Es muy posible que la persona que tuvo el sueño americano lo recordase mal cuando se despertó al día siguiente. O quizá lo tuvo un hombre blanco con la suerte de haber nacido en una familia con dinero, porque si le preguntásemos a cualquier otra persona, seguramente pensaría que se trata más bien de una pesadilla. De esto mismo es consciente también Martin Scorsese, un cineasta legendario que no necesita de introducción previa y que reflexiona en Los asesinos de la luna, sobre el horror que fue capaz de causar esta ensoñación a los pueblos nativos americanos.
Porque, le pese a quien le pese, ni América es sólo Estados Unidos, ni tampoco la población del país está compuesta exclusivamente por los colonos blancos que tomaron como propias unas tierras por el hecho de plantar una bandera.
Basada en el libro de no ficción escrito por David Grann, Los asesinos de la luna cuenta la devastadora historia real de cómo se perpetró el casi genocidio del pueblo Osage, que gracias al petróleo se convirtieron en una de las civilizaciones más ricas del mundo. Y de cómo el recién nacido FBI investigó a las personas que lo llevaron a cabo para robarles su riqueza de una forma muy inteligente: a través del robo, la manipulación y la extorsión sin escrúpulos.
La película se centra en Ernest Burkhart (Leonardo DiCaprio), un veterano de guerra que regresa para vivir en el rancho de su tío Bill (Robert De Niro), en Oklahoma. Con él bromea sobre los tipos de mujeres que le gustan antes de que Bill le aclare quién manda allí y le explique que todos le llaman “Rey”. Le explica cómo son los Osage, un pueblo al que presume conocer a fondo, respetar y defender.
Sin embargo, bajo la superficie se esconde un hombre cruel, avaricioso y capaz de lo que sea con tal de tenerlo todo -y a todos- bajo control. No le importará involucrar a su sobrino en la trama de corrupción y asesinatos para poder hacerse con un pedazo del pastel y la riqueza que al igual que otros colonos como él, cree saber gestionar mejor que los “pieles rojas”.
Empieza a ser costumbre que los hombres blancos se casen con mujeres Osage y hereden sus posesiones cuando sus esposas aparecen muertas. Y tanto el silencio como la ley se hacen cómplices, sin nadie que haga preguntas incómodas al respecto. Incluso los espectadores podríamos caer en la complicidad, arqueando la ceja cuando los Osage reconozcan no querer juntarse con hombres blancos. Pero ¿qué otra alternativa les queda aparte de observar petrificados cómo van cayendo uno tras otro?
Después de ver cómo muere prácticamente toda su familia, el siguiente objetivo será Mollie Kyle (Lily Gladstone), la única heredera de una gran parcela de tierra y de una gran suma de dinero. Bill convence a su sobrino de que mueva ficha y aunque sea un patoso reconociendo "que le encanta el dinero" y Mollie dude desde el primer momento, el caprichoso destino les une y se casan, dando pie a un intenso romance condenado a tener el peor desenlace posible.
No es ningún misterio que el hombre blanco ha sido acaparador por naturaleza y que a menudo ha tergiversado la historia con sus propias manos para apropiarse de lo que no es suyo, pero por suerte la justicia acaba interviniendo, aunque a veces lo haga muy tarde. Por imposible que les pareciera a todos en esas circunstancias, el gobierno estadounidense se anima a investigar la situación, quizás algo inquieto por los constantes gritos de socorro que a ellos les parecían un molesto zumbido.
Es cierto que Los asesinos de la luna puede causar rechazo por sus tres horas y veinte minutos de duración, pero también salta a la vista que cada segundo de metraje está justificado y es una de las razones por las que categorizar a esta película como una obra magna que también formará parte de la legendaria trayectoria de Martin Scorsese.
Y aunque cabe destacar también a la dupla formada por DiCaprio y De Niro dando vida a dos villanos despreciables y repletos de complejidades, la verdadera reina del show es Lily Gladstone, que aunque se lleve todos los premios del mundo, siempre parecerán pocos. La actriz -que también se identifica con los pronombres neutros- acapara todas las miradas a través del personaje de Mollie, una mujer inquebrantable, cabezota y magnética que se rompe de dolor y sabe extraer de él una fuerza descomunal.
Podría haberse narrado desde otra perspectiva, teniendo en cuenta la lente cinematográfica de un nativo americano o incluso situando a Mollie en el centro de la trama, pero Los asesinos de la luna’ sabe bien cómo interpelar de forma directa e inteligente al espectador, diciendo ‘basta’ a la mala costumbre de invisibilizar la barbarie y pidiéndole que deje de idealizar el pasado.