Si Santiago Mitre fuera estadounidense y hubiera contado una historia como la de Argentina, 1985, hubiera fichado a Jimmy Stewart. Si esa película se hiciera 50 años más tarde, el elegido habría sido Tom Hanks. En 2022, ningún actor argentino es capaz de unir y representar a un país como Ricardo Darín, el héroe protagonista de un apasionante drama judicial que ha causado sensación en Festival de San Sebastián.
Los cientos de espectadores que vibraron con la dramedia judicial basada en hechos reales (lo nuevo del director de Paulina, El estudiante y La cordillera) otorgaron a la película una extraordinaria puntuación media de 9,16 puntos sobre 10, una valoración que solo han superado un par de largometrajes en la historia del certamen donostiarra. El pase de periodistas, históricamente un público más cínico y exigente, se saldó con ovaciones durante la película (un ya histórico monólogo de Darín tiene la culpa) y en los títulos de crédito cuando aparecieron el nombre de su director y su protagonista.
Argentina, 1985 está inspirada en la historia real del fiscal Julio Strassera, su ayudante Luis Moreno Ocampo y el joven equipo jurídico que se atrevieron a acusar, contra viento y marea, a contrarreloj y bajo constante amenaza, a la más sangrienta dictadura militar argentina. Esta apasionante batalla de David contra Goliat llega a los cines el 30 de septiembre antes de su próxima, aún sin fecha, llegada a Amazon Prime Video.
SERIES & MÁS ha hablado con el protagonista de El secreto de tus ojos de un personaje que solo podría haber hecho él y para el que lleva preparándose toda su vida.
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Strassera es uno de esos personajes deben representar sin aparente esfuerzo la dignidad humana. El espectador tenía que creerse que defendías el honor de todo el pueblo argentino. ¿Cómo es tener un personaje así?
Es algo increíblemente lindo. Es un regalo que te ofrezcan un personaje así dentro de esta historia. Es un compromiso al mismo tiempo, por supuesto, porque al tratarse de una persona real, uno tiene que ser muy cuidadoso. Debes ser muy respetuoso y prudente. Nosotros elegimos un camino que no era el de la copia precisamente, sino más bien acercarnos en función de lo que requería el guion.
Te agradezco lo que dices en respecto a lo de la representación y demás de la Argentina. Me siento un actor muy afortunado. He tenido la suerte de que históricamente me han ofrecido a ir guiones que me ayudaron a ir construyendo esa imagen que describís y que yo mismo no me atrevería a decir. Strassera es un sueño para un actor. Es alguien al que aprendí a querer paso a paso durante el proceso de investigación previa y el rodaje.
Hay películas que viven o mueren en una escena en particular. En el caso de Argentina 1985 es el discurso del final del Juicio a las Juntas. ¿Cómo es enfrentarse a un texto tan largo, tan potente y tan relevante desde el punto de vista de la historia?
Es cierto. La propia construcción del guion apunta a que ese es el momento álgido de la historia. Hasta su mujer se encarga de recordárselo y puntualizar hasta qué punto es importante (“vas a tener que escribir un lindo discurso, porque parece ser que todo depende de eso”), cuando en realidad Strassera no necesita ponerse más nervioso. Todo el mundo estaba muy preocupado con la escena del alegato final. Santiago Mitre era uno de ellos. No fue mi caso. Nunca me tembló el pulso con respecto al alegato.
Cuando leo algunos guiones me encuentro escenas con las que sentís que merecen un pulido, que necesitan un trabajo un poco más fino. El alegato lo trabajamos hasta el último día, incluso incorporamos cosas que no estaban el último día, como la mención a los peronistas y psicoanalíticas. Hubo cosas que se acabaron siendo suprimidas por cuestiones de duración. Siempre estuvimos muy preocupados con ese tema. Es paradójico, porque estamos hablando de un monólogo que tiene 11 minutos, algo que en términos cinematográficos es una eternidad y sin embargo pasa volando.
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Si no está bien editado, si no está bien construido, si no está bien representado por cada uno de los planos que lo componen, no hubiera funcionado como funciona. Cada una de las cosas que se dice en ese texto repercuten de alguna forma en la escena. Estaba tan bien diseñada la escena que yo nunca tuve miedo. Entiendo la preocupación de los demás con ese momento, porque es un momento álgido de la película y todo nos lleva esa secuencia, pero nunca me contagié de esas dudas. La primera vez que lo leí, dije: “Wow”.
Acabamos haciéndolo 30 veces en varios días. Había entre 300 y 350 personas sentadas en la audiencia. Cada vez que me fijaba en la audiencia, siempre me encontraba a extras que llevaban varios días escuchando lo mismo y que aún así tenían los ojos rojos por la fuerza de la escena. Por exigencias de cámara y para asegurarnos de que teníamos todo lo que necesitábamos, lo tuvimos que hacer muchas veces. Casi siempre, salvo casos puntuales, lo hacía del tirón. Fue una escena muy emocionante para todo el mundo. En una ocasión llegué a ver como el actor que hacía de Videla se emocionaba (ríe).
Hay un detalle que funciona muy bien en la película: la relación entre el fiscal Strassera y su hijo. ¿Cómo fue crear esa dinámica con el niño?
Ese chico es muy inteligente. Santiago Barnos es muy inteligente. Es un actor que piensa mucho las cosas a pesar de su edad. Uno esperaría que un actor de su edad estuviera más enfocado en repetir o hacer lo que le piden. Él reflexionaba sobre cada cosa que tenía que hacer, y respeté eso muchísimo. Nos llevamos muy, muy bien. A mí me preocupaba mucho ese vínculo dentro de la historia. Estuve muy, muy atento a cada una de las situaciones, escenas, planos y reacciones que teníamos y de cómo debíamos convivir con eso.
Me encanta que lo destaques. Creo que es una subtrama dentro de la película muy importante, porque habla por un lado del futuro de la gente joven y de las cabezas frescas. Por otro lado, habla de la fragilidad de Strassera dentro de su propio seno familiar, dependiendo de la conexión con su hijo, de la relación con su mujer, de su hija, que lo tiene cortito y marchando. Un tipo a cargo de semejante titánica tarea que tiene unas dinámicas muy interesantes en el seno familiar. Eso le daba mucha movilidad, mucha modulación y mucha humanidad a los personajes. Los convierte en seres de carne y hueso. Creía mucho en la importancia de ese vínculo, de esa subtrama con el hijo. La defendí a muerte y estoy feliz de que haya sido así, porque el chico se lo merece. Es muy bueno, muy bueno.
Acabamos haciéndolo 30 veces. Había entre 300 y 350 personas sentadas en la audiencia. Cada vez que me fijaba en la audiencia, siempre me encontraba a extras que llevaban varios días escuchando lo mismo y que aún así tenían los ojos rojos por la fuerza de la escena
Esa subtrama familiar se cierra con ese último momento con la mujer.
Ese momento casi se termina transformando en una escena romántica, cuando en principio no lo era. Los términos que ella utilizaba para describir a la persona con quien ella que estaba casada eran bastante más duros que lo que finalmente utilizamos en la película. Creo que sabiamente Santiago los cambió. Es una escena que me gusta cada vez más cuando la veo, porque también habla de la fragilidad de estos seres comunes puestos en un contexto tan extraordinario. Eso revitaliza un lugar común que siempre aparece en las galas de premios, por ejemplo. Cada vez que alguien tiene un micrófono delante, termina dedicándole algo a su familia. Desde casa todo el mundo piensa lo mismo. ¿Otra vez? Pero es que es así. Sin tu familia o con tu familia en contra, los panoramas son completamente distintos. Por eso creo que ese momento acaba siendo tan potente en la película.
Los títulos de crédito destacar cómo Argentina ha vivido en democracia a partir de los acontecimientos que cuenta la película. Ricardo, ¿crees que el país ha cerrado ya las heridas de lo que pasó con la dictadura?
En gran medida, sí. En Argentina nunca se ha cerrado nada, está todo abierto todo el tiempo. Pero que hay que ser justos y admitir que la sociedad ha sanado casi todas sus heridas. Es un hecho que cada golpe de facto siempre necesita cierto apoyo de la ciudadanía para que pueda triunfar de verdad. En ese sentido hemos avanzado muchísimo. Ese es el motivo por el cual estamos ejercitando la democracia. Estamos transitando. Estamos aprendiendo, a tropezones, con golpes, como sea. Pero estamos en ello. La estamos.
Hoy en día, a pesar de algunos conceptos o reflexiones aislados con respecto al atentado contra la democracia, considero que la sociedad está mucho más preparada y mucho más sólida en ese sentido. Puede haber diferentes interpretaciones sobre cómo deberían ser las cosas. Hay un sentimiento unificador que en parte creo que se debe al Juicio a las Juntas. Ese “Nunca más” final tiene una altísima representatividad. Es probablemente una de las pocas cosas en la historia de la Argentina que lograron verdaderamente una unificación.
Ver ese avance es altamente satisfactorio. Por supuesto, como en todas las democracias del mundo y en todas las comunidades, hay muchas cosas en la cuenta de asuntos pendientes. Todavía hay cosas que debemos intentar solucionar y resolver y que nos están costando trabajo, pero tengo confianza en que, aunque el camino es arduo, se va solidificando.