Más allá de Chernóbil y Paquita Salas, la serie de la que todo el mundo habla es Years and Years. Cuando se estrenó no parecía que fuera a convertirse en uno de los fenómenos de moda, pero poco a poco, capítulo a capítulo, ha ido creciendo hasta ser uno de los temas de conversación más habituales entre los seriéfilos. Y lo ha hecho gracias a su capacidad de sorprender y emocionar en una ficción cada vez más habituales a fórmulas preestablecidas.
La serie creada por Russell T. Davies, que también parió Queer as folk y fue guionista de Doctor Who, es en el fondo un dramón familiar, pero el envoltorio es lo que la hace diferente, ya que nos presenta un futuro distópico que para muchos no es más que un avance de lo que está por venir en un mundo políticamente inestable. Cada episodio presenta un salto en el tiempo, y cada vez el mundo se va más a pique.
En esta evolución hemos visto cómo Reino Unido no sólo ha consumado su bréxit, sino que ha llegado una presidenta (interpretada por Emma Thompson), que deja en ridículo a Donald Trump, una Theresa May más populista y peligrosa que quiere que sólo voten los que tengan un coeficiente suficiente y que impondrá un estado semi fascista en el que los refugiados están prohibidos y los barrios están separados por vallas que delimitan las clases sociales. Una visión que asusta, pero que se corresponde con los mensajes de ciertos políticos.
El resto de Europa no está mejor. Grecia ha iniciado su particular Gréxit, Merkel ha muerto y sólo parece que hay un país con algo de esperanza… España. Durante los primeros capítulos de Years and Years nuestro país se presenta como uno de los pocos donde gobiernan los progresistas, y a donde huyen los gays, refugiados y colectivos en peligro. De hecho allí es donde va uno de los protagonistas con su novio ucraniano.
Pero en Years and Years si algo puede ir mal, irá. Con los dos jóvenes felices en nuestro país, en el cuarto episodio (uno de los más celebrados y llorados de la temporada), escucharán lo que creen que son unos fuegos artificiales, pero en realidad se trata de disparos. En España la revolución ha llegado y un gobierno de extrema izquierda ha tomado el poder. Rápidamente se ponen a ver la televisión y el espectador podrá ver lo que su creador piensa que será el futuro de España.
Los presentadores anuncian que el gobierno socialista ha sido depuesto por uno llamado Nueva Esperanza, y aunque se vendan como de extrema izquierda, sus medidas se parecen demasiado a aquellas que rechazaban, ya que apuestan por expulsar de España a cualquier ciudadano que no tenga la nacionalidad, por lo que los protagonistas deberán huir. Todo ello se ve en un informativo que viene acompañado de imágenes reales de la manifestación del sindicato policial Jusapol en Barcelona por la unidad de España a finales de 2018.
Si la visión del 2027 que tiene la serie ya es peculiar, hay que estar atentos a los carteles que salen en el informativo para completar el paisaje español que prevé el creador de Years and Years. No sólo ha habido un golpe de estado, sino que este ha provocado la independencia de Cataluña (en las imágenes se ven todo el rato esteladas), la reintroducción de la peseta y el exilio forzoso de la familia real.
La visión de la serie sobre la crisis europea es pesimista, y cada capítulo que pasa y según avanzan los años todo parece más desalentador. Todos los países caen al populismo, se enfrentan entre ellos y acaban tirando los derechos humanos por la alcantarilla. España ha tenido el honor de haber sido a última en caer e incluso haber sido vista como un oasis de esperanza durante varios capítulos, pero el mundo se va a la mierda, lo sabe Russell T. Davies, que ha hecho el Black mirror más realista y pesimista que podía existir.