La llegada de Paolo Sorrentino a la televisión fue un terremoto. Si ya en cine se había atrevido con Andreotti y con un retrato feroz de la alta burguesía italiana en Il divo y La gran belleza, ahora le tocaba el turno a la religión, en concreto al vaticano. The young Pope iba, como su propio nombre indicaba, de un pontífice joven. Pero no uno cualquiera, uno con los rasgos de Jude Law, lo que hacía que todo el mundo, creyentes y no, sintieran deseo por un Papa, algo que la ficción no había mostrado. Igual que nunca se había mostrado su cuerpo desnudo.
La provocación de The young Pope estaba en que ese pontífice tan joven y guapo resultaba ser un reaccionario. Se oponía al aborto, la eutanasia y la homosexualidad, y se ganaba el afecto de todos sus fieles. La estética de Sorrentino es, siempre, apabullante. Hay imágenes en aquella primera temporada potentes, de esas que perturban y quedan grabadas, como la primera en la que Jude Law sale vestido de Papa de debajo de una pila de bebés.
Estaba claro que habría segunda temporada, y ha llegado por fin a HBO con el nombre de The new Pope. Continúa la acción donde acabó la anterior, con el Papa en coma. Ahora se busca un sustituto, que tendrá los rasgos de John Malkovich, que representa ‘la tercera vía’. Pero antes de que el impoluto actor británico llegue a la pantalla -lo hace en el segundo episodio- hay un primer capítulo que es, directamente, gasolina. Sorrentino va a por todas, y realiza su episodio más provocador e irreverente hasta la fecha.
Al director le sobran cinco minutos para liarla parda, consciente de que los espectadores más conservadores van a echarse las manos a la cabeza. Bajo una cruz de neón yace el Papa en coma. Está completamente desnudo, y sólo un paño blanco cubre sus partes. Una joven monja limpia con cuidado todo su cuerpo con una pequeña esponja. Se ve que ella cada vez está más incómoda, hasta que llega a la parte de la toallita y tiene que tocar el cuerpo de su pontífice. Sorrentino se lanza al vacío y muestra a la monja tumbándose y masturbándose en un sofá al lado de la cama en la que se encuentra Jude Law.
¿Aporta algo a la serie? Realmente no, aunque ahonda en la constante provocación de su director, en esa dualidad del pontífice al que da vida Law, increíblemente atractivo aunque sea la cabeza visible de la iglesia y promulgue medidas absolutamente conservadores. Eso sí, a la trama central de esta nueva tanda de episodios no suma ningún dato de interés.
El resto de episodio también es irreverente, aunque más en lo político que en lo sexual. Ante la falta de evolución del Papa, la Iglesia decide realizar otro cónclave y el Cardenal Voiello cree que podría convencer a la curia para ser el elegido. Error, el Cardenal Hernández -al que da vida el mismo actor, Silvio Orlando- también hace campaña, por lo que para no perder, Voiello se la juega a una tercera opción que creen que será manipulable.
El elegido escoge el nombre de Francisco II como Papa, y no es casualidad. El director realiza un paralelismo satírico con la realidad y con el actual Papa, ya que sus primeras decisiones son abrir el vaticano a los refugiados, a los pobres y obligar a los curas a vivir como ellos y a donar todas sus riquezas. Hasta las cuentas del Vaticano planea abrir para acabar con la desigualdad. Eso sí, también le muestran como un egoísta y estratega que maltrata a sus empleados aunque luego sea la cara de la bondad cuando habla al público. Al final, los poderes fácticos actúan, porque la Iglesia no puede permitirse un pontífice tan revolucionario.
Por lo demás Sorrentino sigue igual que siempre, con ese estilo recargado y una puesta en escena barroca y que juega con una banda sonora de canciones pop mientras muestra la vida en el vaticano. Una serie llena de personalidad y que en esta segunda temporada parece abrirse a tratar temas más políticos, aunque normalmente el director se las suela apañar para pasar de puntillas sobre ellos y cegar a todos con su virtuosismo que muchas veces parece más profundo de lo que realmente es.