tuya. Tienes que pasar a otra cosa porque la relación que tienes con la película cambia para siempre. Lo único bueno que trajo ese retraso es que La isla de Bergman fue mía durante un poco más de tiempo.
Para mí suele ser fácil separar el arte del artista, siempre y cuando no conozca a la persona
En la película hay una discusión interesante sobre las obligaciones personales de un genio como Bergman, alguien que tuvo 9 hijos con 5 mujeres distintas y aún así fue capaz de hacer sesenta películas. ¿Te sientes condicionada de alguna forma por tu experiencia como cineasta que también es mujer?
No me gusta verme como una víctima, ni sentir que esta carrera es más difícil cuando eres una mujer. Seguramente lo sea, pero somos muchas, cada vez más, y yo encuentro la forma de hacer películas sin que anule las otras cosas que algunos pueden ver debilidades. Quiero ser madre, encargarme de criar a mis hijos… Durante mucho tiempo el arte iba acompañado de cierto egoísmo. Todavía son cosas relacionadas para mucha gente. Personalmente quise asegurarme de encontrar la forma de ser la persona que quería ser y de poder utilizarla a favor en mi carrera como directora. Para mí no es un problema o un obstáculo. Al revés. Prefiero invertir esa sensación y volcar todas mis experiencias personales en mi trabajo.
En España hubo recientemente una pequeña controversia cuando Rafael Nadal anunció que iba a ser padre de su primer hijo, pero que no esperaba que le afectase de ninguna forma en su carrera.
(Ríe tímidamente) ¿Ves a lo que me refiero? Entonces afectará a la carrera de su pareja. Creo que mi vida personal afecta a mi carrera, sí, pero creo que puede ser algo positivo. Puede hacer que mi experiencia vital sea más profunda y sea capaz de llevar eso a mis películas. Es posible que eso sea algo que muchos hombres no han podido decir en el pasado.
Chris habla en la película de su dilema a la hora de separar el arte y el artista. ¿Es algo que también te afecta o es más del personaje?
En este caso creo que es algo más propio del personaje que de mí. Creo que en ese momento está provocando a su marido más que condenando a Bergman, porque queda claro que está enamorada de sus películas aunque no tenga muy claro por qué. Personalmente creo que puedes ser un gran admirador de un director y al mismo tiempo estar algo incómoda con la persona que era en su vida privada. Para mí suele ser fácil separar el arte del artista, siempre y cuando no conozca a la persona (ríe). Quizás por eso siempre le digo a la gente que quizás es mejor no conocer a algunos artistas.
La verdad es que no estoy interesada en absoluto en la industria francesa. No me interesa ni siquiera para intentar entenderla o analizarla. Vivo en otro mundo.
Hay mucho amor por el cine en la película, no solo por los personajes de los directores, sino por todo el pueblo. ¿Crees que el protagonismo del cine en la cultura y en la cultura pop está en peligro en estos momentos?
Sí, es un hecho. Cuando miro atrás y me fijo en La isla de Bergman puede parecer que es un ejercicio irónico, pero no era así cuando escribí el guion. Ahora mismo siento que formo parte de un mundo que está en peligro de desaparición. Hay cierto sentimiento de desesperanza alrededor del cine. Se admiraba tanto la figura del director que había gente que se recorría el mundo para visitar un lugar como Fårö. Todo eso está a punto de acabarse. Durante mucho tiempo el cine fue algo sagrado, pero eso se acabó. A veces me dicen que con la película parece que estoy riéndome de esa gente, pero la realidad es que yo soy uno de ellos. Yo sigo pensando que el cine es algo sagrado, por eso ruedo en 35 mm o insisto en que se estrenen en cines y no en ordenadores. Sí, definitivamente creo que el cine está en peligro. Debemos luchar para que no sea así, pero no siempre es fácil.
El año pasado, Hagai Levi hizo una versión moderna de Secretos de un matrimonio con Jessica Chastain y Oscar Isaac. ¿Te verías haciendo algo similar?
No. Creo que es algo que no haría nunca. Le admiro demasiado como para hacer algo así. En La isla de Bergman, nunca intenté imitar su estilo o seguir su camino. Quise hacer mi propia película y usar mi propia voz. Por supuesto que crea un diálogo con la obra de Bergman, pero creo que es solo uso: no uso las ideas de Bergman para hacer mi propia película. Siento admiración por él, pero el estilo, el espíritu y de lo que habla realmente es algo que tiene que ver solo conmigo. No querría tocar las películas de Bergman que me parecen geniales para hacer algo peor. Si la gente le admiraba tanto es porque no imitaba a nadie. Fue alguien que fue capaz de hacer sus películas sin tener que hacer concesiones. Fue un artista muy valiente, porque hizo lo que quería hacer sin estar pendiente de lo que la gente esperaba o quería de él. Así que… no, no querría rehacer una película de Bergman (ríe).
Le pregunté esto hace unos meses a Audrey Diwan. A pesar del éxito de Titane y El acontecimiento en Venecia, la Academia Francesa de Cine las dejó de su lado en los premios. ¿Sigue funcionado la industria de tu país como un club de fumadores?
Ni siquiera recuerdo quién ganó en los César.
Las ilusiones perdidas.
Ah, sí (suspira). Quizás siga funcionado así, pero la verdad es que no estoy interesada en absoluto en la industria francesa. No me interesa ni siquiera para intentar entenderla o analizarla. Vivo en otro mundo. Incluso si me escogieran el mejor asiento en su mesa, no me llamaría la atención. No quiero formar parte del club, pero solo hablo desde mi punto de vista. Quizás otras directoras sí querrían sentirse integradas.
Mis películas nunca son votadas en los César, solo la primera y porque ahí siempre hay menos competencia. Incluso cuando mis películas han funcionado muy bien, las han dejado fuera. Siento que estoy muy lejos de esa industria, y tampoco les presto atención alguna. Lo que sí me gustaría celebrar es que por lo menos en Francia sí tenemos muchas directoras, que es algo que no pasa en todo el mundo. En ese sentido estoy muy orgullosa de mi país y de que muchas de esas directoras hayan decidido seguir el camino del arte y no de la industria. He viajado mucho por el mundo con mis películas y es un orgullo ver encontrarme el trabajo de tantas compañeras en tantos festivales y mercados.
Acabas de estrenar tu última película en Cannes. ¿Qué nos puedes avanzar de One Fine Morning?
Hay películas que quieres hacer, como La isla de Bergman, y otras que tienes que hacer, como One Fine Morning. Yo elegí y perseguí hacer La isla de Bergman durante años. Mi última película me eligió a mí. Esta historia entre un hombre moribundo y su hija estaba inspirada parcialmente en mi propia experiencia. Sentí que tenía que contar esta historia cuanto antes para poder liberarme. Me pasó lo mismo con El porvenir. Tuve que rodarlas para poder pasar página.
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