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Alice Gould, investigadora privada, ingresa en un hospital psiquiátrico simulando una paranoia. Su objetivo es recabar pruebas del caso en el que trabaja, pero en el centro descubrirá cosas que pondrán en duda su propia cordura. Si les suena este punto de partida, es porque probablemente hayan leído en algún momento de su vida Los renglones torcidos de Dios, la novela superventas de Torcuato Luca de Tena que llega por fin a los cines el próximo jueves 6 de septiembre

Con la adaptación de una de las propiedades intelectuales más perseguidas en el mercado editorial español también se pone fin también a otra desafortunada sequía: Bárbara Lennie no había protagonizado una película desde el estreno de Petra en 2018. La madrileña se vio incapaz de decir que no a su amigo Oriol Paulo: cuando recibió la llamada de Warner Bros. y Atresmedia Cine, el director catalán avisó de que solo haría la película con ella de protagonista. 

Lennie fue una de las grandes protagonistas de la 70.ª edición del Festival de San Sebastián, donde apareció embarazadísima para presentar Los renglones torcidos de Dios, El agua (la ópera prima de Elena López Riera que seleccionó la Quincena de Realizadores del Festival de Cannes) y El suplente (una película argentina en la que se reunió con su amigo Diego Lerman y para la que tuvo que aprender el acento bonaerense).

SERIES & MÁS habló con la protagonista de Magical Girl en la ciudad donostiarra. La necesidad de decir que no, su particular relación con Oriol Paulo, la moda de los actores no profesionales en España, las famosas pelucas del director catalán y la importancia de dar ejemplo en el set cuando eres la protagonista fueron algunos de los temas que surgieron en la conversación con una actriz que se mostró cercana y reflexiva días antes de dar a luz a su primer hijo.  

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Oriol Paulo dijo que no iba a hacer Los renglones torcidos de Dios si no era contigo. ¿Cómo es ese momento en el que te dice que quiere que seas su Alice Gould?

Aunque habíamos trabajado juntos en Contratiempo, fue una llamada muy sorprendente. De repente me lo dijo tal cual. Me han ofrecido esto. Creo que él también necesitaba cierta confianza. Adaptar la novela no era fácil a priori y no lo tenía tan claro al principio. Imagino que contar con una aliada en la que confiaba para el papel protagonista le parecía importante. Él lo tenía tan claro que yo no me lo pensé mucho. Me pareció un proyecto a priori súper interesante. Yo no conocía la novela antes de hacer la película. Eso es algo que creo que me ha jugado a favor porque no tenía ningún tipo de presión ni de expectativa. Todo esto pasó mucho tiempo antes del rodaje. Pasó más de un año desde esa primera llamada de Oriol. 

Este es su primer estreno en cuatro años. 

Es verdad que no hago tantas películas. Bueno, fue una mezcla de cosas. Primero fue la llamada de Oriol. Creo que es el director con más ojo y más clase en el cine de género en este país. Los renglones torcidos de Dios era una producción ambiciosa. A veces también apetece salir de algunos lugares que conozco más y que están situados más en los márgenes. Hacía bastante que no hacía un protagonista absoluto como este. Asumir esa responsabilidad supone un montón de cosas y me apetecía mucho hacer algo así. Alice Gould era un personaje denso que he tardado en entender y que me creado muchas dudas y preguntas. Me he cuestionado muchas cosas buscándola y eso siempre es interesante. 

Es tu primer protagonista en mucho tiempo. Además, con un proyecto en el que hay tanta figuración y personajes secundarios. ¿Se siente una responsabilidad distinta cuando eres la cabeza visible de un proyecto?

Ves el plan de rodaje y pone “1. Bárbara”. De repente te das cuenta de que estás en todos los días de las diez semanas de rodaje. La protagonista o el protagonista de una película tiene también una especie de responsabilidad con respecto a la energía que se establece en el set del trabajo. No es lo mismo ir a un rodaje para hacer tres o cuatro días. Quien te recibe es muy importante. Cómo entra en el ser. Cómo trata a la gente. Qué energía imprime en los demás. Qué ritmo de trabajo hay. Todo eso lo marca el protagonista. Tener una buena actitud es fundamental y es una responsabilidad.

Te preparas como si fuera un tour de force, como si fueras a subir el Everest. Son esos viajes que tienes que estar muy concentrada, muy aislada también del mundo. En este caso fueron muchas semanas de una entrega muy alta al proyecto. Fueron muchas horas, y físicamente hay que estar fuerte.

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Oriol ha contado que le pediste libertad para probar cosas con el personaje. ¿Cómo fue esa escena de baile en la película, por ejemplo? 

Me ha contado que a él esa escena es lo que más le costó rodar. A mí me pasó lo contrario, porque es donde más libertad me dio. Sobre el papel a veces era un poco difícil de imaginar cómo dar vida a Alice porque era un personaje que estaba como muy escrito. Estaba escrito de una manera muy literaria en una estructura muy cerrada y en un artificio muy concreto. Es verdad que le dije que me gustaría personalizar el acercamiento a ella, porque no sabía muy bien cómo hacerlo. Ese ha sido el diálogo entre los dos.

Oriol es un director súper calculador. Todos los días viene con la planificación completa. Entras al set y ya tiene muy claro dónde va a ir la cámara, cuántos planos va a haber, dónde te vas a mover. Y yo soy lo contrario. Teníamos que buscar ese lugar de encuentro para que encajaran los dos estilos. 

Oriol Paulo y Bárbara Lennie, detrás de las cámaras de 'Los renglones torcidos De Dios'.

Oriol es un director muy artificial, en el mejor sentido posible. Sus películas tienen un estilo muy concreto. Las pelucas de sus personajes son muy famosas, por ejemplo. 

Absolutamente. El pelo en las películas es muy reconocible. 

¿Cómo fue la búsqueda entre los dos de la peluca perfecta para Alice Gould?

No es peluca. Fíjate lo que le gusta a él que parezca peluca (se echa a reír). En realidad es mi pelo teñido. Hay algún momento donde le va creciendo la raíz. Para la continuidad el departamento de peluquería se inventó como un pequeño postizo que usábamos dependiendo de en qué momento estábamos. Tenía más o menos raíz, pero el groso digamos es mi pelo. 

Como siempre es así en sus películas, lo había dado por supuesto. 

Ya, tío. Es una marca ya de su cine, tener a actores a los que les pone pelucas raras. Él seguro que te lo explicará mejor, pero creo que hay algo de eso, de la voluntad de alejarse del cotidiano y del naturalismo. Él escribe de una manera bastante particular en ese sentido. Es como que la vida le interesa, pero le interesa más cómo el artificio cuenta la vida. 

Alice Gould era un personaje denso que he tardado en entender y que me creado muchas dudas

Bárbara Lennie, actriz de 'Los renglones torcidos de Dios'

Hay un momento clave en la película en la que me hizo pensar en Elisabeth Moss y El cuento de la criada. ¿Cómo se enfrenta a alguien a un primer plano que va a ser tan importante para la película? 

Es uno de esos planos que es mejor no pensarlos mucho, ¿sabes? Si lo piensas mucho te paralizas. “Es que aquí se tiene que entender… todo lo que…”. No sé, si me pongo en ese plan estoy sentada en el horno. En momentos como ese me dejo guiar por el director, por una energía, no lo sé. Confío también en que eso va a tener sentido si la historia tiene sentido. Si no lo ha tenido hasta entonces, por mucho que tú hagas, va a dar igual. Creo que a veces a los actores se nos da como una especie de lugar y de importancia que no corresponde tanto con la realidad. Tú puedes hacer un muy buen trabajo en una película que no lo refleja o hacer un trabajo más mediocre en una película que sí viste más lo que haces. Dependes de muchas cosas. 

Es verdad que en esto era muy claro Oriol. “Este es un primer plano y tú haces lo que quieras o lo que puedas”. No sé por qué, pero a lo largo de todos estos años me ha tocado bastante hablar a cámara. Me ha tocado romper muchas veces cuarta pared. No entiendo muy bien por qué, quizás será porque me gusta mucho la espectadora y lo voy buscando de alguna manera. 

Este año estrenas también El agua y El suplente, donde tienes papeles mucho más pequeños y que también han estado en San Sebastián. 

En El suplente, por ejemplo, me fui a Argentina y todo. Para mí era como irme a ver a unos amigos que conocen todo de la película, pero que también son un poco como mi familia. Es un personaje que no tiene ningún gran conflicto a priori, que lo que aporta es luz y ayuda a crear un mapa del protagonista. Eso fue como un paseo maravilloso. En El agua estaba el reto de trabajar con Luna Pamiés. Al no ser actriz profesional, te obliga a ti a estar en un lugar que no es el habitual. Aún así todo fluyó muy naturalmente en el rodaje. 

Se ha hecho toda la vida, pero últimamente el cine español apuesta mucho por usar actores no profesionales. ¿Cómo lo ves tú, que vienes del teatro y de formarte como actriz? 

Es verdad que hay un montón de películas así. Ayer estaba viendo Días de cine y salieron cuatro películas dirigidas por mujeres. Pues todas tenían actores no profesionales. Me llamó mucho la atención. Entiendo esa curiosidad y que sea un recurso interesante para contar historias. Yo ya lo he hecho varias veces. Lo hice con Jaime Rosales en Petra, con actores naturales como él dice. Lo había hecho en Una especie de familia, con Diego Lerma. También con Isaki Lacuesta en Los condenados.

Es algo que me resulta muy familiar y que me divierte. No es fácil a veces, te obligan a bajar a un lugar de mucha verdad, como a llevar las secuencias, a estar muy presente y a la vez estar fuera. Ellos no saben cómo ir guiando y tienes que guiar tú. Cuando tienes la ambición de que la vida entre en el cine si usas este tipo de actores puede ser algo mucho más tangible y más directo que si lo cuentas con actores que se dedican profesionalmente a ello. 

Bárbara Lennie posa en San Sebastián ante los medios.

Ahora que vienes de una racha sin hacer cine, donde has hecho teatro y la serie El desorden que dejas. ¿Qué es lo que te motiva a ti a ir a un set, a parar tu vida tres meses y centrar tu vida en un personaje? 

Es una mezcla de cosas. El otro día estaba viendo una entrevista con Tilda Swinton. Parecía raro, porque ella decía que no se consideraba una actriz y que ella elegía personas y no personajes. Elegía relaciones, no guiones. Hay algo de eso que me parece interesante, porque al final lo que te motiva es el contacto con el otro, más que el personaje sea muy grande o muy pequeño, muy difícil o muy fácil. Hay algo de lo que tú dices, de parar tu vida tres meses, que para mí vale la pena si hay un encuentro con otro que sea enriquecedor.

Cada vez lo tengo más claro porque este es un oficio maravilloso, pero también puede ser muy demandante y agotador en ese sentido, no. Cuando esa conexión especial no pasa, no sé hasta qué punto tiene sentido estar 12 o 14 horas al día… ¿para qué? (Se echa a reír) Diría que la persona que está detrás del proyecto o delante del proyecto es lo más importante. 

Oriol escribe de una manera bastante particular. Es como que la vida le interesa, pero le interesa más cómo el artificio cuenta la vida. 

Bárbara Lennie, actriz de 'Los renglones torcidos de Dios'

François Ozon me contó que haciendo Peter Von Kant, su última película, se dio cuenta de hasta qué punto un actor también es autor de la película cuando su protagonista pasó de ser Xavier Dolan, su primera opción, a un actor radicalmente opuesto como Denis Menochet. Después de esta película tan particular, ¿sientes que tú también eres con Oriol un poco autora de Los renglones torcidos de Dios

Es interesante lo que dices. Porque sí es verdad que tú eliges una cara, eliges una voz, eliges un alma. De alguna manera estás eligiendo a alguien que cuenta contigo la historia. Por supuesto. Yo me pongo del otro lado y creo que si quisiera contar una historia elegiría con mucho cuidado con quién hacerlo porque, efectivamente, va a marcar de principio a fin la película. Especialmente en una película como esta. Cuando tienes un personaje tan importante, va a influir mucho en el resultado final de la película. Si te fijas en la historia del cine, hay grandes aciertos en ese sentido y grandes errores, claro. 

¿Ha llegado un momento en que, hasta cierto modo, es liberador decir que no a una oferta?

Liberador no lo sé, pero me parece que es necesario decir que no y tener criterio en tu carrera. Es tan importante hacer las cosas como no hacerlas. A veces los noes determinan más que los síes en tu carrera. Es un clásico y es un cliché, pero que es verdad. Uno va definiendo su viaje justamente con todas estas decisiones. Yo soy un poco kamikaze, yo he dicho no cuando he tenido el privilegio de poder decirlo y cuando no lo he tenido también. A veces he sentido que no lo podía hacer o que no lo sabía hacer o que no me interesaba, y me he decidido dejar guiar por el instinto. No he dudado mucho de estas cosas.

A veces te ofrecen también proyectos a largo plazo que te obligan a comprometerte durante muchos años si va bien. Te tiene que cuadrar y tienes que estar muy segura. Si me meto en un proyecto así, tiene que ser en algo en lo que crea mucho o en el que mi implicación vaya más allá de ser actriz. Estar en otros campos, por ejemplo. Si no, me resulta un poco forzado.