Luca Guadagnino siempre toma la dirección opuesta a la que todos piensan que va a elegir. Tras arrasar con Call me by your name todos pensaban que su carrera quedaría a merced de las peticiones de Hollywood. Y parecía que así sería cuando se anunció que rodaría un remake del clásico de Dario Argento, Suspiria. Pero como con él todo es inesperado, aquella revisión era más una visión personal, en la que las heridas de nazismo se mezclaban en un cuento de brujas feministas.
Después de aquello ha rodado un documental sobre Ferragamo, un corto sobre el confinamiento y una serie para HBO, We are who we are -que ya se puede ver en la plataforma y que ha presentado en el Festival de San Sebastián-, en la que vuelve a abordar la adolescencia, como lo hacía en su película más conocida, pero desde otro enfoque absolutamente distinto, el de un joven americano que se traslada con su madre a una base militar americana en Italia.
Una especie de limbo donde la cultura yanqui se perpetúa, pero choca contra la libertad mediterránea que viven los jóvenes cuando salen de las barreras de seguridad. Una pandilla en la que el tema de la identidad de género está presente, pero no como forma de definirles, sino como un aspecto más en su crecimiento y en su búsqueda de un sitio en este mundo.
Es su primera serie, ¿cómo ha sido esta experiencia?
En realidad no creo que en esta serie haya una puesta en escena diferente a como hubiera hecho una película. De hecho, para mí, lo importante era hacerla con el mismo espíritu, idéntico, del que tengo cuando hago una película.
Justo en España tenemos esta discusión, hay un sector de la crítica audiovisual que se enfada cuando escucha a un director decir que ha realizado una película larga en vez de una serie, ¿qué opina de esto, por qué cree que molesta?
Porque desde cierto desde un punto de vista es una falacia decir que una serie es una película larga, pero por otro lado, los que conozcan la obra previa del director en cine, encontrarán un punto de unión entre dos cosas que son diferentes, las películas anteriores y la serie actual. El problema es la fruición. Es el modo en que vemos una película y en el que vemos una serie de televisión. La unidad de visión que permite gozar de una película de cine, no pertenece a la experiencia televisiva, porque en una tele se ve un episodio separado del otro. Y por otro lado, si quieres hacer lo que se llama binge watching -maratón de series-, lo que vas a ver es una suma de episodios separados.
Entiendo que no les guste a algunos críticos de televisión, porque cada uno de sus trabajos tiene que ser visto en su propio contexto. Yo creo que mi serie es una serie polimorfa. Creo que puede disfrutarse de esta serie de una forma episódica, a través de la televisión, pero también en la condición única que se da en este festival, en la que se ha visto una forma creada para cines, que es la suma de todos los capítulos e incluso más larga que la serie completa y que da una visión completa del trabajo.
Los americanos viven en un estado de constante de agresión a su propia identidad cultural, y no tienen un interés peculiar en la realidad italiana
La serie no usa los recursos habituales, los 'cliffhangers', giros al final del episodio...
El proyecto creativo ha sido muy libre, he tenido una libertad total desde el punto de vista de la cadena y no responde a ninguna regla. Toda la he escritura la he hecho desde el punto de vista de lo que necesitaban los personajes y no los capítulos.
¿De dónde nace la idea de la serie?
El productor Lorenzo Mieli me dijo que si quería hacer una historia sobre el tema de la fluidez de género en los adolescentes de los suburbios americanos, y yo le propuse una idea sobre el comportamiento de un grupo de jóvenes y adultos en un sitio muy concreto que es una base militar americana.
La base militar funciona como un limbo para una adolescencia, ¿por qué interesaba esa adolescencia en un sitio concreto?
Para mí, la idea es que la identidad americana es una identidad penetrante. Podríamos decir que las bases son un limbo, pero son un limbo con un gancho muy fuerte para hablar del tema de la identidad.
Hay una dualidad, una base americana en Italia, no sé si cree que eso provoca un conflicto o que en un mundo globalizado todo lo que ocurre en EEUU se traslada al resto del mundo.
No pienso ni una ni la otra. Creo que los americanos viven en un estado de constante de agresión a su propia identidad cultural, y no tienen un interés peculiar en la realidad italiana. Los jóvenes de la serie se dejan contaminar por la realidad exterior italiana, pero es algo que surge de una forma natural, no de una confrontación.
En la serie los adolescentes no están definidos por su sexualidad. Nadie dice que es un chico gay, o la chica no se define como persona transexual o haciendo la transición.
La idea de definirse a sí mismo y constreñirse a una sola identidad específica me queda muy lejana, pero por otro lado estamos en constante fuga, en busca de encontrar y definir nuestra sexualidad, y eso no me interesa, no me interesa el tema de la identidad de género. No me atrae. Me interesa la forma en la que cada uno de nosotros nos definimos independientemente de nuestro género o nuestra sexualidad.
¿Y cree que eso normalmente se hace en las series sobre adolescentes?
No veo series de televisión.
Pues en la ficción, en realidad.
Bueno, es que intento evitar ver el cine que sé que no me va a gustar.
El cine es como cualquier otra industria, busca encontrar el producto con el que sacar más beneficio, como el que hace bocadillos, o una cadena de montaje
Pues como jurado del Festival de San Sebastián le estará tocando ver mucho cine que no le guste.
No, la selección del festival es encomiable.
¿Qué le parece cómo trata la adolescencia el cine americano?
El cine es como cualquier otra industria, busca encontrar el producto con el que sacar más beneficio, como el que hace bocadillos, o una cadena de montaje. Yo no hago este tipo de cine. Por fortuna he evitado trabajar en un sistema que te limita a crear un solo producto. Conozco las reglas de ese cine, pero no me interesan, y no las uso. El cine es una industria de la repetición, de crear productos.
La gente tiende a comparar, ¿cómo lleva que cuando hablan de We are who we are siempre la comparen con Call me by your name?
No puedo controlar lo que piensa la gente sobre mi trabajo. Espero que mi trabajo hable por sí mismo y quede grabado en el tiempo y se vea de una forma cada vez mejor.
La serie se ambienta en 2016, el año de la victoria de Donald Trump. ¿Es el año en el que cambió nuestro mundo radicalmente?
No creo que fuera un cambio, igual que tampoco creo que ocurriera cuando ganó Berlusconi por primera vez en Italia, pero creo que son síntomas del momento que se vive y cómo los agentes del momento utilizan eso para pervertir la realidad del momento.
Entonces, ¿por qué ese contexto para la serie?
Primero, para darle una sustancia de realidad, que no fuera algo abstracto. Y también porque el momento en el que Clinton pierde las elecciones es un momento de shock, e intento trasladar ese shock a la situación de los personajes.
¿Cree que es una serie política?
No soy yo el que tenga que hacer este análisis, eso lo deben hacer los periodistas.
¿Pero cree que la ficción debe ser política?
Todo es político incluso ese cabecero de la cama.
Este año ha estrenado un corto, un documental y una serie, ¿no piensa en parar?
Siempre pienso en hacerlo, pero no lo consigo, Me gustaría, pero no puedo, al final vale lo mismo hacer que no hacer.
Rodó un remake y dicen que va a hacer otro, el de Scarface. Los remakes están mal vistos, usted le da la vuelta a esa opinión, ¿por qué le interesan?
No creo que las historias sean originales, lo que cuenta, lo que es original, es el punto de vista.