A Sophie Turner lo que realmente le gustaría es quedarse más tiempo en Madrid para disfrutar de las fiestas del Orgullo Gay. “¡Acabo de enterarme!”, grita con fastidio, ignoraba que fueran esta semana. Aún no ha nacido el británico que diga que no a una buena juerga de verano en España. Otra vez será: Turner va a emplear su jornada y media en nuestro país charlando sobre el otro tema divertido del que se puede hablar en estos días: Juego de tronos.
Esta bigarda de veinte años disfruta mucho más de la vida y es más simpática que Sansa Stark, su personaje: “Yo no diría que es altiva, pero (cuando arrancó la historia hace seis años) era una chica de trece años de alta cuna con una visión muy idealista del mundo. En el momento, su actitud tenía sentido. Al principio, por su ingenuidad, podía parecer arrogante, pero estaba justificado por su juventud”.
Yo no diría que es altiva. Al principio, por su ingenuidad, podía parecer arrogante, pero estaba justificado por su juventud
Sansa anhelaba que un príncipe la convirtiera en princesa y sucedió que los cuentos de hadas hallan su reverso tenebroso en los Siete Reinos. Casada contra su voluntad, violada y humillada de todas las formas posibles, si hoy está más cerca de ceñirse una corona es por su propio empeño. Con un bagaje vital muy distinto, Sophie también espabiló a la fuerza: “Nunca he tenido intención de crecer demasiado rápido, simplemente sucedió. Entré en la industria con trece años”.
Aunque era una niña de sobresalientes, dejó de estudiar a los dieciséis y centró su atención en vidas ajenas que interpretar. Además de todo lo que le ha pasado a Sansa, ha visto su casa arder en El cuento número trece, ha sufrido la persecución de su gemela fantasma en Mi otro yo, ha sido una huérfana asesina profesional entrenada por el gobierno americano en Barely Lethal y se ha enfrentado a Magneto en X- Men: Apocalipsis: “Supongo que los personajes que elijo tienen, si no madurez, desde luego una serie de experiencias vitales que yo no tengo”, suspira aliviada, “Menos mal”. Ella no puede tirar de memoria sensorial: “no hay nada con lo que te puedas identificar. Tengo que echarle mucha imaginación”.
Sophie Turner nació en Northampton, muy cerca de donde tuvo lugar el enfrentamiento decisivo de la Guerra de las Dos Rosas, una contienda que, si quitamos al gigante, debió parecerse bastante a la Batalla de los bastardos. Aristócratas, señores feudales, llámense Lancaster, York, Stark o Bolton, el caso es matarse por el trono.
Sin robar protagonismo a los chicos, “Fue estupendo verles luchar entre ellos”, a Turner le agrada la idea de rebautizar el gran momento de Juego de tronos como El triunfo de Sansa: “No estoy segura de por qué lo hizo, pero lo cierto es que funcionó”. Mientras los chicos dieron lo mejor de sí en el campo de batalla, ella se erigió en Jefe del Estado Mayor de Invernalia y su audacia fue lo que otorgó la victoria al bando Stark. “Él (Jon Snow) puede agradecerlo a su buena estrella”, sonríe.
La gente estaba deseando que espabilase de una vez y matase a alguien, y ahora que lo ha hecho todos se han llevado las manos a la cabeza
Reconoce que tiene mucho más en común con la Sansa pánfila del principio que con esta otra, seis años mayor y de piel más dura. “La gente estaba deseando que espabilase de una vez y matase a alguien, y ahora que lo ha hecho todos se han llevado las manos a la cabeza” Con una mueca de ironía, apostilla, “No puedes tener contento a todo el mundo”.
Teme una deriva despiadada de su personaje. Sansa se vengó de su maltratador echándole a los perros (esta última frase no es en sentido figurado, fue un dogchow de categoría): “Viendo cuánto disfrutó matando a Ramsey, da la impresión de que tiene un lado sádico que está empezando a asumir ahora. Puede que así sea, pero yo preferiría que se convirtiera en una dirigente buena, limpia”.
No le apetece demasiado tocar el tema del Brexit aunque esta joven británica se toma muy en serio la política, “Evidentemente. En especial con la situación que atañe a nuestros países ahora mismo. Todos deberíamos prestar atención al tema político porque afecta al futuro común”.
Lo que sí tiene claro es que el trono de hierro debería ocuparlo una mujer, “Sansa o Daenerys, aunque me encanta Cersei”, ¿a quién no? “No es que la apoye, pero me encanta su locura. Esa imagen de ella en el trono es tan poderosa y a la vez tan pirada”.
Me encanta Cersei. No es que la apoye, pero me encanta su locura. Esa imagen de ella en el trono es tan poderosa y a la vez tan pirada
Cinco minutos antes de que acabe la serie le gustaría ver morir a su personaje, porque morir en Juego de tronos es algo como para contarlo a tus nietos: “Veneno quizá”, fantasea con algo clásico, “Pero es que eso ya se ha hecho con Joffrey. Me gustaría que fuera algo original, algo muy impactante”.
Aunque Sansa tiene el gaydar desorientado y el único varón por el que ha manifestado un afecto genuino (lo de Meñique era demasiado perverso, el típico amigo de tus padres que se pasa de la raya), Loras, era homosexual, Turner cree que lo tiene claro y que a Sansa “le gustan los chicos”, pero que igual debería replanteárselo: “Quizá sería mejor que optara por otra cosa, porque los personajes femeninos de la serie son mucho menos sádicos y locos”. Está de acuerdo en que con nadie ha tenido tanta química como con Margaery Tyrell, “ella podría haber sido un buen partido”.
El futuro de Lady Stark es un misterio. “Nos dan el material un par de semanas antes de empezar a rodar”, así que ya ni pregunta. “Los productores nos toman mucho el pelo, nos hacen bromas y nunca sabes si hablan en serio o no. Podría preguntar, pero sé que no me van a contar nada”, añade. Se despide con un deje de envidia: “pasadlo bien en el Orgullo”.