El cine español seguirá dándonos algunas alegrías más antes de que acabe el año. Entre las películas que tienen previsto estrenarse en las últimas semanas de 2024 está Polvo serán, un drama con toques de comedia que combina el musical con un discurso muy potente sobre la muerte digna.
Dirigida por Carlos Marques-Marcet y escrita por él junto a Clara Roquet, Coral Cruz, cuenta lo que le ocurre a Claudia (Ángela Molina) tras ser diagnosticada con una enfermedad terminal.
La protagonista decide emprender su último viaje a Suiza, que será donde podrá decidir cómo y cuando terminar su vida gracias a la ayuda de una asociación de suicidio asistido.
Por otro lado, Flavio (Alfredo Castro), que no se ha separado de ella en más de cuarenta años, decide unirse a este viaje sin retorno. Y Violeta (Mònica Almirall), mientras tanto, se convierte en mediadora involuntaria entre sus padres y todo lo que dejan atrás, al tiempo que intenta encontrar su lugar en esta historia.
EL ESPAÑOL os ofrece un adelanto en exclusiva del largometraje, que se estrena el 15 de noviembre en cines.
La enfermedad terminal en el centro
Después de proyectarse por primera vez en el Festival de Toronto, Polvo serán también causó furor en el Festival de Valladolid y promete ser una de las grandes contendientes en la temporada de premios.
A la hora de abordar la temática central del filme, su director reconoció en unas declaraciones que tuvieron que documentarse mucho sobre las enfermedades terminales y que no querían "centrar la historia exclusivamente en la degradación del cuerpo".
"La enfermedad es una amenaza constante, una espada de Damocles sobre los protagonistas, que los obliga a tomar decisiones importantes antes de que sea demasiado tarde. Queríamos explorar más bien aspectos existenciales y afectivos, y no solo centrarnos en lo físico. La película se pregunta cómo queremos vivir, cómo compartimos nuestras decisiones con nuestros seres queridos y cómo nos acompañamos los unos a los otros en el proceso que lleva hacia la muerte".
También comentó la elección de los actores protagonistas Ángela Molina y Alfredo Castro, dos intérpretes con trayectorias diferentes pero que funcionan bien juntos. "Ángela Molina fue una elección evidente. El personaje estaba escrito casi a su medida: inconscientemente, había algo que encajaba perfectamente con su presencia", explicaba Carlos Marques-Marcet. "Necesitábamos a alguien con la solidez y la calidez que siempre aporta, pero también con esa locura maravillosa que caracteriza su actuación".
Y "para interpretar a su marido, busqué a un actor más terrenal, que equilibrara la fantasía que ella podía aportar a su personaje. Pensé en un latinoamericano, porque he conocido a parejas parecidas en Barcelona. Cuando surgió la idea de Alfredo Castro, todo encajó. Él aportaba esa mezcla de aire y fuego que buscábamos. Además, tiene experiencia como director de teatro, lo que encajaba perfectamente con la dinámica creativa entre ambos personajes", añadió.
Finalmente, Marques-Marcet habló del origen de la película. "Desde pequeño, he pensado mucho en la muerte. Es una obsesión que me ha acompañado toda la vida, aunque con el tiempo he aprendido a convivir con ella de forma más ligera. Llegó un momento en el que sentí la necesidad de trabajar en un proyecto que abordara este tema", contó.
"Justo cuando estaba en este proceso, unos amigos me contaron su historia: era una pareja mayor que formaba parte de una asociación de
suicidio asistido en Suiza, y su plan era llevarlo a cabo juntos. Me impactó tanto que propuse hacer un taller de actuación sobre cómo sería llevar esa historia a escena".
"Ese fue el germen de la película. A partir del material generado en el taller, fuimos construyendo la trama y los personajes a través de improvisaciones, juegos y lecturas. Sin embargo, por motivos personales y de salud, esa pareja no pudo participar en la película. Entonces decidimos continuar con actores profesionales, recreando su historia desde la ficción", describió.