Joel Fleischman, un joven médico neoyorquino recién graduado, es destinado a la pequeña ciudad de Cicely en Alaska para ejercer durante sus primeros cuatro años de profesión como parte del compromiso que adquirió al presentarse a un programa estatal de becas para cursar sus estudios de medicina. Esta clásica historia de pez fuera del agua es la premisa de la que parte Doctor en Alaska (Northern Exposure), una serie que se estrenó en verano de 1990 sin más expectativas que rellenar horas de programación.
A pesar de que sus creadores eran Joshua Brand y John Falsey, responsables del drama médico ganador del Emmy St. Elsewhere, Doctor en Alaska se estrenó en CBS después de una temporada fatídica en la que la cadena había cancelado 16 de las 17 series que había lanzado en otoño. Nadie estaba viendo CBS en aquel momento y el verano en aquellos años era época para estrenar los descartes.
Un grupo de actores desconocidos y una historia ambientada en un pueblo rural de Alaska no parecía el argumento más estimulante para atraer espectadores, pero fue precisamente la poca competencia y la buena acogida que tuvo entre la crítica lo que le permitió hacerse un hueco y llamar la atención del público.
Para cuando volvió en la primavera siguiente, los fans la esperaban con ganas. Unos meses después recibió sus primeras tres nominaciones a los Emmy. Y cuando estrenó su tercera temporada en otoño ya era la serie más popular del primetime. El año siguiente estuvo nominada a 16 premios Emmy de los cuales consiguió seis, incluido el de mejor serie dramática.
La libertad de las bajas expectativas
Al estrenarse en verano, Doctor en Alaska no llegaba con la presión de encajar en el molde de los programas de máxima audiencia de la época que buscaban atraer a un público masivo, por lo que tuvo más libertad. El resultado fue una mezcla de géneros, tono y un juego con lo formal que le permitió experimentar con secuencias oníricas y la ruptura de la cuarta pared por parte del personaje de Fleischman.
Descrita por los medios de la época como "el encuentro entre Platón y Plutón", se movió entre la filosofía y la caricatura, exploró el misticismo de los nativos americanos y sus personajes hablaron del pasado, del espacio exterior y del apocalipsis. Se sintió cómoda en el realismo mágico y fue una de las primeras dramedias de la televisión.
Al igual que Twin Peaks, con la que coincidió en su estreno, y a la que le hace un homenaje en un episodio de la primera temporada, Doctor en Alaska sorprendió en lo formal, pero sin ser oscura. Hay episodios enteros en los que la acción tiene lugar totalmente en la mente de Joel, y nos muestran versiones alternativas de su vida y la de otros personajes; otros en los que la línea que separa realidad y ficción es más difusa y varios viajes espirituales.
Su coralidad y la riqueza de sus personajes fue lo que le permitió mantenerse y renvoarse durante varias temporadas. En esa comunidad en medio de la nada vivía un grupo de personajes peculiares entre los que destacaban un expresidiario convertido en DJ y filósofo; un héroe astronauta adinerado, pomposo e intolerante; una exreina de belleza; una piloto de avionetas; y un adolescente que sueña con ser el próximo Spielberg.
La serie fue una adelantada a su tiempo, jugó con la mezcla de géneros y confió en que su público pillaría sus múltiples referencias que iban desde la película Alien, a Walt Whitman, García Marquez, Nietzsche, musicales de Broadway o Voltaire. Una mezcla audaz que siguieron muchas series en las décadas posteriores
Doctor en Alaska se une a otros títulos clásicos que se han incorporado en los últimos años a los catálogos de streaming españoles, como Las chicas de oro en Disney+. Esperamos que sigan llegando porque hay un público ávido por este tipo de producciones. Por un lado, una generación nostálgica por recuperar las series que vio de cualquier manera en la televisión tradicional, y una de nuevos espectadores con curiosidad por acercarse a las series que forjaron la televisión de este siglo.