Cuando Carrie Bradshaw se quejaba de lo mal que le iba la vida en su fascinante apartamento -con mega vestidor incorporado- de Nueva York no existía Girls. Cuando Rachel Green y sus colegas hablaban de banalidades, de divorcios y de nacimientos, tampoco existía Girls. Estas dos series, una buque insignia de HBO; otra gran comedia de la historia de la televisión, mostraban a un grupo de jóvenes de no más de 30 años superando sus vivencias en la Gran Manzana sin profundizar en los problemas que una persona de esa edad pueda atravesar. La falta de trabajo, de amor, de sexo o la soledad apenas estaban retratadas en estas series que tantos éxitos dieron a sus cadenas. O al menos no con tanta intensidad como sí lo hace la serie de Lena Dunham.
Incluso cuando nació, a Girls se la comparó con Sexo en Nueva York por la similitud de su presentación: cuatro mujeres jóvenes luchando por una vida digna en la ciudad que vio crecer el amor entre Carrie y Mr. Big y que superó la reconciliación entre Ross y Rachel. Pero Girls nació en 2012, unos años después de que los Manolos ayudaran a Carrie a abandonar la pequeña pantalla y nos dejase con esta pequeña obra maestra que ya es para la televisión.
Lena Dunham acudió a la HBO con la premisa de que ni ella ni sus amigas “estaban representadas en la televisión” y quería hacer algo para remediarlo. Su respuesta fue inmediata y se sacó de la manga una primera temporada que dejó a todos con la boca abierta. Su representación de la amistad, de las relaciones y del sexo distaban mucho de lo que habíamos visto hasta ahora. Hannah Horvath (Dunham) enseñaba sus carnes sin pudor, sin miedo a ser juzgada por no tener un cuerpo de pasarela. Y ese era su cometido: normalizar algo que no aparece en televisión por ser insultante para el ojo ajeno. Y durante sus cinco primeras temporadas no ha dejado de hacerlo.
La sexta y última temporada de Girls se estrena este 12 de febrero con la seguridad de haber cambiado la televisión para siempre. Hannah, Marnie, Shoshanna y Jessa se pueden ir tranquilas de haber sido ejemplos de lo que son las mujeres: fuertes, inseguras, frágiles, aventureras, desdichadas, sexys, atractivas, dubitativas. En fin, humanas. Y gracias a esta serie se ha puesto de relieve que Hollywood permite mostrar el aspecto que la mayoría de ficciones olvidan. Esta “voz de su generación” ha conseguido cambiar las reglas de juego.
Con esta última entrega, la serie dice adiós a seis temporadas de grandes momentos y donde la evolución de sus protagonistas ha sido constante. Hannah sabe lo que quiere desde el principio. Su futuro está en una revista o periódico donde pueda expresar con letras lo que siente. Desde la primera temporada se fijó ese objetivo y no ha cejado en su empeño. El arco argumental de este personaje ha girado siempre en torno a conseguirlo y, parece, esta temporada encontrará su hueco. El primer episodio de la sexta entrega Hannah está siendo entrevistada por una editora de una revista. Ésta le pregunta cuáles son sus puntos fuertes. Hannah responde: “Tengo una fuerte opinión para todo, incluso para lo que no sé”.
Quizá la que más drama ha vivido ha sido Marnie. Allison Williams tenía ante sí un papel difícil, mostrando a una mujer débil e insegura, forjada por la riqueza de sus padres y que acaba sin oficio ni beneficio en un cuchitril de Nueva York intentando divorciarse de su primer marido. Sin suerte en el amor, la aparición de Charlie en la quinta temporada nos dejó ver a la Marnie más intensa y comprometida de la serie. Un capítulo que ya forma parte de los mejores de la televisión.
Por su parte, Soshanna sigue sin encontrar su lugar -¿alguna lo ha hecho realmente?- y se diluye entre el mundo real (ese del que le gustaría salir) y el mundo donde ella quiere pertenecer: esa clase dominante de mujeres triunfadoras que pueden mirar -y miran- por encima del hombro. La más alocada de las cuatro amigas fluctúa entre la incomprensión y el raciocinio, entre el marketing y el mundo japonés -quizá haya sido su mejor momento- y entre la desafección de sus amigas para con ella, incluso sabiendo que Jessa es su familia.
Y precisamente eso, la familia es lo que ha marcado el carácter de estas cuatro mujeres. Jessa, la imponente. Jessa, la atractiva. Jessa, la que le quitó el novio a su mejor amiga. Cosas de la vida real. Esta rubia llena de adicciones es la que ponía cordura en ocasiones puntuales a Hannah, la que le decía qué hacer mejor. Y resulta que, al final, es la que le libra de su ¿gran? amor. Adam es el hombre por el que Hannah cometió más locuras y el hombre que le ha devuelto su fijación por cumplir su sueño, del que se había alejado precisamente por intentar recuperar su amor. ¿Será esa la razón por la que Jessa se fue con Adam? ¿Para apartar a su amiga de su problema? Si es así, la interpretación de la amistad que hace Girls es una más de esas que no se muestran siquiera en la vida real.
Cuesta mucho saber dónde empieza Lena y dónde acaba Hannah, pues creadora y personaje comparten rasgos identificativos: persistentes, creadoras y luchadoras. Pero Lena, sobre todo, es activista por los derechos de la mujer. Ha creado también un podcast junto a Jenni Konner donde defiende el derecho al aborto y la libertad de sexo. Y ahí es donde la conexión entre autora y personaje se hace más patente. Donde Girls no puede entenderse sin Lena, la gran artífice de este cambio de paradigma en la televisión. Larga vida a Girls. Larga vida al sexo real y a los cuerpos imperfectos.
Girls puede verse en España en HBO y en Movistar+.