Tiene que ser duro ser Pixar. Un estudio que ha tocado la excelencia tantas veces que siempre se le exige el mismo nivel. Luego pasa lo que pasa, que cuando una película no llega a los niveles de obras maestras como Wall-E o la más reciente Soul, se dice de ella que es un Pixar menor. Una etiqueta injusta, porque muchas veces un Pixar menor es mejor que el 90% de las películas de animación que llegan a las salas de cine (o a las plataformas). Eso es lo que le pasa a Luca, la apuesta del estudio para este año que llega a Disney+ este viernes sin pasar previamente por las salas.
La compañía sigue sin arriesgarse del todo a ir a los cines, y de momento son los originales de Pixar los que están siendo sacrificados. Es una pena, porque aunque su nuevo filme no sea una de sus joyas, siempre es un goce ver los prodigios técnicos que realizan en pantalla grande.
Luca sigue la tendencia del estudio de desarrollar sus historias en otras partes del mundo. En esta ocasión viajan a Italia, y para ello recurren al director Enrico Casarosa, que había creado para ellos una obra maestra como el corto La Luna, y que ha sido responsable de story-boards en varias de sus películas. Casarosa es el encargado de contar esta historia sobre un niño que es un monstruo marino al que su familia siempre advierte de no salir a la superficie, donde se encuentra un pequeño pueblo costero italiano, ya que le cazarán y matarán.
Estos monstruos marinos tienen la capacidad de que cuando salen del mar se convierten en humanos, algo que aprovechará el protagonista, Luca, cuando conozca a otro chico en su misma circunstancia y se adentren a conocer la vida ‘humana’. Luca es una historia de iniciación, de descubrimiento de la vida, de la amistad y de los sentimientos. El problema es que ya la hemos visto muchas veces antes, y ni el marco en el que se desarrolla ni el elemento fantástico aporta nada nuevo.
Una historia que parece un remedo de La sirenita y con el mensaje sobre el miedo al diferente y en pos de la diversidad que llevamos viendo en las películas de animación desde hace un par de años. Sin ir más lejos, el argumento de Luca se parece mucho al de Smallfoot. Allí eran monstruos de las nieves y aquí marinos. Las dos eran una metáfora sobre el entendimiento, sobre abrirnos al diferente en tiempos de odio y de auge de la extrema derecha. El problema es que ese mensaje resulta obvio, ya escuchado. La relación de amistad de estos dos niños -y otra compañera- no es novedosa y no sorprende ni agarra el corazón como debería. Otra historia más en defensa de “los bichos raros”, pero sin la chispa necesaria para destacar.
Tampoco aporta mucho el toque italiano de la película. Sí, es un lugar precioso, que provoca una fotografía hermosa y una localización de postal, pero por lo demás no se aprovecha más que para introducir topicazos de la cultura italiana. La niña que introduce frases como “santa mozarella”, los marineros rudos de pocas palabras o la competición de comer pasta… Pienso en una película sobre España y no sé si esa es la mejor imagen que pueden dar, sino la más previsible.
Sería injusto despachar Luca enumerando sólo sus defectos. Técnicamente Pixar vuelve a demostrar que están en otro nivel, y las escenas en las que saltan del mar a la superficie convirtiéndose en humanos y monstruos son un prodigio. También es una película que hace de su inocencia y de su sencillez su mejor arma, que rezuma encanto, con un final muy bello y emocionante y con un diseño de personajes que desprenden ternura. Todo envuelto en la excelente banda sonora de Dan Romer, que vuelve a demostrar su gusto y su capacidad de poner música a la infancia, como hizo en Bestias del sur salvaje y Wendy. En definitiva, Luca es un Pixar menor, sí. También es una más que competente película de animación que ya quisieran para sí muchos estudios que sólo producen con el piloto automático.
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