Afortunadamente, Hulu y HBO España lanzaron tres episodios de la cuarta temporada de El cuento de la criada el día del estreno, porque hay que esperar hasta el final del tercero para que se abra la posibilidad real de que la historia avance, por fin, por otros caminos. Y vaya si ha avanzado.
Después de tres entregas atrapados en el bucle de los horrores de la distópica y misógina Gilead, no creo que fuéramos capaces de imaginar las satisfacciones que nos traería esta. Mucho menos la euforia que nos produciría su glorioso, sangriento e inesperado último episodio. La serie y nosotros como espectadores necesitábamos una revolución y eso hemos tenido.
Desde que June llegó a Canadá al final del sexto episodio, un momento que habríamos esperado como clímax de temporada y culmen de un plan imposible de ejecutar sobre el papel, la serie se transformó y le ha sentado muy bien. En el tramo final de esta temporada se ha explorado la vida de las supervivientes fuera de Gilead y cómo cada una decide (o puede) lidiar con las consecuencias de todas las situaciones traumáticas que han sufrido.
En el caso de nuestra protagonista, pasar página y disfrutar de la suerte de poder vivir en libertad con su esposo y una de sus hijas, era algo que no podía conciliar con la realidad de que Gilead sigue existiendo y su hija está creciendo allí. June siente el fuego interior de una llama que mantienen viva el trauma de las experiencias vividas, el dolor por no haber podido salvar a Hannah, la culpa del superviviente, la frustración de sentirse incomprendida y la rabia porque los caminos de la justicia institucional son tan fríos como inescrutables.
Seguramente, June nunca habría podido adaptarse completamente a su nueva vida en libertad, pero es probable que con el tiempo hubiera aprendido a negociar con ella. Sin embargo, su llama interna se convierte mecha de dinamita cuando descubre que, a pesar del detallado testimonio de los crímenes que cometió Fred Waterford sobre su persona y su cuerpo de forma continuada, su violador ha negociado inmunidad diplomática a cambio de información sobre el funcionamiento interno de Gilead.
"Tiene más valor lo que él les pueda dar que lo que me quitó a mí", dice en una las frases más elocuentes y punzantes de la temporada. A pesar de que Moira insiste en seguir explorando vías legales, June ha comprobado de primera mano que su derecho personal a que se haga justicia acaba donde empieza la burocracia de la política internacional y las agendas particulares de cada país sentado en la mesa de negociación.
Sabe que no puede ser la madre de Nichole que los demás esperan que sea, porque no puede olvidar todo lo que ha ocurrido, preparar el desayuno por la mañana e ir a jugar con su hija al parque como si nada hubiera pasado. No puede ser esa madre, pero será otra, la que sacrifica la estabilidad y la seguridad por la lucha.
Y si no puede luchar como June Osborne, una ciudadana libre, lo hará como lo haría Offred, encontrando subterfugios en las leyes de Gilead y usando en contra de Fred una de las que él mismo ayudó a redactar: la particicución. Venganza y justicia servidas en el mismo plato bajo la luz de la luna. Una escena salvaje y sangrienta que funciona como la eufórica fantasía del género rape and revenge (cine de violación y venganza) que no sabíamos que necesitábamos. O sí. ¡Bienvenida la revolución!
Aunque no la vimos en el último episodio, no quiero cerrar este texto sin recordar a Janine. Es uno de los personajes más dignos de admiración y respeto en toda la serie, por su asombrosa capacidad de resiliencia, y porque aún en ausencia de total libertad, ha encontrado una forma muy inteligente de sobrevivir. Además, ayudar a otras a hacerlo, como a la rebelde Esther. Esa pareja promete. También promete ver la evolución de Tía Lydia y qué ocurre con Serena ahora que se ha quedado sola después de apostar por la carta equivocada. Se merece todo lo que le pase. ¡Nolite te Bastardes Carborundorum!
'El cuento de la criada' está disponible en HBO España.
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