El cine español no podría entenderse sin la figura de Iván Zulueta. A pesar de su corta carrera -solo estrenó dos películas y dirigió varios episodios de una serie de televisión-, se le recordará como uno de los grandes directores de culto de nuestro país y su nombre pasará a la historia como el de uno de los cineastas más rompedores de todos los tiempos.
Después del extraño pero divertido musical Un, dos, tres, al escondite inglés (1969), Zulueta dirigió la inclasificable Arrebato (1979), un largometraje experimental donde se deja de priorizar la narración convencional para dar paso a la expresión y generar una experiencia inmersiva de cine dentro del cine. Ahora que llega a Filmin su versión remasterizada -también está disponible en FlixOlé-, es un momento ideal para descubrir esta joya del cine español, o para volver a hacerlo.
En ella se sigue a José Sirgado (Eusebio Poncela), un director de cine de serie B en plena crisis creativa y personal, que además es incapaz de romper con su expareja (Cecilia Roth). Inmerso en una espiral de autodestrucción, y con las drogas como acicate, José recibe noticias de un antiguo conocido, Pedro (Will More). Se trata de un extravagante joven que graba en Super 8 y cuya obsesión por controlar el ritmo de sus películas lo lleva descubrir el fotograma rojo. El hallazgo despertará la curiosidad de José, quien emprenderá un viaje hacia el "arrebato".
A pesar de tener mala suerte en taquilla y de no ser bien recibida por la crítica del momento, el tiempo acabó reconociendo la labor artística de Iván Zulueta detrás de Arrebato, que se ha convertido en un clásico internacional por su carácter extremo, vanguardista y enigmático y que ya se la considera como la película de cine underground español por excelencia.
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Un director de vanguardia
Arrebato fue la segunda y última película del director donostiarra Ivan Zulueta, un autor heterodoxo que llevó una vida de constante transformación y que tenía una forma única de contar historias y de plasmar su realidad a través del celuloide. Su corta biografía es esencial para comprender el origen de sus decisiones estéticas.
Nacido en el seno de una familia acomodada, su primera incursión en el mundo del arte fue en el diseño de carteles publicitarios para los cines de su ciudad. En 1963, con apenas 20 años, se trasladó a Nueva York y allí fue donde se empapó de las corrientes artísticas emergentes del momento, junto a Andy Warhol, John Cassavetes y Jonas Mekas, entre otros.
De ahí en adelante, ya de vuelta en España, Zulueta se convirtió en uno de los primeros embajadores del pop, el glam y el punk en nuestro país, experimentando en sus cortometrajes con el formato de 8mm y colaborando con otros cineastas como Pedro Almodóvar y Jaime Chávarri dirigiendo cortometrajes como El sueño y Vestida de tul, respectivamente.
El director solo llegó a dirigir dos películas, pero pocos títulos han sido tan importantes y rompedores como Arrebato, que rodó en 1979. Después de ella, sólo dirigió un par de episodios televisivos, y su vida estuvo marcada por su adicción a la droga hasta que falleció en 2009.
Psicodelia y oscuridad
Alucinante e hipnótica, Arrebato podría considerarse como uno de los grandes pilares de la nueva ola del cine español, un movimiento impulsado por la Transición tras el final del franquismo y en el que también se incluye la obra de otros cineastas como Eloy de la Iglesia y las primeras películas de Pedro Almodóvar.
Se trata de una película que pertenece a un cine consciente de sí mismo -el conocido como metacine- y que además experimenta con los tropos del cine de género, mientras que reflexiona sobre el poder manipulador que puede llegar a tener el cine y cómo puede fluir en ambos sentidos.
"No es que a mí me guste el cine, es que al cine le gusto yo", dice José en uno de los fragmentos, entrelazando así las dos adicciones que acabarán devorándole: el cine y las drogas, dos elementos que giran en torno a una fábula llena de símbolos y metáforas, y donde incluso tiene cabida el vampirismo.
Con Arrebato, Zulueta habló sobre lo que implicaba engancharse a rodar, a contar historias y acabó creando una película inclasificable y única, una producción que ya era rompedora a finales de los 70 y que sigue siéndolo 40 años después. Una película que merece ser tratada como lo que es: una joya emblemática e irrepetible de nuestro cine.