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Durante los años 80, una década de excesos simbolizada por el poder de Wall Street, las políticas de desregulación de Ronald Reagan y una obsesión creciente con el estilo de vida ostentoso, en Estados Unidos se produjo una fascinación cultural por el éxito económico, el lujo y la figura del empresario como héroe moderno.

En ese contexto, en medio del auge del capitalismo salvaje, impulsado por políticas económicas que favorecían a las élites financieras, Donald Trump se convirtió en un emblema de la era. Su imagen como un exitoso y ostentoso magnate inmobiliario era inseparable de la cultura mediática de la época. 

Películas como Wall Street (1987) y Scarface (1983) definieron la cultura popular con su representación del éxito, el exceso, la ambición desmedida y la glorificación de la riqueza. Este cine capturó y ayudó a formar la imagen del sueño americano que Donald Trump ha encarnado y promovido durante su carrera tanto como empresario como político.

La narrativa del hombre hecho a sí mismo

Aunque Trump proviene de una familia adinerada, cultivó cuidadosamente la idea de que era un empresario hecho a sí mismo; un hombre que no solo heredó fortuna sino que la multiplicó con su 'genialidad' empresarial.

Esta narrativa se alineaba perfectamente con el ethos de los 80, una década obsesionada con la idea de que cualquier persona podía triunfar si tenía suficiente ambición y agallas.

Con los años, la figura de Trump se convirtió en algo más grande que la suma de sus logros empresariales. Fue elevado a un nivel casi mítico. Y aunque su imagen fue empañada por escándalos y fracasos empresariales, siempre logró volver a posicionarse como un ganador.

Michael Douglas como Gordon Gekko en 'Wall Street'

El cine de la época que alimentó el mito

Wall Street es una de las representaciones más emblemáticas del capitalismo salvaje y del sueño americano en su forma más despiadada. A través del personaje de Gordon Gekko, la película muestra a un hombre que no solo cree en la idea de que la acumulación de riqueza es el mayor valor, sino que también está dispuesto a hacer cualquier cosa, incluso violar la ley y principios éticos, para lograrlo. 

Gekko es, en muchos aspectos, la encarnación del sueño americano llevado al extremo: un hombre que ha escalado rápidamente en la jerarquía corporativa con astucia, manipulación y un enfoque feroz en la acumulación de riqueza. Trump también ha proyectado la idea de que la ambición desmesurada y la capacidad de tomar decisiones arriesgadas son virtudes, no defectos

En Scarface, Tony Montana es el epítome del hombre hecho a sí mismo. A pesar de ser un inmigrante con nada más que su ambición y falta de escrúpulos, asciende rápidamente en el mundo del crimen organizado, basado en una mentalidad de hacer lo que sea necesario para tener éxito.

Al Pacino como Tony Montana en 'Scarface'

Esta narrativa resuena fuertemente con la forma en que Trump ha diseñado su propia imagen pública, presentándose como un hombre que no solo ha construido un imperio desde cero, sino que también ha sabido navegar el sistema para salir siempre victorioso, incluso cuando las circunstancias parecían estar en su contra.

Aunque Montana es un criminal, su figura ha sido idealizada en algunos círculos como un hombre que rompió el molde y alcanzó el éxito en un sistema que está diseñado para que unos pocos ganen. De manera similar, Trump ha sido visto por sus seguidores como una figura que desafió el statu quo sin ser parte del sistema.

Christian Bale como Patrick Bateman en 'American Psycho'

Un referente en 'American Psycho'

Esta adaptación del año 2000 de la novela homónima de 1991, se ambienta en la Nueva York de Trump de los 80. En la novela original de Bret Easton Ellis, el nombre de Trump aparece de manera recurrente. Patrick Bateman y sus colegas idolatran a Trump y lo ven como un modelo a seguir, como un epítome del éxito y del sueño americano.

Al igual que con Wall Street y Scarface, la crítica de American Psycho, algunos espectadores y lectores se han centrado en la estética y el estilo de vida de Bateman sin captar completamente la crítica subyacente.

Esta dualidad muestra cómo, incluso cuando una obra intenta condenar ciertos valores, estos pueden seguir siendo glorificados. De manera similar, la figura de Trump ha sido objeto de críticas, escándalos y procesos judiciales que no solo no han afectado a su imagen pública, sino que han permitido llevarle de nuevo y con superioridad a la Casa Blanca.