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Se acabó la espera. Veinticuatro años después de que tuviera lugar el cambio de siglo y de que volvieran las películas épicas e históricas como Espartaco o Ben-Hur con Gladiator, el cine se ha dejado embriagar por la nostalgia. Y lo ha hecho con una secuela del filme dirigida también por Ridley Scott que sin duda nos dará el pan y circo que todos andábamos buscando en ella.

Estrenada en el año 2000, Gladiator es una película sobre la grandeza de la Antigua Roma que no solo fue una de las más taquilleras en la carrera de Ridley Scott, sino que además ganó hasta cinco premios Oscar, incluyendo el de mejor película. Rápidamente se consagró como uno de los mayores éxitos de la década y aunque su director haya intentado replicar el fenómeno con otras epopeyas -algunas de gran calidad como El último duelo-, lo cierto es que hemos tenido que esperar hasta la secuela para volver a disfrutar de un drama de época a la altura con su firma

Porque aunque no alcance el mismo nivel ni vaya a tener el mismo impacto que su predecesora, el hecho de que ‘Gladiator II’ se haya atrevido a jugar en el mismo terreno es digno de reconocer y le ayuda a permanecer a la altura de las expectativas.

'Gladiator 2'

En general, los que vayan a ver la secuela, descubrirán una película muy parecida a la anterior en todos los sentidos. De hecho, podría decirse que coge los elementos de la receta que funcionaron y les aporta un valor de producción mayor si cabe, explorando lo que ocurrió después de la historia de Maximus (Russell Crowe).

También veremos a un personaje dispuesto a llegar a lo más alto para destruir el sistema desde los cimientos y a dos emperadores desquiciados y tan quejicas y despiadados como lo era el inolvidable Cómodo de Joaquin Phoenix. 

Sin embargo, la película también elige explorar otros caminos y personajes secundarios que sin duda ayudan a complementar una trama inicial que de otra manera resultaría repetitiva. Entre ellos destacan, por supuesto, el Lucius de Pedro Pascal, los emperadores Geta y Caracalla de Joseph Quinn y Fred Hechinger, pero los verdaderos ganadores de este choque de titanes son Denzel Washington como Macrinus y Connie Nielsen como Lucila.

En primer lugar, la expectación por el personaje de Pedro Pascal puede jugar una mala pasada y, de hecho, se viene abajo rápidamente. Es más, aunque él sepa cumplir con su cometido, lo cierto es que la película no permite el desarrollo que quizá hubiera merecido su personaje. Después están Quinn y Hechinger, que suceden a Joaquin Phoenix en el trono de la locura con dos interpretaciones brillantes y exageradamente intimidatorias cuando es necesario. 

Geta y Lucila en 'Gladiator II'

No obstante, entre los personajes más fascinantes de Gladiator II está Lucila, que por fin tiene el desarrollo que la primera película no se atrevió a darle. Junto a ella está un colosal Denzel Washington, que nos regala a un antagonista repleto de giros y a un personaje maquiavélico con un toque de picardía realmente asombroso.

Y en cuanto al protagonista, cabría destacar que, aunque Paul Mescal no sea como Russell Crowe, tampoco podemos pedirle que lo sea. Sus personajes son diferentes y también difieren ambos actores en sus estilos interpretativos, por lo que no se puede esperar una réplica, ya que lo que encontraremos será simplemente un sucesor que aunque no sea lo más reseñable del filme, resulta lo bastante convincente como para querer acompañarle allá donde vaya.

Por otro lado, y dejando atrás el trabajo del elenco, lo más reseñable de Gladiator II es su calidad técnica, capaz de compensar un guion que hace aguas y que parece más bien una réplica de lo que recordábamos.

Todo esto salta a la vista desde la primera secuencia de batalla, que saca a relucir un despliegue técnico que eleva el viaje del protagonista y que nos convierte en parte de ese público sediento de sangre y violencia que parece no tener suficiente con ver en la arena rinocerontes, peleas de barcos y hasta tiburones o tigres.

Gladiator II es mucho más que su predecesora, pero parte de este exceso, aunque bienvenido, también resulta impostado en algunas ocasiones y aunque la abundancia sea positiva, sobrepasar los límites puede llevarla a caer en ser demasiado para cualquiera. No obstante, pese a los defectos que pueda tener, esta secuela es tan entretenida como la que puede merecerse un filme como Gladiator y aunque no vaya a tener el mismo impacto, nos convencerá permanecer sentados y disfrutarla hasta el final.