La España de finales de los años 80 dio la bienvenida con los brazos abiertos a Jesús Gil. El empresario era el ejemplo perfecto de ‘persona hecha a sí misma’ que tanto gustaba en los medios y a la que la gente envidiaba por haber conseguido salir de la miseria de su pueblo en la posguerra para convertirse en un ligón que paseaba por la Gran Vía madrileña con su descapotable rojo presumiendo de dinero y posición social.
Jesús Gil subió como la espuma en popularidad, y en cinco años se convirtió en presidente del Atlético de Madrid y alcalde de Marbella, además de en personalidad pública y showman que hasta tuvo un programa de televisión para él mismo en Telecinco llamado Las Noches de Tal y Tal. Gil era un bocazas, insultaba a sus rivales, les menospreciaba, era machista y todos intuían que sus maniobras empresariales eran turbias, pero todos miraban hacia otro lado y la gente caía rendido a su carisma y a sus mensajes populistas.
Él lo tenía muy claro, quería ser rico, y de paso con ese dinero haría un poco mejor la vida de los demás. Convirtió Marbella en el ejemplo paradigmático de especulación urbanística, una ciudad que pasó de la nada a centro mundial del lujo y las vacaciones. La unión del fútbol, la política y el urbanismo era perfecta para acaparar una cantidad de poder como no se había visto antes. Sólo en la España de charanga y pandereta aupamos a un señor que fue condenado a cinco años de cárcel por homicidio imprudente por la muerte de 58 personas al derrumbarse un restaurante que había construido como le había dado la gana.
“Las obras, sin cálculo ni estudio facultativo de ninguna clase, no fueron proyectadas ni dirigidas por ningún arquitecto ni aparejador ni ningún técnico de otra clase (…) Por lo que él había visto en su profesión y actividad como constructor al frente de la inmobiliaria, (se creía) capaz de idear, construir y dirigir nada menos que una nave de ampliación de un restaurante”, recogió la sentencia de la Audiencia Provincial de Segovia. Pero él pudo sobreponerse a ese palo e incluso salir de la cárcel sacando pecho por ello y diciendo que se había convertido en el líder de la prisión.
Todas las caras de Gil, la carismática, la trafullera, la corrupta y la del líder insaciable, están presentes en El pionero, la serie de no ficción que estrena HBO el 7 de julio y que ha escrito Justin Webster (Muerte en León), junto al periodista Enric Bach, forjado en los reportajes de Salvados, y que aquí también dirige una producción que dará mucho que hablar. Un retrato complejo, sin maniqueísmos ni caricatura del personaje que fascinó a todos, y que actúa como espejo aberrante de la sociedad española de aquellos tiempos.
Le decía a la gente lo que quería oír y llegaba al corazón de las personas, les removía sus instintos. Tocaba esas teclas y con intuición. Muchos populistas actuales son malos aprendices de Gil
A través de los testimonios de sus hijos, amigos, rivales políticos y hasta fiscales que estuvieron en sus juicios por corrupción, el espectador intenta desentrañar que tenía Gil para conseguir todo lo que se propusiera, como un equipo de fútbol o tres mayorías absolutas en Marbella que sólo se ven interrumpidas por su entrada en prisión. También sus hijos hablan a cámara e intentan lavar la cara a su padre, por el que siguen poniendo la mano en le fuego aunque la justicia dijera lo contrario.
A Gil no le importaba que lo que hiciera fuera legal, como expresa el que fuera su abogado José Luis Sierra en un momento del primer episodio: “que sea justo, que ya convenceré yo a ls justicia y encontraré la percha legal”. Todo se hacía sin tener en cuenta las leyes, y mirando siempre por el bien propio. El pionero, que constará de cuatro episodios, relatará todos los asuntos turbios del expresidente del Atlético, entre ellos la polémica compra del club para salvarlo de la quiebra y hasta el Caso Malaya. Gil concibió el ayuntamiento como una empresa privada, y él en su empresa hacía lo que quería. Cuando alguien intentaba descubrir qué había dentro le machacaba. “Sólo la trato para entrenarme, como una vaquilla”, dijo en una entrevista sobre su rival, Isabel García Marcos.
Enrich Bach recuerda que con 12 años descubrió a Gil en “las teles privadas”. “No entendía bien que ese señor, que era presidente de un equipo de fútbol, también fuera alcalde, y que en las camisetas pusiera Marbella… entendía que había algo fascinante que no entendía. Cuando fui a la universidad, en el año 98, fue la épica convulsa, y no lo seguí mucho, pero sobre 2015, que yo llevaba siete años ya en Salvados, estaba ese clima de emergencia política, de antipolítica y de crítica al stablishment, y me di cuenta que Gil sonaba muy actual, porque podría decir esas cosas hoy en día”, explica a EL ESPAÑOL. Por eso decidieron hacer la serie, que debía hablar del presente a través de su figura.
Tanto Bach como Webster tienen claro que si Gil viviera ganaría de calle las elecciones en Marbella, aunque no en España. Y lo haría por ese carisma “innato, que no se puede ensaya, mira cómo les preparan ahora y suenan falsos, pero él no se preparaba nada, era todo intuitivo y genuino, parecía sacado de una novela española clásica, es imposible de imitar”. Por ello le considera uno de los “maestros” del populismo. “Le decía a la gente lo que quería oír y llegaba al corazón de las personas, les removía sus instintos. Tocaba esas teclas y con intuición. Muchos populistas actuales son malos aprendices de Gil”, zanja el director.
A pesar de todo la gente le aupó, le defendió, y más de 15.000 personas fueron a despedirle el día de su entierro. Gil era, por desgracia, una figura aspiracional en la España del pillaje, como explica García Marcos en El pionero: “Muchos querían ser como él”. Una complicidad con la corrupción que sigue en la sociedad, aunque para los cineastas no tan acuciada: “La sociedad ha aprendido, y tenemos más mecanismos de control a la clase política, pero se fue muy condescendiente con Gil, y también lo fueron los medios de comunicación, porque mientras iba bien todos mirábamos hacia otro lado”. Una serie de no ficción imprescindible y que dará que hablar las próximas semanas.