El pasado mes de junio se cumplieron 40 años de la muerte de Rainer Werner Fassbinder, pero las influencias del visionario director de Querelle siguen presentes en nuestros días. Con Peter Von Kant, nueva versión con cambio de género de incluido del clásico Las amargas lágrimas de Petra Von Kant, François Ozon vuelve a fijarse en uno de sus grandes maestros para explorar algunas de las obsesiones más habituales del hiperactivo cineasta francés: la ficción dentro de la ficción, la homosexualidad y las dinámicas de poder. El resultado acaba de llegar a los cines españoles después de inaugurar la última edición del Festival de Berlín.
Ozon no quiso perderse la 70.ª edición del Festival de San Sebastián. La ciudad y el certamen donostiarra se han convertido en su segunda casa desde su primera participación en la Sección Oficial en el año 2000 con Bajo la arena. Doce años más tarde, el francés salió del festival con el premio más importante hasta entonces de su carrera: la Concha de Oro en 2012 por En la casa (en el año 2020, justo antes de la pandemia que inspiró su nueva película, recibió el Gran Premio del Jurado de la Berlinale con Gracias a Dios, el sobrio drama sobre los abusos sexuales en la Iglesia francesa).
El hiperactivo autor deja atrás el mundo de la moda de la película original para anclar su revisión del icónico personaje en el mundo del cine para contar la historia de Peter Von Kant, un famoso director de éxito que vive recluido en su apartamento con su asistente Karl, al que maltrata y humilla. Gracias a Sidonie, una actriz con la que trabajó en el pasado, conoce y se enamora de Amir, un apuesto joven de origen modesto al que ofrece su casa y sus contactos para introducirse en el mundo del cine.
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Han pasado 22 años de la primera adaptación del francés de una película del genio alemán. En 2000 estrenó Gotas de agua sobre piedras calientes, una reimaginación de su obra inspirada en una película inacabada de Fassbinder, un proyecto que hizo cuando tenía 19 o 20 años. “Peter Von Kant nació en el confinamiento”, recuerda desde San Sebastián el francés, “cuando estábamos en esa primera parte de la cuarentena tan bestia con todo el mundo encerrado en casa. No sabíamos que iba a pasar y me pregunté si íbamos a poder volver a hacer cine como antes o si estaríamos obligados a hacer cine solo en sitios cerrados”.
Fue ese momento cuando se le ocurrió hacer una versión de Lás lágrimas de Petra Von Kant, una de sus obras favoritas de Fassbinder. “Me tomé el proyecto como un homenaje. La película original es demasiado grande en sí misma como para hacer un remake”. En su último trabajo también hay una referencia de otros de sus referentes Oscar Wilde, autor de la frase “todos los hombres matan lo que aman”.
“Tanto Wilde como Fassbinder tenían una visión mucho más negra que la que yo pueda tener sobre el amor”, aclara antes de recordar los diferentes contextos de cada uno. Oscar Wilde murió en la cárcel por ser homosexual, mientras que Fassbinder nació justo antes de la Segunda Guerra Mundial en una familia muy complicada y en una época donde Alemania quería olvidar como fuera el pasado nazi. “Yo nací en el 67, en un mundo en el que la guerra había desaparecido y había mucha más luz. Creo que es uno de los motivos por los que veo las cosas de otra manera”.
“La vida es un inmenso escenario donde todos interpretamos. Siempre me ha gustado mostrar esa teatralidad en mis películas. Creo que es algo que permite que el espectador se plantee preguntas. Aquí me llamaba la atención la posibilidad de darle la vuelta a la tortilla”, reconoce el francés cuando le preguntan por la teatralidad de Peter Von Kant, una película que transcurre íntegramente dentro del apartamento de su temperamental personaje protagonista. “Puede ser que mi interés por ella venga del teatro de Bertolt Brecht. Ya lo decía Jean Renoir también: todos hacemos un papel en la vida".
“Tanto Wilde como Fassbinder tenían una visión mucho más negra que la que yo pueda tener sobre el amor”, aclara antes de recordar los diferentes contextos de cada uno. El escritor murió en la cárcel por ser homosexual, mientras que el cineasta nació justo antes de la Segunda Guerra Mundial en una familia muy complicada y en una época donde Alemania quería olvidar como fuera el pasado nazi. “Yo nací en el 67, en un mundo en el que la guerra había desaparecido y había mucha más luz. Creo que es uno de los motivos por los que veo las cosas de otra manera”.
“La vida es un inmenso escenario donde todos interpretamos. Siempre me ha gustado mostrar esa teatralidad en mis películas. Creo que es algo que permite que el espectador se plantee preguntas. Aquí me llamaba la atención la posibilidad de darle la vuelta a la tortilla”, reconoce cuando le preguntan por el aura teatral de una película que transcurre íntegramente dentro del apartamento de su temperamental personaje protagonista. “Puede ser que mi interés por esa teatralidad venga del teatro de Bertolt Brecht. Ya lo decía Jean Renoir también: todos hacemos un papel en la vida".
Peter Von Kant supone la tercera colaboración del director con Denis Menochet, el padre de la familia de clase media que intrigaba al protagonista de En la casa y una de las víctimas de abusos sexuales en Gracias a Dios. “Cuando le llamé para hacer esta película, Denis no estaba muy seguro de querer hacer la película”, admite un cineasta que quería cambiar esa idea que el espectador tiene de Menochet (un actor que tiene pendiente de estreno As Bestas, lo nuevo de Rodrigo Sorogoyen) como “un ogro”, el hombre viril, masculino y fuerte que solemos ver en películas como Custodia compartida.
“Quería darle la vuelta a eso y mostrar un lado mucho más sensible de él. Al final Denis se dio cuenta de que era una oportunidad única. Nadie le iba a ofrecer un papel así. Trabajamos mucho juntos con el guion, hasta que se sintió cómodo con el papel”, recuerda Ozon desde la terraza del hotel María Cristina, centro neurálgico de la prensa en San Sebastián.
Cuando Fassbinder escribió Las lágrimas de Petra Von Kant, el alemán tenía 25 años. “Es alucinante que un realizador tan joven escribiera algo así, con todo lo que implica. Mi primera idea para el personaje fue Xavier Dolan”, revela el director, para sorpresa de sus interlocutores. “Le mandé el guion y le encantó, pero me dijo que no contara con él: si hago esta película, van a creer realmente que yo soy así. Me encanta el proyecto, pero no puedo hacerla”. A partir de esa negativa, Ozon decidió buscar un perfil opuesto al de sus primeros instintos. “Peter Von Kant habría sido una película muy diferente con Xavier Dolan, lo que también deja claro que los actores también son autores de las películas”.
Ozon puede presumir de ser uno de los pocos directores que ha competido en numerosas ocasiones en los cuatro festivales de clase A: Cannes, Venecia, Berlín y San Sebastián. Desde Gotas de agua sobre piedras calientes, su tercera película, todos sus trabajos han pasado por alguno de esos certámenes. “Los festivales, los reconocimientos, los premios… hay momentos que puede ser maravilloso y en los que te lo pasas muy bien. Otras veces puede ser terrible porque estás harto”, explica después de insistir en que “la misión del director es hacer películas”.
Según el francés, “hoy en día vivimos una sociedad totalmente mediatizada en la que la comunicación es primordial. Ahora haces una película y luego viene el servicio postventa”, ríe. Toda esa parte que menos le gusta del trabajo no le impide, sin embargo, seguir rodando sin parar. Peter Von Kant acaba de llegar a los cines, pero Ozon ya ha rodado su siguiente proyecto: Mon crime, su reunión con Isabelle Huppert 20 años después de 8 mujeres. San Sebastián le espera de nuevo para su edición de 2023.