Juan Diego Botto está como un niño con zapatos nuevos. Tras pasar por el Festival de Venecia, el hispano-argentino está a punto de enseñar por primera vez en España su primera película como director. En los márgenes pone su mirada en una problemática que cada día deja a un centenar de familias españolas sin hogar: los desahucios. Penélope Cruz y Luis Tosar son las caras visibles de un potente drama social que saca a la luz las vergüenzas que un país quiere esconder bajo su alfombra.
La ganadora del Oscar recogerá hoy mismo en la ciudad donostiarra el Premio Nacional de Cinematografía 2022 en reconocimiento a su extraordinaria carrera. Con En los márgenes, la de Alcobendas se reúne con uno de sus primeros amigos y compañeros en la industria audiovisual, su compañero de reparto en La Celestina y de clase cuando ambos se formaban como actores a las órdenes de la madre de él, Cristina Rota.
SERIES & MÁS se ha reunido con el actor y director horas antes de la première de una película que llegará a los cines españoles el 7 de octubre.
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La problemática de los desahucios rara vez ha sido retratada en ficción. ¿Cómo es posible que no se hayan contado más historias sobre algo que, como se recuerda al final de la película, deja más de 100 familias al día en la calle?
Es una cosa que a mí también me asombra. Creo que el problema de la vivienda es el problema central de la pobreza en nuestro país. La vivienda se lleva la inmensa parte del sueldo de la gente y es responsable de que muchos vivan de forma muy ajustada y son muchos los que al final tienen que escoger entre comer o pagar la casa. Pocas cosas hay más angustiantes que un proceso de desahucio o que hayan definido tanto la actualidad de la última década. No sé por qué hay tan pocas películas sobre esto. Solo se me vienen dos a la cabeza. No sé cómo será en otros casos, pero a nosotros nos costó mucho tiempo levantar la financiación de En los márgenes.
¿No facilitó el proceso que estuviera en la película alguien como Penélope?
Incluso con ella fue muy difícil. Hemos estado en muchas reuniones en las que los financieros se desinflaban en cuanto escuchaban hablar de desahucios o banco de alimentos. Veías cómo la cara del receptor se iba apagando. Entiendo que a lo mejor otras películas son más fáciles de financiar o más fáciles de llevar a puerto, y eso les lleva a empezar sus carreras con otras historias. Incluso cuando las cosas van muy bien, levantar una película son dos o tres años. Supongo que cuando alguien va a invertir tanto tiempo, prefiere apostar algo que más o menos sabe que va a salir.
La estructura de la historia es un thriller coral y a contrarreloj. ¿Siempre tuviste claro que preferías hacer una fotografía más general del programa a retratar un caso concreto?
Las historias nos las fuimos encontrando. Nosotros teníamos dos premisas sobre las que queríamos avanzar y sentimos que estas tres historias de alguna manera cubrían un poco ese panorama del que queríamos hablar. Queríamos hablar de cómo estas crisis y estas situaciones van afectando a las relaciones personales. Entre madres e hijos y entre parejas. Este retrato panorámico respondía a lo que nos fuimos encontrando documentándonos para la película. Nos fuimos enamorando del personaje del abogado, que interpreta Luis Tosar y que de alguna manera va empujando la historia hacia adelante. Esa se convirtió en la trama principal y después llegaron la historia de Adelfa Calvo y Penélope Cruz.
El reparto de roles de género en la historia es muy relevante. Son las mujeres las que toman las riendas del hogar y de los problemas cuando pasa algo. ¿De dónde viene esa reflexión?
Eso fue algo que nos encontramos y que no estaba en nuestra idea inicial. Hablando con gente, observando, nos llamó poderosamente la atención. Acabamos situando esa reflexión en la parte central de la historia. Es una de las ideas más importantes que cuenta En los márgenes. Es algo que vimos. La inmensa mayoría de las personas que están en una asamblea de vivienda son mujeres. Las que terminan haciéndose cargo de la casa, de los niños y del cuidado son mujeres. Son las que luchan porque no se derrumben las parejas.
Vimos que había muchos hombres que, cuando perdían el trabajo, cuando perdían el rol de ser los que llevaban el dinero a casa y que mantenían a la familia, de alguna forma empezaban a perderse. Era como si toda su identidad estuviera puesta ahí. De repente veían que su mujer se iba al banco, hablaba con abogados, iba a asambleas, iba a manifestaciones. De repente, eran testigos de un proceso de empoderamiento, donde ellos se sentían cada vez peor, como si fueran menos cada vez.
Es un tema que aparece también en una película muy distinta como Cinco lobitos.
Creo que es algo que está ahí en la sociedad en estos momentos y que hemos sentido que teníamos que contar. Para nosotros era una parte muy importante, la película es una historia de mujeres, es una historia de madres. Todas las mujeres protagonistas que aparecen en la película son madres. La madre que avala a su hijo, la madre y esposa que intenta parar un desahucio, la mujer que Luis Tosar busca durante toda la película o la propia pareja de él, que además está embarazada. Es una historia de madres, que son las que están redefiniendo la familia y son las que se encargan de proteger el fuego de la gente.
¿En qué momento se incorpora Olga Rodríguez al proyecto a escribir la película contigo y cómo lo transforma?
Muy al principio, cuando le cuento que tengo esta idea y que tengo una secuencia escrita [la secuencia, en la que una pareja discute acaloradamente por sus diferentes posturas ante el problema, sigue en la película]. Me dijo que ella conocía mucha gente en asambleas de vivienda, a muchos trabajadores sociales, a abogados que llevan el tema de vivienda y ahí empezamos un proceso de ir a asambleas y de conocer gente.
Es un proceso muy largo. Entramos en sus casas con sus familias, vivimos el proceso de desahucio desde el principio hasta el final, llegamos a ver rupturas de parejas que no soportaban la tensión. Con todo ese material, lo que fui descubriendo en el proceso es que no hay nada que uno pueda imaginar que la realidad no mejore y supere. Nada de lo que yo había imaginado era mejor que lo que ocurría en la realidad, así que lo mejor era entregarse a la realidad y con ese material construir una ficción. Nutrirse de los hechos era muy enriquecedor. De hecho, de las partes más bonitas de todo este proceso ha sido conocer a toda esta gente.
Había muchos hombres que cuando perdían el trabajo, cuando perdían el rol de ser los que llevaban el dinero a casa y que mantenían a la familia, de alguna forma empezaban a perderse
Hace 25 años que no trabajas con Penélope, ¿cómo ha sido reencontrarse en una dinámica personal y profesional tan distinta a la que teníais cuando empezasteis en las clases de tu madre?
Llevamos muchos años hablando del proyecto mientras nos íbamos pasando distintas versiones. El trabajo ha sido muy bonito. Ella ha tenido la inmensa generosidad de atreverse a contar esto y de ponerse al servicio de una historia así. Es una estrella internacional y yo soy un director novel que está haciendo una historia de cierto riesgo, cine social con una estética hiperrealista. Tiene mucho coraje por su parte lanzarse a esta historia. Sentí mucha gratitud y mucha responsabilidad de que dos personas como Luis Tosar y Penélope Cruz confiaran en mí. Me quedé muy tranquilo cuando vi que sus trabajos eran tan buenos. Pensé: "Por lo menos se van a gustar, porque están muy bien".
Estamos contentos con el trabajo y la dinámica con ellos ha sido muy fácil. Mi trabajo se limitó a presentarle gente que les podía inspirar e intentar explicar hacia dónde quería que fuera la historia. Les dio mucho espacio para proponer y crear. Nos hemos llevado bien, corríamos el riesgo que aparece cuando trabajas con amigos. Eso que dicen que "una de dos, se estropea el negocio o se estropea la amistad". La verdad es que nos hemos llevado muy bien y no hemos tenido roces o problemas. Ha sido miel sobre hojuelas en ese sentido.
El cine español antes era mucho más combativo política y socialmente. ¿Crees que el "no a la guerra" es la razón de cierta huida de ese cine tan fructífero e incluso popular hasta entonces?
(Duda varios segundos, titubea) Pues no lo sé. No sé si ese es el problema o no. La verdad es que no tengo una respuesta clara. Quizás sí es cierto que antes se hacía un cine más combativo y se hacía más cine social. Creo que el cine evoluciona en la medida en que evoluciona esta sociedad. Creo que hacemos el cine acorde con la cantidad de movimientos sociales que hay y la cantidad de combate que hay en la calle. No es lo mismo ahora que hace 20 años. Por otra parte, creo que influye también los modos de producción. Un realizador joven sabe que no puede hacer una película sin que tenga una plataforma o una televisión detrás. Es imposible. No se hace. Puede ser una cosa muy, muy pequeña y te arriesgas a que no se exhiba.
Eso hace que digas, "¿voy a hacer esta película, con esta temática, para que la plataforma o la televisión me vayan a decir que no?" Creo que hay mucha autocensura donde tiendes a hacer algo que más o menos te imaginas que se puede llegar a producir. El cine social que se puede hacer, o el cine más humanista mejor dicho, porque en España no hay esa ola de cine que sí existe en Francia y Reino Unido. No tenemos un Ken Loach. Las películas más singulares que se hacen son historias que se salen de otros circuitos o que financia Televisión Española.
Leyendo las críticas de las últimas películas de Ken Loach o los hermanos Dardenne, da la sensación de que las críticas más furibundas hacia el cine social vienen de la propia izquierda. Lo hemos visto también con algunas crisis políticas, donde la derecha se muestra mucho más unificada. ¿Por qué crees que pasa esto?
La derecha se muestra más unificada en todo. La izquierda es una amalgama de creencias. Hay un chiste en Argentina que dice que se encuentran dos trotskistas y forman tres partidos. Eso es lo que pasa con la izquierda en general. A mí Sorry We Missed You, por ejemplo, me parece una película visionaria, una historia que a mí me impactó muchísimo porque, como todo lo que escribe Paul Lavery y filma Ken Loach, está muy documentado. Me da la sensación de que estas películas están sometidas a un escrutinio al que no se somete a otros realizadores y a otras historias. Uno tiene que justificar a veces porque a veces hace social, por qué cuentas esta historia que pasa todos los días en la calle. Difícilmente te piden que justifiques por qué cuentas una historia ambientada en el espacio.
Contar estas historias sería lo más normal. ¿Cómo no lo voy a contar, si está pasando todos los días, si pasa a nuestro alrededor? Es una buena historia. Hay gente que le pasa. Hay gente que vive este drama y además creo que tiene interés narrativo y cinematográfico. Es algo que se le pide a esto que se llama cine social, te piden que tengas una justificación de peso. ¿Te ha pasado a ti? ¿Por qué cuentas esto?
La película acaba en alto y sin dar respuestas concretas. ¿Tienes esperanzas de que el sistema cambie su forma de lidiar con este problema?
La esperanza está en la comunidad, en el cuidado, en el ayudarnos los unos a los otros, en esa búsqueda de la comunidad que vimos en las asambleas de vivienda. Es una respuesta, pero hay otra respuesta que tiene que ser política. Estamos acabando la legislatura y no se ha aprobado la Ley de Vivienda y me parece que debería aprobarse. Ese es otro tipo de solución que debería ocurrir, pero en el que tengo menos fe que en la fuerza que tiene la solidaridad.
Hemos visto a mujeres que no tienen absolutamente nada, que están viviendo ellas mismas un proceso de desahucio. A veces en situaciones que enormememente complejas. A veces con una situación de maltrato, con hijos a su cargo, con hijos con enfermedades. Sin embargo, invierten su tiempo en ir a una asamblea a ayudar a otros o se levantan a las 6 de la mañana para impedir el desahucio de una persona que no conocen de nada. Eso no es un deseo de “ojalá ocurra”, es que lo hemos visto una y otra vez. Por eso lo he contado. Creo que ahí sí hay una salida.