Star ya está en España. El canal de Disney+ dedicado a un público objetivo más adulto se estrenó el pasado martes con más de 300 títulos. Casi todos ellos salidos del catálogo de 20th Century Fox, el legendario estudio que Disney absorbió en 2019, y Hulu, el servicio de streaming que ha cambiado de nombre e imagen en su salida al mercado internacional. En Estados Unidos es la casa de series como El cuento de la criada, Better Things, Normal People o The Great, pero después de vender sus derechos a HBO o Starzplay las primeras novedades de Star han quedado deslucidas. Solo destacan Big Sky y Con amor Víctor, la continuación de la revolucionaria Con amor, Simon, la primera película de un estudio de Hollywood protagonizada por un personaje LGTB. La pregunta es simple: ¿por qué Con amor, Víctor es una historia para adultos y High School Musical: el musical: la serie sí la pueden ver los más pequeños de la casa sin la aprobación de sus padres?
La serie protagonizada por Michael Cimino nació originalmente como un proyecto de Disney+ hasta que la compañía cambió de idea y la pasó a Hulu después de comprobar, según fuentes internas a las que tuvo acceso The Hollywood Reporter, que los guionistas habían incorporado más temas adultos de los que eran capaces de aceptar en su plataforma familiar. El consumo ocasional de alcohol, la crisis matrimonial que atraviesan los padres del joven y la exploración sexual que vive Víctor fueron los motivos utilizados internamente por la compañía para decidir el cambio de plataforma. Después de ver la primera temporada de la serie queda claro que la única razón por la que el viaje emocional y hormonal que vive el protagonista es porque Víctor se da cuenta de que es homosexual.
Disney ya ha sido cuestionada en el pasado por el retrato de la homosexualidad en sus películas para todos los públicos. En los meses previos al estreno de la versión en acción real de La bella y la bestia, el director Bill Condon contó a la prensa que habría “un momento exclusivamente gay” en la película. Se refería a unos segundos de inocente baile entre dos hombres. La situación volvió a repetirse con un beso de una pareja del mismo sexo al final de Star Wars, Episodio IX: el ascenso de Skywalker. Dos hombres que en realidad eran dos extras y cuyo momento celebratorio era fugaz e intrascendente para que Disney pudiera eliminar esos segundos con vistas al estreno en China. En Vengadores: Endgame un personaje, de nuevo desconocido, afirma en una terapia grupal que echaba de menos a su pareja, un hombre, víctima del chasquido de Thanos. Y hasta aquí llegan los guiños de la compañía al público LGTB.
Disney no está obligada a apostar por la diversidad en sus producciones para todos los públicos. Lo que no debería hacer es especular con las esperanzas de millones de seguidores de verse representados en pantalla o creer que reparir migajas es suficiente cuando rivales como Netflix sí están mostrando el mundo tal y como es. También es problemático mandar mensajes contradictorios a la juventud LGTB que pueda verse reflejada el viaje de descubrimiento de Simon.
Relegar la serie a su canal para adultos marca la línea entre la experiencia normativa (todas aquellas representadas en el sinfín de historias de adolescentes heterosexuales que se pueden ver en Disney+) y la que no lo es. Especialmente si un control parental puede impedir que estos jóvenes desesperados por sentirse entendidos y representados accedan a estas historias.
Disney+ y Star han hecho hincapié en la existencia de este estricto sistema que evita que los más pequeños de la casa puedan acceder a estas series y películas destinadas a un público más adulto. En la teoría, es una buena idea. En la práctica es la forma de que una familia conservadora puede seguir vetando el acceso a sus hijos a otras realidades y experiencias. Por suerte, la vida se abre camino. Si un miembro de la generación Z quiere ver una serie y sus padres se lo prohíben, tiene a su alcance las herramientas para llegar a ese contenido por su cuenta. Pero los gestos importan, algo que no parecen tener en cuenta o valorar en Disney.
Cuando se anunció la adaptación a España de RuPaul’s Drag Race surgieron voces críticas que lamentaban que el grupo Atresmedia reservara para su servicio de pago las producciones con un marcado tono LGTB (como había pasado anteriormente con Luimelia o Veneno). No son situaciones comparables. Drag Race no es The Masked Singer. Tampoco lo es en Estados Unidos, donde se emite en un canal (VH1) y una plataforma de pago (WOW Presents Plus). Pero a efectos prácticos no hay diferencia alguna entre que Con amor, Víctor llegue a Star o lo haga a Disney+. La única razón para señalar la serie como un contenido adulto es evitar las quejas y amenazas de boicot del sector más conservador de la sociedad estadounidense. En España el contexto social es diferente, pero las consecuencias han sido las mismas.
Con amor, Víctor no se merece que estemos hablando de esto. Es una serie encantadora y simpática que recupera la esencia de la película original, pero de forma más terrenal. Con amor, Simon era una fantasía romántica salida de otra época cuya simple existencia justificaba que en fondo y forma fuese una película adolescente como las que se estrenaban 20 años antes. Su continuación se acerca al mundo de 2021, retratando los conflictos de una familia latina y de clase trabajadora en lugar del hogar perfecto, blanco y acomodado que protagonizaba la primera adaptación de la novela de Becky Albertalli.
La serie de Star ha hecho que muchos espectadores repitan eso de que “ojalá hubiera podido ver una serie como esta en mi adolescencia”. Desgraciadamente, por culpa de la decisión de Disney de catalogarla como una historia para adultos, muchos seguirán sin poder verla.