Julia Roberts tiene cuatro días para impedir una boda. Aunque lo parezca, no estamos hablando de La boda de mi mejor amigo. Han pasado 25 años del estreno de una de las cumbres de la década por antonomasia para la comedia romántica (solo las screwball comedies de los años 30 y 40 pueden mirar de tú a tú a la última década del siglo XX) y la eterna novia de América vuelve a estar sometida en una situación contrarreloj en su nueva película. Viaje al paraíso es su primera incursión en veinte años en el género que la convirtió en la actriz más famosa del planeta.
“No apreciamos la excelente cosecha de comedias románticas que tuvimos en los 90. No te das cuenta del esfuerza que hay detrás porque son divertidas, dulces y sale gente riéndose, besándose y haciendo travesuras”, lamentaba estos días en Variety la ganadora del Oscar por Erin Brockovich. Con su nuevo trabajo, su quinta colaboración con su amigo George Clooney y su primera aparición en el cine en cuatro años, intenta recuperar la magia de un género que entró en decadencia con el cambio de siglo.
Numerosos artículos (también libros, como el recomendable From Hollywood with Love, de Scott Manslow) han intentado explicar por qué el popular género entró en crisis con el cambio de siglo. Independientemente de si fue por la evolución en las relaciones sentimentales (con la aparición de Sexo en Nueva York y las aplicaciones de citas), el cambio de prioridades artísticas de los actores que habían elevado el género, la falta de un relevo generacional o unos guiones que cada vez apostaban por conflictos y personajes insoportables, la realidad es que las películas que consagraron como estrellas a Hugh Grant, Sandra Bullock, Meg Ryan o la propia Roberts simplemente dejaron de hacerse.
Harto de ver cómo la fiebre nostálgica en la gran pantalla se limitaba a las películas de acción, fantasía y superhéroes, el director y guionista Ol Parker (Rosas rojas, Mamma Mia! Una y otra vez) se ha propuesto apelar a nuestro yo del pasado para intentar devolver el lustre a un género que inició su época dorada en 1989 con el estreno de la seminal Cuandy Harry encontró a Sally. No puede ser casualidad que la actriz escogida para interpretar a la mejor amiga de la joven protagonista (uno de los arquetipos más característicos de las comedias románticas) sea Billie Lourd, hija en la vida real de Carrie Fisher, inolvidable como la mejor amiga de Meg Ryan en el clásico de Rob Reiner.
Viaje al paraíso arranca cuando una pareja de divorciados que llevan a matarse descubren que su hija (Kaitlyn Dever, una de las actrices más versátiles de su generación gracias a Dopesick, Super empollonas y Creedme) ha decidido tirar su brillante futuro por la borda para casarse repentinamente con un joven local al que acaba de conocer en Bali durante el viaje que hace con su mejor amiga para celebrar el final de sus estudios universitarios. La pareja entierra el hacha de guerra y une fuerzas para impedir que Lily caiga en el mismo error que ellos cometieron hace 25 años.
Si alguien espera sorprenderse con el rumbo de los acontecimientos a partir de una premisa como esta, es que nunca ha visto una comedia romántica. Hasta el espectador más torpe será capaz de adelantarse a cada uno de los giros de un guion que revisita, exprime y, sobre todo, celebra los lugares comunes de un género que tiene sus propios códigos, como los tienen el cine negro, el wéstern o el terror. Que las comedias románticas solo tienen una peor reputación simplemente por ser un género considerado tradicionalmente como femenino es una conversación para otro momento.
A pesar de que los diálogos nunca alcanzan la brillantez de las mentes brillantes del género como Woody Allen, Nora Ephron y Richard Curtis, los protagonistas tiran de su carisma natural (pocos actores tienen un control tan absoluto de la cámara como ellos) y su química probada (ya interpretaron a una pareja que se acaba reuniendo en la saga Ocean’s) para explorar las divertidas situaciones que plantea el eficaz guion escrito a cuatro manos por Parker y el debutante Daniel Pipsiki.
Una partida de beer pong con su hija y su novio, una pelea por demostrar más afecto en público a su hija durante su graduación, la clásica presentación de sus opuestos puntos de vista sobre su pasado o el inevitable acercamiento tras abordar las cuentas pendientes de su pasado dan algunos de los mejores momentos de una película que también acierta en su respetuoso acercamiento a las tradiciones balinesas (aunque la producción se rodó en realidad en paradisíacas localizaciones de Tailandia), algo que quizás no hubiera pasado hace veinte años (Bridget Jones. Sobreviviré, todavía no nos hemos olvidado).
Todo en la película está diseñado para el lucimiento de una pareja protagonista que, a diferencia de actores como Kate Hudson y Gerard Butler, es capaz de hacer suyos unos personajes que se pelean constantemente y están dispuestos a cualquier cosa porque creen que tienen razón. Ningún género depende tanto de la dinámica de sus personajes y el carisma de sus estrellas como la comedia romántica y ahí es donde reside la fuerza de la comedia de Parker. No es tan redonda como los clásicos de los que bebe, pero ahí está el secreto de la nostalgia: no necesita ser tan buena como aquellas, pero sí debe devolver a la audiencia las sensaciones que les dominaron en el pasado.
El objetivo de Viaje al paraíso es recordar al público adulto (ese que ha perdido el control sobre el cine que producen los grandes estudios y que ha encontrado una nueva vida en las series de televisión en los últimos años) por qué se enamoró del género y de estas estrellas en primer lugar. La película apenas supera los 100 minutos y, sin embargo, podríamos pasarnos horas viéndoles discutir. Sus responsables son tan claramente conscientes de ello que deciden despedir a la audiencia con una sucesión de tomas falsas del rodaje. Si Julia Roberts y George Clooney se lo pasan en grande juntos, ¿cómo no íbamos a hacerlo nosotros con ellos?