Durante los últimos meses, el remake de La sirenita ha sido uno de los temas de conversación por excelencia. Se ha hablado del color de la piel de la actriz que protagoniza el remake —hasta superar los límites del acoso y el racismo— y también de los cambios que introduce con respecto a la película de animación.
Pero no se ha llegado hasta el fondo del asunto ni profundizado lo suficiente en los verdaderos orígenes de la historia, que ya era rompedora desde que Hans Christian Andersen la publicó a mediados del siglo XIX. Un escritor danés y una persona queer que plasmó sus propias vivencias y traumáticas experiencias en la obra de forma encriptada.
Saber esto es una prueba más de que los ataques y críticas iniciales hacia el remake de acción real no estaban justificados, porque la película de animación tampoco siguió al pie de la letra las trágicas líneas que dejó escritas Andersen en su obra cumbre del año 1837.
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Quién fue Hans Christian Andersen
Nació en Odense, Dinamarca, el 2 de abril de 1805, en el seno de una familia pobre de clase trabajadora. Dotado de una imaginación desbordante y movido por una gran necesidad de ver mundo, Andersen dejó su hogar a los 14 años y se trasladó a Copenhague, con la esperanza de ganarse la vida como actor.
Sin embargo, donde encontró su verdadero lugar fue como escritor y su éxito despegó con sus cuentos de hadas, en los que combinaba el lenguaje poético con el folclore y la fantasía.
Además de La sirenita, también publicó otras obras como El patito feo, La princesa y el guisante, El traje nuevo del emperador, El soldadito de plomo, La reina de las nieves—en el que se inspira Frozen (2013)—, La cerillera o Pulgarcita.
Pasado trágico e inspirador
Andersen es uno de los mejores escritores de todos los tiempos y, además de ser realmente prolífico, también dedicó parte de su tiempo y talento a expresar sus sentimientos escribiendo cartas a las personas que formaban parte de su vida. Y que incluían tanto a hombres como a mujeres entre los destinatarios.
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Una de esas personas fue Edvard Collin, el hijo del patrón de Andersen. Algunas de las cartas de Andersen hablaban de sus profundos sentimientos hacia él, aunque no fueran recíprocos ni mucho menos bien vistos en aquella época.
El hecho de que Collin no le correspondiera fue un motivo de angustia para Andersen, que se marchó a la isla de Fyn cuando Collin se casó en 1836. Allí fue donde acabaría escribiendo el trágico cuento de hadas sobre una sirena desconsolada.
Aunque existan fuentes como sus diarios o cartas que ayuden a saber más sobre su orientación sexual, es complicado definirla y sería más adecuado referirse a ella con el adjetivo queer —que hace referencia a toda identidad de género y sexual diferente a la heterosexual y cisgénero—.
Andersen falleció en 1875, por lo que no se llegó a definir a sí mismo utilizando la terminología actual, pero los escritos que dejó hablan de algo universal y atemporal con lo que muchos se pueden identificar. Y su legado sobrevivirá a los intentos más conservadores y arcaicos de frenar una representación más diversa en pantalla.
Disidencia animada
Desde el momento en que se anunció que Halle Bailey como protagonista de La sirenita, el racismo se apoderó de las redes sociales, donde se llegó a decir que la diversidad había ido demasiado lejos.
Todo ello señalando a la actriz, sin señalar que la película de animación ya incluía cierta representación de la disidencia propia del colectivo LGTBQ+, con otros ejemplos como el del personaje de Úrsula, que se inspira en la icónica drag queen Divine.
Y sin fijarse tampoco en que la base de la historia ya era reivindicativa sólo por estar firmada por Hans Christian Andersen. Porque la versión de animación de 1989 no habría existido de no ser por su triste historia y el hecho de que una persona de su mismo género le rompiera el corazón.