Vicky Krieps está a punto de cumplir 39 años cuando recuerda desde San Sebastián, a donde se ha desplazado para presentar c, cómo durante su infancia le decían que se parecía a Romy Schneider. “No sabía quién era, así que lo busqué. Me quedé decepcionada al descubrir que era alguien que ya no vivía”.
Algo debió quedar en su recuerdo porque treinta años después de ese momento la actriz luxamburguesa -conocida, sobre todo, por su espectacular revelación en El hilo invisible, de Paul Thomas Anderson- animó a la directora austriaca Marie Kreutzer a escribir un guion sobre un personaje que había sido interpretado y reinterpretado una y otra vez en el cine y la televisión: la emperatriz Sissi. El resultado es una película que llega el viernes a los cines españoles tras su triunfal recepción en el festival de Cannes.
“Una de las razones para hacer esta película es la propia Romy Schneider”, dice de la actriz germanofrancesa y nacida en Austria que interpretó a Sissi en tres películas que marcaron para siempre su carrera. “Las dos sufrieron, en épocas distintas, eso que persigue a las mujeres que son relacionadas con una imagen y unas expectativas muy concretas. Sientes que tienes que estar a la altura de unas expectativas ajenas y acabas atrapada en tu propia cárcel. Para mí, hacer esta película fue como coger a Sissi y Romy de la mano y salir a jugar”.
A la protagonista e instigadora de La emperatriz rebelde, Sissi le parecía una figura fascinante y compleja. “Hay cosas de ellas que pueden echar para atrás. A veces era desagradable. Podía ser egocéntrica. Era vanidosa. Me permití crear un personaje que fuera más allá de la etiqueta de ser difícil, porque quería entender su sufrimiento”.
La película arranca en la Navidad de 1877, cuando Isabel de Austria (conocida popularmente como Sissi), celebra su 40º cumpleaños. La mujer del emperador Francisco José I no tiene derecho a expresarse y debe mantenerse hermosa y joven para siempre en su papel de emperatriz. Para satisfacer estas expectativas, adopta un estricto régimen de ayuno, ejercicios, peluquería y medición diaria de su cintura. Asfixiada por dichas convenciones, y con un apetito voraz de saber y de vida, Isabel se rebela cada vez más contra esta imagen.
Mientras buscaban la financiación y rodaban La emperatriz rebelde, Krieps estaba consumida por las dudas: "¿le gustaría a alguien la película?". Era una pregunta más legítima de lo que parece. En primera instancia hasta su directora y amiga, autora de películas como El suelo bajo mis pies, no mostraba demasiado interés en el proyecto. El dinero también fue un problema y la directora alemana Maren Ade (Toni Erdmann), a la que la actriz nunca ha visto en persona, ayudó a salvar la producción en el último momento invirtiendo en la película. La actriz ya ha se ha quedado tranquila: su nueva versión de la historia de Sissi ha encontrado su público, fue premiada en Cannes -con el premio de interpretación de la sección Una Cierta Mirada para su protagonista- y representa a Austria en la próxima edición de los Oscar.
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“Para Marie y para mí hacer esta película ha sido como una travesura, cada una teníamos nuestras razones”. Uno de los elementos más comentados de la película es el uso de anacronismos históricos, algo a lo que la austriaca llegó casi de forma accidental y “sin convertirlo en un concepto”, explica la actriz. “Ellla tenía sus ideas, pero todo venía desde la intuición”.
Todo empezó cuando la cineasta se dio cuenta de que su equipo de arte le mostraba objetos de la época y a ella no le gustaban. Kreutzer se quejaba de que eran “demasiado”, algo que se aplicaba a todos los niveles: demasiado kitsch, demasiada tela, demasiado oro, “demasiado en general”. A veces le enseñaban algo, le gustaba y el diseñador en cuestión le decía después: “pero es que esto es de treinta años más tarde”. Según su compañera de aventura, la directora se dio cuenta de que quería “contar una historia, no quiero demostrar a nadie que había hecho los deberes de Historia”.
Esos anacronismos (hay más, pero es mejor que el espectador los descubra por sí mismos) emparejan a La actriz rebelde con una película estrenada el pasado año, cuando la representante austriaca a los Oscar ya se había rodado. “Es una locura la cantidad de cosas que tiene en común con Spencer”, admite”. En la lista de parecidos razonables está una escena de baile, una escapada nocturna o su relación especial con sus hijos. Sissi se adelantó un poco a la época. Diana probablemente también lo estaba. Supongo que hoy sería diferente”, concluye, como quien pide un deseo en alto.
Para Krieps, hay un paralelismo entre muchas mujeres que fueron famosas (y escandalosas) en su época, se llamen Sissi, Marilyn Monroe o Diana de Gales. “Todas eran mujeres que tenían sentimientos cuando se suponía que no debían tenerlos, sino limitarse a representar algo. ¿Qué hicimos con ellas como sociedad? Medicarlas, criticarlas y perseguirlas. Eso destruye a cualquier mujer, obviamente”.
En un mundo cínico en el que cada vez hay menos reinas y princesas, la sociedad cada vez mira más a estrellas de cine, de la música o de internet como referentes. Krieps recuerda cómo recibió el guion de Kreutzer, ese mismo que la directora no había querido escribir inicialmente porque le parecía muy kitsch hacer una película sobre Sissi, le impactó especialmente después de concluir el tour promocional de uno de sus contados escarceos con Hollywood. “La promoción de El hilo invisible es lo más cerca que he estado nunca de ese mundo. No me gustó en absoluto, ni lo digerí bien. Por eso me volqué en el cine francés”.
La luxemburguesa reconoce que hay una ironía similar en el acercamiento a la época y a las mujeres con la película de Paul Thomas Anderson. La experiencia entre una y otra fue muy diferente, sin embargo. “El trabajo con Marie era distinto y yo había tenido la idea de hacer la película. Con Daniel y Paul me sentí muy afortunada de ser invitada al salón de estos dos maestros. Podía bailar, pero el salón seguía siendo suyo. Y no pasa nada, viniendo de donde venía, no se podía hacer nada al respecto. Ahora he crecido y construido mi propio salón, y es más que suficiente para mí”.
No existe la interpretación mejor y la interpretación menor. El arte es algo que está vivo y en Hollywood siempre quieren definir, explicar y que de alguna manera todo se pueda medir en números
Krieps cuenta que hasta que no leyó el guion de La emperatriz rebelde no se dio cuenta de hasta qué punto entendía lo que pasó por la cabeza de la monarca. “Sissi fue, probablemente, la primera víctima de la cultura de las celebridades”, declara, tajante. “Creo que ahora se está extendiendo al resto del mundo. Con Instagram y las redes sociales, todos nos hemos convertido en protagonistas de nuestra propia película. Estamos experimentando lo que ella sufría. No es normal que un ser humano sepa qué aspecto tiene todo el rato o que piense tanto en uno mismo. Es un viaje que estamos haciendo como sociedad y aún no sabemos cómo va a terminar”, dice, pesimista.
Aunque el éxito en Cannes la ha devuelto a la conversación por la temporada de premios, no parece que a ella le preocupe demasiado. Cuenta la leyenda que Daniel Day-Lewis quedó disgustado cuando su compañera de reparto se quedó fuera de las nominaciones al Oscar. A Krieps le dio igual. “Encencí una vela cada día para que nominaran”, confesó a The Irish Times en 2021. Con el beneficio del tiempo, vuelve a recordar su experiencia para SERIES & MÁS. “Toda la idea de los premios. ¿Que es eso?”, se pregunta la luxemburguesa. “No existe la interpretación mejor y la interpretación menor. El arte es algo que está vivo y en Hollywood siempre quieren definir, explicar y que de alguna manera todo se pueda medir en números”.
Tras su estelar revelación en el drama de época, la industria y los amantes del cine esperaban con ganas el siguiente paso de la actriz. Krieps decidió ignorar los cantos de sirena que llegaron del otro lado del Atlántico. “No recuerdo qué ofertas recibí. A veces ni siquiera abría los e-mails. La gente siempre quiere escuchar las historias más locas, si le he dicho que no a películas como Jurassic Park. Siento decepcionarles. No es el caso”. La intérprete recuerda esa época como un momento trascendental en su carrera. “Le dí la espalda a todo eso, a las luces, a la atención”.
Entonces su siguiente decisión fue hacer una película en Francia con una directora que nadie conocía. “La gente no entendía por qué lo había hecho”. La realidad es que Krieps se había sentido alienada. Cuatro años después, insiste en que no tiene problema alguno con el cine estadounidense (el Hollywood dorado de los años 50 es una de sus debilidades), sino con toda la maquinaria detrás de cierto tipo comercial. “Me gusta más el cine de arte y ensayo. Amo lo que hago. Eso es lo que Sissi no consiguió y la razón por la que yo hago lo que hago ahora mismo”.