Han pasado ya 23 años de la muerte del escritor Torcuato Luca de Tena y 43 de la publicación de su novela más famosa, Los renglones torcidos de Dios. Cuando los lectores más fieles ya habían dejado de esperar que el patrimonio del autor encontrara el autor adecuado para llevar al cine la historia de Alice Gould, Atresmedia y Warner pusieron sobre la mesa el nombre de Oriol Paulo. El director de Contratiempo se lo pensó durante meses y puso una condición: que Bárbara Lennie fuera su protagonista. Dicho y hecho. La actriz y el director acaban de estrenar la esperada adaptación en el Festival de San Sebastián, una cuidada producción que aspira a devolver al público adulta a los cines.
SERIES & MÁS ha hablado en profundidad con uno de los directores con más personalidad en el cine comercial español, un autor inconfundible que hasta ahora se ha negado a trabajar en otras industrias (puede que esto cambie a corto plazo, nos adelanta) y que se ha enfrentado en Los renglones torcidos de Dios al reto más complicado de su carrera: adaptar un clásico literario, construir una película alrededor de una actriz y construir un nuevo mundo desde una antigua tabacalera de Tarragona. El resultado llega a los cines españoles el 6 de octubre.
[Así se gestó la complicada adaptación al cine de 'Los renglones torcidos de Dios']
En la cultura pop española no hay muchas propiedades intelectuales tan potentes como Los renglones torcidos de Dios. ¿Cómo ha sido el reto de enfrentarte a la adaptación de un clásico?
Había y hay vértigo, obviamente. Cuando Atresmedia y Warner me ofrecieron hacer esta película, mi respuesta fue salir corriendo. Tardé seis meses en aceptar el encargo. Guillem Clua, el dramaturgo y guionista, y yo hemos sido muy conscientes de que estamos adaptando una novela escrita hace más de 40 años, en un momento muy distinto para un público muy distinto, en un medio distinto, con un lenguaje muy concreto. Queríamos hacer una adaptación que fuera fiel al espíritu de entonces, pero que se pudiera sentir como una película de ahora.
Estamos hablando de una novela que se publicó hace casi 50 años. En la adaptación se aprecia una intención feminista en el viaje de los personajes y no hay demasiadas referencias políticas o religiosas del libro de Torcuato.
No quería caer en el error, así entre comillas, de acabar haciendo una caricatura de una época. Para que la película se sienta actual hay un empoderamiento femenino, aunque creo que ya estaba presente en la novela. Alice Gould ya era una mujer avanzada a su época, pero es verdad que el personaje de Loreto es más actual y es una fusión de dos personajes del libro.
Ahí sí que le hemos dado más caña, sobre todo retratar cómo entonces en España estábamos en un momento en el que muchas cosas estaban cambiando, así que también debían cambiar dentro de esas cuatro paredes. A finales de los 70 ya había una nueva psiquiatría que ya estaba pidiendo paso a la vieja escuela. El proceso de filtraje ha sido una cuestión de feeling con Guillem. Teníamos que decidir hasta dónde sí, hasta dónde no y sobre todo tener claro el punto de vista. La perspectiva que elegimos fue contar el viaje de Alice Gould, así que teníamos que reforzar cómo una mujer era capaz de poner en jaque al director de un sanatorio.
Visto desde 2022, llama la atención ver tanta gente fumando en la película. Cada vez aparece menos en el cine y la televisión, sobre todo en producciones de plataformas. ¿Tuvisteis un debate al respecto?
En El inocente sí conseguimos que se fumara, por ejemplo. Es verdad que esa forma de fumar nos lleva directamente a esa época. En la novela se fuma mucho, fuman todos y fuman en todos sitios. Es verdad que debatimos sobre esto, pero al final decidimos que íbamos a preservar el momento y el contexto histórico. Como en esa época eso era lo más normal, se quedó en la película.
¿Cómo fue la construcción del mundo que rodea a Alice, desde el sanatorio a la gran cantidad de figuración que lo habitan?
Esto fue lo más complicado de todo el proceso. Nos volvimos muy locos con las localizaciones. Al final, encontramos una antigua tabacalera en Tarragona para el exterior del sanatorio que nos servía. Cogimos ese espacio y lo ubicamos digitalmente en una montaña para dar esta sensación de aislamiento y de tener a personajes estigmatizados que están dentro de cuatro paredes. Con los interiores tuvimos la suerte de poder encontrar un edificio de la época que estaba en desuso, por lo que utilizamos las cuatro paredes construidas y entre esas cuatro paredes nosotros construimos todo nuestro universo del sanatorio, así que teníamos prácticamente todo en el mismo espacio.
Nos tomamos los extras como si fueran un personaje más dentro de la película. El proceso de casting fue bastante lento. Están todos seleccionados minuciosamente. Guillem y yo hicimos un desglose de la novela. Todos los personajes no podían entrar, pero después de documentar todas las enfermedades y patologías que describe el libro, las asignamos a cada uno de los figurantes. Óscar Valsecchi, un coach de actores y de movimiento, estuvo trabajando con cada uno de ellos para que estuvieran todo el rato mi personaje en cualquier escena. Si en primer plano está pasando algo, en segundo plano están pasando otras cosas que estaban absolutamente planificadas.
Si me estás preguntando si haría una película en inglés, con mi gente y con la ambición de salir fuera, la respuesta es que sí
La resolución de la trama principal se resuelve mucho antes en el libro que en la película, donde mantenéis la duda hasta el final.
Lo decidimos para dar sentido a la historia de película y no de libro. La novela se apoyaba muchísimo en la voz interior, que es lo que de alguna manera te hace de hilo conductor durante toda la lectura. Nosotros no íbamos a hacer una película apoyada en la voz interior de un personaje, así que teníamos que potenciar la resolución desde el guion y desde el montaje. Hicimos muchísimas versiones y llegó un momento en el que decidimos que la mejor manera de terminar, pensando en el espectador de ahora, era contar ese final y en ese momento.
No es habitual ver películas españolas de dos horas y media. ¿Ha tenido Los renglones de Dios un montaje desafiante?
Ha sido un proceso duro, porque en la película había algo incontrolable. Había tanta figuración, pasaban tantas cosas todo el rato, que por mucho que lo traigas todo muy planteado, pasaban cosas a las que no te podías anticipar. Ha sido un trabajo intenso. Empezamos con una duración bastante más larga y poco a poco hemos ido dando forma a la película, aunque sin tocar nada del guion ni de la estructura. Nos hemos quedado con los mejores momentos del mundo que rodea a la película, no tanto en la historia de Alice.
Sobre la duración, hemos querido hacer una película que bebe mucho del cine de los 70. Ahí no había estos problemas de metraje. Hay muchas películas que están en dos horas y media. Al final ir al cine es una experiencia especial. Entras en una sala, se apagan las luces y entras en una historia. La gente se puede tragar ocho horas de una serie en su casa en un domingo por la tarde y no pasa nada. Es verdad que daba vértigo hacer una película tan grande, pero es algo que ya nos pasó al revisar la novela. Desde que empezamos con el guion nos dimos cuenta de que el libro era inabarcable. Aunque eliminaras algunos detalles de la historia, era muy fácil irse a una duración más larga.
Has contado que no hubieras hecho esta película sin Bárbara Lennie. ¿Cómo ha sido crear con ella un personaje como Alice Gould?
Decidí llamar a Bárbara en un estadio muy inicial del proyecto. No había leído el libro antes. Desde el principio empezó a leer lo que íbamos escribiendo Guillem y yo. A partir de ahí tuvimos un diálogo muy fluido. Hicimos un trabajo de mesa, lectura, ensayos, documentación y referencias. Sí que hubo un momento en el que se abrieron cosas. Por ejemplo, después de los primeros ensayos le di espacio para que trabajara con un coach, Gerard Toms. Quería que pudiera desmadrarse, probar cosas y después ver con qué nos quedábamos, con qué no y seguir trabajando. Nos imaginamos a Alice en distintas situaciones y algunas han entrado en la versión final de la película.
Hay un momento memorable cuando Bárbara empieza a bailar.
El baile estaba escrito, pero lo que no estaba era el final de ese baile, ese gesto final que tiene ella y en el que vemos algo de éxtasis. Eso salió de estas conversaciones y experimentaciones que tuvimos con Bárbara. Al final ha sido un trabajo muy especial, al menos para mí. Yo nunca había trabajado así ni había puesto una película tan al servicio de una actriz. Ha sido un trabajo de hablar mucho, de esforzarnos en entendernos y sentir las cosas juntos.
No quería caer en el error, así entre comillas, de acabar haciendo una caricatura de una época. Para que la película se sienta actual hay un empoderamiento femenino, aunque creo que ya estaba en la novela
Los looks de tus personajes siempre son muy comentados. ¿Cómo fue el viaje de encontrar la imagen de Alice Gould?
En mis películas me gusta rodearme de mi equipo y crear estas cosas entre todos. No trabajo solo. En este caso estaba Montse Sanfeliú, que ya había trabajado con ella en El Inocente y me parece una persona maravillosa y con un talento descomunal. Empezamos a hablar mucho de los looks y nos preocupaba mucho, sobre todo, el de Eduard y el de Bárbara.
Que Alice fuera rubia estaba ya prácticamente leyendo la novela tuya. No sé si estaba precisando, pero leyendo te imaginas enseguida a una mujer rubia. Bárbara tenía la misma idea y trabajamos a partir de ahí. Con Eduard nos costó más. Probamos muchísimas cosas, porque queríamos encontrar algo que fuera muy contundente. Para el look de Samuel Alvar trabajamos mucho con Eduard. A mí me gusta hablar con el actor, porque quiero que se sientan cómodos cuando se vean con el vestuario, con el maquillaje, con los pelos… Es importante que ellos sientan quién es el personaje.
Toda tu carrera se ha movido dentro del cine patrocinado por televisiones. No siempre es fácil encontrar tu sello en el cine comercial, pero creo que se puede ver una película de Oriol Paulo y saber que es tuya sin necesidad de verte en los créditos. ¿Has tenido que pelear mucho para que te dejen contar las cosas a tu manera?
Si la pregunta es si me han condicionado o no, creo que no es el caso. Vengo de hacer una serie, donde teóricamente hay muchas normas y muchas cosas a tener en cuenta, y a mí me han dado libertad total para hacerla. En el caso de Los renglones torcidos también. Una de las cosas que pedí cuando empecé a trabajar en el proyecto fue que la gente que custodiaba los derechos estuviera cómoda con la adaptación. No solo nos dieron espacio, sino que nos apoyaron porque entendieron que se estaba respetando el espíritu de la novela y que se había entendido muy bien el proceso de síntesis.
Tengo la suerte de que me han dado libertad. Otra cosa es si me planteo hacer cambios ahora en mi carrera y la respuesta sería sí. Ya lo quería hacer después de Durante la tormenta, pero me ofrecieron hacer esta película y no pude negarme.
¿Qué clase de cambios podemos ver en el futuro?
Ahora estoy con un proyecto del que no puedo hablar todavía, pero me apetece mucho y que sí que está dentro de mi mundo. Llevo años trabajando en un proyecto que no es fácil de levantar y en el que también estaría Bárbara Lennie si ella quiere. Dentro de mi mundo, es un cambio de registro. Espero que pase. Es algo que estoy intentando hacer desde hace mucho tiempo.
La historia de cómo Contratiempo fue un éxito en China ya es famosa. ¿De verdad que nunca te han llamado para trabajar fuera?
Sí que me han llegado ofertas de otros países. He tenido pesadillas dándole muchas vueltas a qué quería hacer. Te voy a ser muy sincero. Yo aquí estoy bien y soy feliz con lo que hago. Soy un chico de Sabadell que hace lo que le gusta. Tengo mis amigos aquí, mi familia… no sé, se me haría muy raro. Me gusta mucho trabajar en equipo y en familia. Se me haría muy raro trabajar con gente que no conozco y entrar en esa dinámica. Me ha pasado y me sigue pasando. Me cuesta, porque me genera mucho conflicto interno, pero mientras me dejen, mi intención es seguir aquí.
Bayona sí ha conseguido llevarse a parte de su equipo cuando trabaja fuera.
Ese caso sería distinto. Si me estás preguntando si haría una película en inglés, con mi gente y con la ambición de salir fuera, la respuesta es que sí. Ahora estamos desarrollando una historia con Sandra Hermida para poder hacer algo así. Va para largo, porque estoy trabajando en otro proyecto también con Sandra, pero esto sí sería algo que me apetecería mucho. A mí lo que me genera el conflicto es que desde fuera los agentes te manden cosas para que tú te vayas a no sé dónde y a trabajar con no sé quién, casi como si fueras un funcionario. Ahí es donde no me veo.
Yo soy optimista, pero no conmigo, sino que soy optimista en general. Creo que el cine ha estado muerto muchas veces y siempre ha vuelto y encontrado la manera de volver
¿Cómo crees que te ha cambiado como director esta película?
Me he tenido que salir mucho de mi zona de confort, aunque la película se sienta mía. Es una película que me ha exigido muchísimo. Mira, por ejemplo, el mundo de la figuración. Parece una tontería, pero yo soy muy pesado y soy esa clase de persona a la que le gusta tenerlo todo súper controlado y muy pensado de antes.
Todo ese mundo era un elemento incontrolable para mí, que me ha obligado a estar vivo y abierto a todo lo que pudiera pasar. Eso y la relación con Bárbara. Hemos tenido una relación de dejarnos acompañar, de crear un personaje juntos. Ella luego me pidió permiso para apoderarse del personaje y probar cosas en el set sin tener que ir hablándolo todo. Ha habido algo de la manera de trabajar que me ha exigido estar a 100.000 cosas y a ser un poco más preciso en el trabajo con la protagonista. A mí me gusta rodar mucho y aquí me contenido para no quemar energías.
Se ha hablado mucho en los últimos años de la libertad creativa del director, sobre todo a partir de la entrada en escena de las plataformas de streaming. ¿Cómo te llevas con la figura de los intermediarios, ya sea un productor o alguien de una distribuidora, que participa activamente en la película a nivel creativo?
Lo llevo bien. Más allá del productor, yo he trabajado mucho también con Laura Rubirola, a la que me gustaría destacar. Este año ha hecho Suro, por ejemplo. Hemos hecho juntos todas mis películas. Para mi es una figura que siempre está conmigo. Según la producción tiene un cargo u otro, pero para mí es un elemento clave para tener una comunicación buena y fluida con los productores, con los que están arriba. Más que intermediaria, la veo como un filtro y una mano derecha de uno u otro. Es un sistema de trabajo que siempre me ha funcionado muy bien. Soy una persona que evita siempre que puede el enfrentamiento directo. Cuando hay conflictos, no soy persona de negociar. Cuando estás rodando es verdad que muchas veces no hay tiempo y a mí me sirve mucho tener una figura que esté conmigo y apoye mi visión.
La gente ha vuelto a ver cine español después del coronavirus, pero las producciones que mejor han funcionado han sido las familiares. Los renglones torcidos de Dios es una gran producción con muchos reclamos para el espectador. Si no funciona una película como esta, ¿qué hacemos?
No me digas eso (ríe). La verdad es que siento algo de vértigo. Ya no por nosotros. Se acaba de estrenar Modelo 77 y no sé cómo está yendo. Siento que el cine está en un momento muy raro. Al final sí que es verdad que en plataformas están funcionando muchas cosas y en el cine la pandemia ha acelerado un modelo que ya estaba cambiando. A ver qué pasa. Yo soy de los que piensa que hay películas que están hechas para ser vistas en cine. Esta es una película rodada en 2:55 en formato panorámico, años 70, para ver en pantalla grande. La experiencia sensorial que te da el cine, no te la da la televisión.
Yo soy optimista, pero no conmigo, sino que soy optimista en general. Creo que el cine ha estado muerto muchas veces y siempre ha vuelto y encontrado la manera de volver. Lo que tenemos que hacer nosotros es hacer buenas películas para que la gente tenga razones para ir.