A los homosexuales, rufianes y proxenetas, a los mendigos profesionales y a los que vivan de la mendicidad ajena, exploten menores de edad, enfermos mentales o lisiados, se les aplicarán para que cumplan todas sucesivamente, las medidas siguientes:
a) Internado en un establecimiento de trabajo o colonia agrícola. Los homosexuales sometidos a esta medida de seguridad deberán ser internados en instituciones especiales, y en todo caso, con absoluta separación de los demás.
b) Prohibición de residir en determinado lugar o territorio y obligación de declarar su domicilio.
c) Sumisión a la vigilancia de los delegados
Las palabras infames que abren este texto corresponden a una ley que imperó en España durante décadas. Se llama la Ley de Vagos y Maleantes, y se aprobó el 15 de julio de 1954. El franquismo ponía por escrito que se perseguiría a los homosexuales. Se les trataba de apestados, de enfermos. Se les perseguía, encarcelaba y torturaba con la impunidad de una ley homofóba y represora que sólo era la confirmación de lo que ya llevaba haciéndose en España desde aquel golpe de estado del 36.
Desde entonces la dictadura persiguió, asesinó o torturó a personas sólo por su condición sexual. Empezando por Fedrico García Lorca, ejecutado por “rojo y maricón”. Su ejemplo es paradigmático de lo que ocurría en este país y lo que ocurrió durante décadas, en las que toda una generación del colectivo LGTB tuvo que quedarse dentro de su armario para evitar ser perseguido. Lo que buscaban, además, era sembrar el miedo. Evitar su activismo, que tomaran las calles.
Hasta el 26 de diciembre de 1978, aquella ley se mantuvo en vigor. Fue entonces cuando se despenalizó la homosexualidad. Hasta ese mismo año hubo presos en las cárceles sólo por amar a alguien de su mismo sexo. Ha pasado mucho tiempo, y sin embargo es importante mirar a aquellos años para ver lo que se ha logrado y luchar porque no desaparezca, especialmente en un momento donde el auge de la extrema derecha amenaza los derechos del colectivo LGTB.
Por ello es importante que haya trabajos como el documental La generación silenciosa, que estrena este miércoles Filmin, y en el que el director Ferran Navarro-Beltrán habla con 24 personas que vivieron aquellos años. Son lo que se conoce como "La generación del silencio", porque tuvo que vivir su sexualidad en secreto. Sin poder ser libres ni siquiera con su familia. Ellos relatan aquellos años en los que “la frase que corría por la sociedad es ‘antes muerto que tener un hijo marica’”, como cuenta uno de los testimonios que recuerda que él mismo se la escuchó decir a su madre.
Vivieron una infancia que describen “en blanco y negro, como los colores del No-Do”. No existían, y su lo hacían, si se atrevían a ser quienes ellos eran realmente, podían ser apresados. “Para el estado éramos peligrosos sociales que debían rehabilitarse, para la medicina éramos unos enfermos mentales, para la religión los peores pecadores, y para la sociedad éramos la escoria, la basura, lo peor de lo peor”, cuenta otro de los testimonios.
La dictadura, ayudada de la iglesia, se encargaron de imponer una visión del mundo: casta y hetero normativa. Todo en un ambiente “muy católico y represor, pero en todos los aspectos que tenían que ver con el sexo, porque no se hablaba de nada”. Si se mencionaba la homosexualidad se contaba “la historia de gente en la cárcel o en la clandestinidad”, imponiendo una ley del miedo y el silencio. Eso provocó una falta de referentes. Lo que no se veía no existía y ellos pensaban que estaban solos y eran raros. “Yo pensaba que eso me pasaba sólo a mí porque nunca había oído nada a nadie”, dice una mujer en el documental. Si se les mencionaba era para incluirles en la lista de “aberraciones sexuales”.
A través de su testimonio vemos las décadas más duras, pero también nos acercamos a la llegada de la libertad. Sus testimonios y sus miradas nos cuentan el final de la dictadura, la llegada de las primeras asociaciones LGTB, la pandemia del SIDA y la demonización sufrida, la aprobación del matrimonio homosexual… Un repaso emocionante y fundamental que también sirve para escuchar sus anhelos, sus miedos y temores ante un futuro donde cada derecho parece en entredicho. Un documental que vuelve a demostrar lo importante que es la memoria histórica para seguir luchando por una sociedad más igualitaria y mejor.
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