Dejando atrás una fase de duelo como Black Panther: Wakanda Forever, Marvel ha decidido potenciar su lado más cómico para compensar lo anterior con Ant-Man y la Avispa: Quantumanía, la tercera parte de la saga del héroe más pequeño de la franquicia, que acaba de estrenarse en cines.
Para los que lleven la cuenta, esta no solo es la película número 31 del Universo Cinematográfico de Marvel, sino que además es la producción con la que se inaugura su Fase 5. Está dirigida por Peyton Reed, el mismo que firmó las dos entradas anteriores de la trilogía Ant-Man, y escrita por Jeff Loveness, que se estrena como guionista en su primera película.
Después de varias películas oyendo hablar del Reino Cuántico, por fin se materializa en esta tercera entrega, mostrando en pantalla un universo que parece existir más allá de las nociones del espacio-tiempo. Hasta allí llegan los protagonistas gracias a Cassie Lang (Kathryn Newton), la hija de Scott (Paul Rudd), que ya se ha hecho mayor y ha sido capaz de construir un radar con la ayuda de su abuelo (Michael Douglas) para encontrar a todos aquellos que pudieron perderse en este lugar tan inmensamente pequeño. Por accidente, toda la familia al completo acaba en el Reino Cuántico, aunque lo harán por separado y Janet (Michelle Pfeiffer), Hank y Hope Van Dyne (Evangeline Lily) tendrán que buscar a Scott y Cassie.
Este será el punto de partida del largometraje, cuyo objetivo principal será hacer que la historia avance, aunque se empeñe en ir por otros derroteros y acabe siendo una caricatura de sí misma repleta de chistes forzados -y también un festival de efectos especiales sin justificación-.
Las dos primeras películas de Ant-Man funcionaban por su premisa y es cierto que puede llamar la atención un héroe tan terrenal como Scott, que en realidad es un tipo muy cercano y habilidoso que se puede hacer muy pequeño y controlar a las hormigas.
La idea funciona y puede dar juego si además cuentas con personajes tan interesantes como La Avispa -quien, por cierto, debería tener su propio hueco en la franquicia- o con bazas tan jugosas como el Reino Cuántico. Y también hay que destacar los momentos emocionantes de la producción, todos ellos durante las interacciones familiares, especialmente protagonizadas por Scott y Janet.
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Sin embargo, todo lo positivo se queda en un descorche con subidón de espuma y entusiasmo, ya que la película no es capaz de aprovechar las herramientas que tiene para exprimir el potencial que tenía al inicio.
Dejando a un lado el emblema de la familia tan aparente y que se empeña en destacar Ant-Man y la Avispa: Quantumanía, el largometraje es en realidad un álbum de fotos prácticamente vacío y en el que solo hay interés en describir a los personajes masculinos.
Scott Lang ha tenido su oportunidad de brillar en hasta tres títulos y en toda una saga, y tras una secuela que prometía lo contrario y que tampoco fue suficiente para desarrollar a una coprotagonista, el tercer intento no llega ni siquiera a decepcionar. Parecía que la fuerza del grupo iba a dejar que destacaran otros perfiles, pero el favoritismo es más poderoso que el villano de la película y sigue sin darle la importancia que merecen Hope o la recién llegada Cassie, que incluso quedan por debajo del irritante M.O.D.O.K..
Aun así la película logra no hacerle sombra a Kang, el nuevo villano de Marvel y un personaje al que no podría interpretar mejor Jonathan Majors. Su labor es casi más heroica que la del propio Ant-Man, ya que es capaz de destacar por sí mismo entre la montaña de defectos.
Sirviéndose de sus sutiles expresiones faciales, el intérprete utiliza su carisma para dar vida a un personaje maligno, que parece ser lo peor a lo que se enfrentarán los protagonistas después de derrotar a Thanos. Su talento le brinda al villano del atractivo y magnetismo que necesita, y todo ello sin apenas pronunciar palabra, ya que Kang -al que hemos visto antes en Loki- tampoco necesita hacer gran esfuerzo para demostrar el inmenso poder que posee.
Él es la razón de peso que podría darle Ant-Man y la Avispa: Quantumanía a sus espectadores para seguir confiando en la recién iniciada Fase 5. El otro aliciente sería el resto de su elenco, que pese a todo consigue aportar algo de significado a un largometraje más bien vacío y sin mucha más sustancia que esa, a la que se añade la existencia del Reino Cuántico que, al menos hasta ahora, no parece tan interesante como lo pintaban.