No hay mucha gente que tenga la costumbre de llamar "Fernandito" a un hombre que, como Fernando León de Aranoa, mide 1,98 metros. Joaquín Sabina no es cualquiera, como nos recuerda una vez más un documental, Sintiéndolo mucho, construido a partir de los 13 años que se ha pasado siguiendo al músico el director de El buen patrón.
20 años después de la Concha de Oro por Los lunes al sol, la última película que hizo antes de conocer a Sabina, el director regresa al Festival de San Sebastián para compartir con casi tres mil personas su nueva incursión en el género documental. La proyección en el Velódromo de la película es uno de los grandes reclamos del primer fin de semana del Zinemaldia: con un aforo digno de un multitudinario concierto, los asistentes sentirán que están en primera fila de una reveladora aproximación a una figura irrepetible de nuestra música.
Sintiéndolo mucho es el resultado de los trece años que han pasado juntos Fernando León de Aranoa y Joaquín Sabina. La película recorre todos los escenarios a los que se ha subido el músico, públicos y privados, luminosos y ocultos, desde las revelaciones propias de la edad y la sabiduría al mediático accidente en el WiZink. El director reconstruye para SERIES & MÁS todo el trabajo hasta llegar este fin de semana a la ciudad donostiarra.
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¿Cómo reaccionó Joaquín cuando le contaste la idea de hacer un documental sobre su figura hace ya 13 años?
Fue justo lo contrario. ¿Cómo reaccioné yo? Fue idea de Joaquín. Hace 13 o 14 años me propuso colaborar juntos a partir de esa amistad y esa confianza que teníamos. La primera idea no era hacer un documental, lo quería era que le acompañara en los primeros pasos de un trabajo de composición de un disco. Me propuso sumarme a él para buscar las letras y escribirlas. De una manera muy abierta y muy generosa, muy como es él, quiso que me integrara ahí en todos los sentidos. Que grabara si quería, que escribiera si tenía ideas. Era una oferta irrechazable. Ya éramos amigos desde hace tiempo, así que le dije que sí, por supuesto. Después llegó todo lo demás.
La primera secuencia que grabamos está en la película. Es cuando estamos en el coche con Benjamín Prado y ellos están discutiendo las letras de Cristales de Bohemia. Lo hice con una cámara prácticamente doméstica que había aprendido a manejar el día anterior para irme con ellos. Así empezó todo.
El formato de entrevistas del documental es diferente al de otros que has hecho. Apareces a menudo en plano con él. ¿Fue idea tuya o una petición de él para que estuviera más cómodo y la conversación fuera más orgánica?
Fue algo también sentí en algún momento del proceso. Mi primer instinto, como he hecho otras veces, es no estar. Me cuesta mucho verme ahí y convertirme en parte de la historia. En los primeros rodajes yo no estaba en cámara porque estaba haciendo de operador. También en México, donde tenía cosas que hacer fuera de cámara. Lo cierto es que Joaquín lo percibía de otra manera cuando estábamos los dos ante la cámara. Me busca, se acerca, tira de mí. Al principio, si te fijas, yo entro y salgo de cuadro, porque no sé cómo comportarme, pero pronto me di cuenta de que era la mejor forma de hacer las cosas porque él estaba más cómodo en la conversación. Acepté que jugaba a favor del documental. Me di cuenta de que yo soy un pretexto para que la conversación suceda. Es él quien debe contar su historia, aunque yo esté ahí en bastantes momentos para guiarle.
Viendo la película no parece que sea el caso. ¿Hubo líneas rojas a la hora de plantear hasta dónde podía llegar el documental? ¿Te dijo Joaquín en algún momento: “esto mejor no lo grabamos”?
No, todo lo contrario. No había líneas rojas de ningún tipo. Desde el principio nos dio libertad para grabarlo todo, desde cuando estamos en Rota en pleno proceso de escritura a cuando pasa lo que pasa en Aguascalientes, en México, la tarde en que un toro coge a José Tomás y está a punto de morir. Son momentos de mucha tensión y angustia para Joaquín en una noche que él mismo tenía que actuar. Es un momento muy potente, porque explica la vida de un artista: está jodido y un amigo está en peligro, pero él tenía que salir actuar ante miles de personas.
En esa situación de tanta intensidad dramática yo mismo soy el que aplicaba cierta distancia y respeto con lo que estaba pasando, pero nunca hubo una línea roja. Tampoco la hay en esos momentos previos en los que él está pasándolo mal y muy nervioso antes de un concierto. Siempre hubo mucha discreción y apertura por su parte, me dejó entrar en todas partes con él. Era un lujo poder hacer algo así, y al mismo tiempo es precisamente lo que la película quiere ser y lo que quiere hacer: compartir con el espectador ese privilegio de estar tan cerca de Joaquín y ser testigos de momentos tan intensos y especiales.
La historia de José Tomás y el toreo juega una parte importante en la película. ¿Ganó relevancia en el montaje después de lo que pasó en el WiZink Center para establecer un paralelismo entre las dos situaciones o siempre estuvo ahí?
Hay algo en lo narrativo que efectivamente va en esa dirección. Se establece una especie de rima interna entre esas dos personas y esos sucesos que están separados diez años. Hay reflexiones que Joaquín hace sobre José Tomás y su accidente que en realidad aplican a lo que le sucede a él años más tarde. Independientemente de eso, creo que todo lo que estaba pasando en México tenía mucho interés igualmente. De alguna manera ayuda explicar también a Joaquín, su relación con ese mundo que ha aparecido en tantas de sus canciones y su amistad con José Tomás. Es una parte del relato que ya estaba antes, pero su impacto en la historia cambió.
Como vemos en la película, estabas presente aquella noche en el WiZink. ¿Tuviste dudas a la hora de qué hacer en ese momento?
Cuando pasa lo que pasa dejamos de grabar al momento. Nos llevamos un susto tremendo, pero mi relación y mi amistad con Joaquín estaba por encima de eso. Paramos automáticamente y esperamos noticias. Lo que sí hicimos fue registrar el ambiente, ese silencio enorme que se impuso en el WiZink y que es la imagen que a mí más me impresionó de esa noche. Ver cómo miles de personas esperan noticias en silencio, la ovación posterior cuando se dijo que se suspendía el concierto, por paradójico que pueda parecer. Sentí el enorme amor que tenían por él, la pasión y la preocupación eran evidentes. Eso sí me pareció digno de ser registrado y contado.
Cuando supe que las cosas iban bien y que Joaquín no corría peligro, que estaba en buen estado a pesar de la tremenda caída que había sufrido, me animé a grabar otra vez. Esa es la diferencia, creo, entre el trabajo documental y la ficción, donde eres mucho más libre.
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¿Cuánto material tenías? ¿Hay algo que te ha dolido dejar fuera y que podríamos recuperar en el futuro en Movistar Plus+ cuando se estrene en la plataforma?
Se han quedado muchas cosas fuera, momentos muy interesantes. Quizás no me ha costado tanto sacarlas del montaje, que es algo que me pasa también cuando estoy haciendo ficción. Cuando te pones a trabajar, encuentras un relato y una manera de contar lo que quieres contar. Es como si la película fuera un organismo que expulsa todo lo que no necesita, incluso si eso que no necesitas es bueno o interesante, como sucede en este caso en muchas ocasiones.
No me ha costado mucho dejar secuencias fuera cuando sentía que estorbaban y que de alguna manera entorpecían el desarrollo de la historia. Cuando monto, me meto más en la piel del guionista que se fija en lo que necesita la historia que en la del director que se afana en lo que ha rodado. Es verdad que se han caído muchas cosas y yo mismo me he preguntado eso que dices, si algún día no tendrían cabida de otra manera. Realmente me da pena que se quede en la sala de montaje cuando son imágenes que mucha gente disfrutaría.
Esta película va a ser un regalo absoluto para los fans de Sabina. ¿Había también algo de egoísta por tu parte, en el mejor sentido de la palabra, cuando te ofrecen la oportunidad de pasar mucho tiempo con alguien que admiras?
Bueno, yo creo que ese elemento egoísta de la palabra aparece en casi todos los documentales. En realidad es una palabra muy adecuada. Cuando me he ido a rodar con Médicos sin Fronteras a Uganda también está esa parte egoísta, aunque fuera un documental más duro de grabar. Hacer algo así me permite vivir situaciones y entrar en lugares y en espacios que de otra manera me serían ajenos. En este caso también ha sido así, por partida doble: hago una película e interactuó con alguien que admiro y que me estimula mucho en su creatividad. Es algo que siempre está cuando hago películas, sobre todo en el caso de los documentales.
¿Cómo fue la experiencia de enseñarle a él la película por primera vez?
Le enseñé una versión provisional del montaje antes de cerrar la película, cuando ya tenía el montaje claro y cerrado. Fue muy bien. Joaquín es alguien que tiene un enorme respeto por el trabajo ajeno. “Esta es tu película”, decía. “Las decisiones creativas son tuyas”. Son palabras que tienen especial valor cuando las dice alguien que realmente sabe lo que significa eso.
Más allá de eso, aunque creo que es algo que debería decirte él directamente, siento que Joaquín se ha sentido bien contado y bien retratado en el sentido de que no hay un personaje. Yo buscaba mostrar una versión de Joaquín en la película que se pareciera a la impresión que tengo de él. No vemos a un personaje. Quería hacer un retrato que se parezca al que yo recuerdo y en el que pienso cuando cierro los ojos. Es alguien irreverente, provocador, con sentido del humor, con tanta profundidad como ligereza. Aspiraba a que todo eso estuviera en pantalla y creo que está.
Admiro la capacidad de Joaquín para reinventarse constantemente. Creo que eso es algo fantástico para una persona
¿Cómo ha sido la experiencia de trabajar con Leiva, en qué momento decides que se una a la película para hacer la música?
Ha sido casi un enorme placer para mí, un hallazgo en lo personal muy reciente y muy importante. Me tocó grabar un ensayo de la canción que interpretaron juntos en los Goya, Tan joven y tan viejo. Ahí es cuando conozco a Leiva personalmente. En ese momento tuvimos una gran conexión y, como también me interesaba mucho como artista, le propuse ahí mismo hacer la banda sonora de la película.
En ese momento la música todavía no tenía forma y se incorporó al proyecto. Ahí empezó un trabajo intenso. Como cualquier músico con los que había trabajado hasta entonces te propone cosas, hace maquetas, yo las coloco en la película, nos reunimos, las discutimos, buscamos juntos colores y matices muy lindos… Ese diálogo con él es muy bonito porque sintonizamos en la misma frecuencia. Creo que el trabajo que ha hecho encaja muy bien en la película. Sobre la marcha Joaquín y él tuvieron la idea de grabar una canción expresamente para el documental. La grabamos y la incorporamos al montaje. Todo ese camino con Leiva ha sido muy enriquecedor e interesante para mí.
Hay un momento muy potente del documental, cuando Joaquín es muy honesto y reconoce que él no cree que ya sea capaz de hacer una canción como las mejores que ha hecho a lo largo de su carrera. ¿Cuál crees que va a ser el legado de Sabina una vez que termine su carrera, esperemos que dentro de mucho tiempo?
Así es. Todavía espero que nos queden muchos más discos y canciones. Su legado es enorme, ya es alguien que ha hecho historia. Lo vemos en el documental. Cuando Joaquín prepara una lista de canciones para un concierto, con 20 o 25 temas, siempre deja una docena de canciones que a todos nos encantaría escuchar.
Hay una cosa que ya tenía en mente, pero que me ha quedado mucho más clara haciendo este documental. Joaquín ha estado años adaptando lo que hace en sus canciones a lo que está pasando en su vida y en el mundo en ese momento. Él habla de quién es en ese instante, no vive del pasado. Los temas de sus canciones han ido evolucionando, no sigue cantando lo mismo que cuando tenía 40 años. Creo que eso es algo muy interesante, muy valiente y muy honesto que hace que su público nunca se agote. Creo que es una lección para muchos artistas que creen deben seguir haciendo durante 30 años aquello que les ha dado el éxito. Admiro la capacidad de Joaquín para reinventarse constantemente. Creo que eso es algo fantástico para una persona.