El mayor problema de Por fin solo en casa aparece ante nuestros ojos nada más empezar los títulos créditos. Como ya es costumbre en las plataformas de streaming, Disney+ te recomienda otro producto de su catálogo nada más terminar un visionado. La elección de la casa del ratón te sorprenderá. O no. Según el algoritmo, a continuación deberíamos ver… Solo en casa. Flaco favor le hace a la poco inspirada sexta entrega de una saga que empezó con la segunda película más taquillera de 1990. Treinta años y varias continuaciones directas a vídeo después, llega una especie de reboot-secuela que parece no comprender las muchas virtudes del clásico protagonizado por Macaulay Culkin.
Después de robar cada una de sus escenas en Jojo Rabbit, Archie Yates parecía una elección interesante para heredar el arquetipo del niño gamberro, gracioso y más sádico de lo que debería al que su familia deja atrás sin darse cuenta. El guion de Mikey Day y Streeter Seidell, dos guionistas de Saturday Night Live que solo eran unos niños cuando se estrenó la película original, se olvida de uno de los elementos claves del clásico navideño escrito por John Hughes. Aquí no hay rastro del sentido de la maravilla y el “¿qué pasaría si…? inherente a una premisa tan básica como irresistible: un niño se queda solo en casa por error y debe impedir el atraco de dos ladrones que quieren aprovechar las navidades para robar en viviendas vacías.
Por fin solo en casa parece interesarse más en explorar las motivaciones de los ladrones que en crear una aventura memorable para el público objetivo de la película: los niños. ¿A quién le importa entender que en realidad los nuevos villanos tienen motivos legítimos para entrar en la casa? Pam y Jeff creen que el niño les ha robado una valiosa muñeca durante una visita al hogar que están a punto de vender por problemas económicos. ¿Debemos preocuparnos por los problemas domésticos de una pareja que decide, pese a saber que no es lo correcto, asaltar una casa en la que saben que hay una abuela y un niño de 10 años? La respuesta a las dos preguntas es a nadie y no, respectivamente.
No queda claro cuál creen Day y Seidell que es el mejor escenario posible en esta situación. Sinceramente, tampoco importa en absoluto. Ellie Kemper (Unbreakable Kimmy Schmidt) y Rob Delaney (Catastrophe) hacen lo que pueden y llegan a protagonizar algunos momentos divertidos -como cuando caen sin querer en una piscina oculta-, pero son víctimas de un guion que se equivoca por completo en su enfoque.
Solo en casa era un cuento navideño aparentemente inocente que se acababa convirtiendo en una serie de trampas potencialmente letales que parecían sacadas de una persecución entre el Coyote y el Correcaminos. Su heredera es una comedia de aventuras de tercera que prioriza humanizar a sus villanos (vivimos en una época de cine familiar en la que hasta Maléfica tiene que tener razones para ejercer el mal) en lugar de pasárselo en grande con un protagonista abandonado a su suerte por su familia… y por la propia película.
El nuevo estreno navideño de Disney+ no sabe cómo comportarse en relación a la película de Chris Columbus (un director infravalorado por Hollywood y que ha dirigido maravillosas películas para toda la familia como las dos primeras entregas de Harry Potter, El secreto de la pirámide y la propia Solo en casa). La nueva entrega de la franquicia no es exactamente un reboot de la original, aunque copia muchos de los mecanismos e incluye varios guiños fácilmente reconocibles para cualquiera que la haya visto. Incluso aparece en un cameo uno de los primos de Kevin McCallister. Desgraciadamente, lo único que sabemos del icónico personaje es que es el dueño de la empresa de alarmas que utilizan la familia Mercer.
El inevitable regreso de Solo en casa en la era de las propiedades intelectuales que atraviesa la industria del entretenimiento hubiera sido mucho más potente si Disney hubiera convencido a la estrella de la original (en activo gracias a la última temporada de American Horror Story) de aparecer en la continuación interpretando a uno de los villanos que debe atracar en una casa donde se han dejado a un niño con error. Los ejecutivos podrían haber ido incluso más allá y contar con Catherine O’Hara (de moda por su icónico personaje en la serie Schitt’s Creek) y Macaulay Culkin como una madre y un hijo que se reúnen años después de verse por última vez por la necesidad de dar un nuevo golpe.
Dejando al margen esta breve incursión en el terreno del fan fiction, el problema de Por fin solo en casa no es la película que podría haber sido, sino la que acaba de llegar a nuestras pantallas. Sin la colaboración de Sacha Baron Cohen (su socio en proyectos como Ali G, Borat, ¿Quién es América? y Brüno), el guionista Dan Mazer se queda cojo nuevamente en su excursión detrás de las cámaras. Ya le pasó en las flojas Les doy un año y Dirty Grandpa. Aquí tiene otro problema aún mayor: el peso de la nostalgia. Acabemos con esto y hagamos caso a Disney+. Ver Solo en casa es el plan perfecto para estas navidades. Lo que no hace falta es ver antes su insípida continuación.
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