Políticos en El hormiguero. Políticos tocando la guitarra. Políticos en twitch, en youtube y hasta en la sopa. Políticos haciéndose los modernos, los guays. La nueva política ha traído un concepto muy diferente al que existía hace diez años. Y el mejor retrato posible de esa nueva clase política lo ha hecho Diego San José en esa increíble trilogía que conforman Vota Juan, Vamos Juan y ahora Venga Juan, la tercera entrega que estrena HBO Max el 28 de noviembre.
San José está curtido en la mezcla perfecta de política y humor gracias a Vaya semanita, y también es uno de los guionistas más afilados y mordaces del audiovisual español. De la mano de Javier Cámara ha creado un personaje fundamental para nuestra ficción reciente y para la radiografía de una sociedad que tiende al surrealismo. Su Juan Carrasco se despide ahora, parece que para siempre.
¿Es Venga Juan el cierre definitivo de la historia de Juan Carrasco?
Nosotros, en realidad, hemos escrito todas, y lo digo con pena, como si fueran la última, porque nunca hemos sabido si volveríamos. Así que siempre hemos intentado dejarlas con una conclusión que dijera: ‘si no nos renuevan nunca, al menos nos quedamos a gusto’. Es difícil decir que sea el cierre definitivo, pero si es cierto que la tercera temporada es la primera vez que dejamos a los personajes en un lugar que se parece a un sitio definitivo. Lo más parecido a un nudo final. Por mi parte sí que el final de la tercera supondría un cierre de ciclo y el cierre de un trayecto interesante para los personajes.
¿Las series tienen que saber cuándo acabar para no alargarse y quemarse?
Creo que depende de la idea de base. Algunas dan para mucho recorrido y puedes estar más tiempo con ellas, pero con otras ideas de partida hay un final marcado. Pero sí es cierto que en general las series tienen que acabar un poco antes de que te lo pida la propia serie, antes de que languidezca, y eso es un poco lo que hemos hecho en esta tercera temporada, terminar antes de que nos diéramos cuenta de que estábamos obligándonos a repetirnos o a prolongar variaciones similares de los mismos chistes. Así que preferimos tomárnoslo como si fuera definitivo, y creo que eso te obliga a ser mejor. Tener la sensación de que podía ser el final definitivo te exige ser más fino e hilar mejor las cosas.
¿Qué te ha aportado como creador?
Como creador me ha aportado tanto como el hecho de que está pregunta me la puedes hacer porque he hecho estas tres temporadas. Esta figura no sé si existía, pero yo he sido de los guionistas afortunados, y en eso hay mucho de suerte, porque no tiene que ver sólo con el esfuerzo o el talento, en estar ahí en el momento en el que se le empieza a dar importancia al creador, al ‘showrunner’, al guionista con funciones de producción ejecutiva… A mí me pilló y me ha supuesto todo. He aprendido muchísimo de la posibilidad de picotear en otros departamentos a los que en el cine no se me permite acercarme o el hecho de finalmente tener más autoridad que el director, algo impensable en las películas, así que le debo todo. Había dejado de aprender, aplicaba lo que sabía y gracias a que te metes en marrones en terrenos que no conoces y te obligas a responder a preguntas de cosas que no sabes del todo, pues eso te imprime una velocidad brutal en aprender.
Has mencionado la palabra ‘showrunner’, que tiene un puntito Juan Carrasco, ¿qué opinas del término?
El término tiene una cosa como de patética ya en lo fonético. Ya es en inglés y decimos una palabra muy grande, por lo que suena a grandilocuente, y creo que nadie se sentirá cómodo escuchando eso, y el que se sienta cómodo y confortable probablemente será un cretino, porque suena arrogante. Pero la aplicación del concepto más allá del término sí es una realidad. He visto a compañeros y a mí mismo sentados en mesas donde no nos invitaban a sentarnos o tomando decisiones que antes no tomábamos. Eso no existía y no creo que sea una falacia. Una película, al fin y al cabo, son 100 páginas, y una serie pueden ser 300, y creo que puede ser difícil que varios directores vayan en la misma sintonía entre tantas páginas, y para eso la persona que menos posibilidades tiene de perderse es el que la ha escrito, así que que haya una persona en el set para tirar de orejas al que se haya despistado está bien y ese es el guionista. Eso le hubiera venido muy bien a películas y otros fenómenos narrativos donde la cadena de elementos que no se comunican hace que las cosas se pierdan.
He visto a compañeros y a mí mismo sentados en mesas donde no nos invitaban a sentarnos o tomando decisiones que antes no tomábamos. Eso no existía y no creo que sea una falacia
¿Hablar de política sigue siendo de lo más difícil para una serie?
A mí lo que me ocurre es que de las cosas que yo hablo me parece menos difícil hacerlo que de las que no hablo, así que la política en ficción para mi no es tan difícil como otros temas de los que han hablado otros creadores y yo no he practicado. Creo que lo que ocurre es que cuando hablas de política necesitas que haya una cadena de producción que te permitan decir lo que tú quieras y evitar una cosa que es un desastre y que creo que es el peligro de la ficción sobre política, y es que la sátira política se convierta en un arma arrojadiza en una sola dirección, con lo que perdería el sentido de sátira porque sería unidireccional. A nosotros nos han permitido dar de manera descontrolada a todos los lados que hemos querido, y eso sí es complicado porque es verdad que no todas las cadenas lo pueden hacer, porque muchas de ellas políticamente pueden tener un lugar, y las ficciones sobre política hechas donde ya hay un sentido político se acaban convirtiendo en series para que te den la razón, y ese tipo de comedia no me interesa mucho.
Siempre se ha mencionado que tu serie no tiene siglas políticas. No sabemos qué partido tiene a Juan Carrasco en sus filas, no sé si eso también era una decisión para que la sátira no fuera unidireccional.
Claro. Ocurre que eso se puede leer de dos modos. Uno podría pensar que si quitas las siglas estás siendo más valiente, o más hiriente. Pero a nosotros, desde el primer momento, lo que nos pareció importante era intentar molestar a todos en general, y para eso era importante crear un tipo de político donde lo importante no estuviera en su ideología, sino en el concepto de político español de los últimos años, y para eso necesitábamos que no fuera de ningún partido, porque lo que queríamos era criticar o hacer comedia para sacar punta a la figura de aquel que ha participado en la democracia española en los últimos diez años, que es una época de nuestra democracia donde se ha vivido la jubilación de un tipo de político. Un político que no tenía tanto marketing, que no tenía tantos asesores, que no le daba tanto peso a las redes sociales o a acercarse a programas de televisión y a la gente joven.
Y surge un político con técnicas de marketing, y ese tránsito es el que nos interesaba más que un partido en concreto, la desubicación de un político de antes que quiere seguir siendo vigente ahora y eso no tiene siglas. Para el humor de siglas es mejor el entretenimiento que la ficción, los programa diarios o semanales de comedia que responden a la actualidad son un vehículo que está muy bien para hacer crítica a lo coyuntural. Lo que mola de la ficción, aunque luego no lo consigas, es intentar ser ligeramente vigentes durante un tiempo mayor. Que puedas ver Vota Juan dentro de seis años y como no está vinculada a un partido ni a nada de lo que ocurre en ese momento, todavía se pueda ver.
En está sí que hay guiños muy claros a casos de corrupción conocidos por todos y a partidos políticos.
Sí. Eso ocurre porque las dos primeras temporadas posiblemente iban por delante de la actualidad, o nos estábamos metiendo en un mundo donde no había tantos referentes. Si yo pensaba en la ambición de un político por llegar a lo más alto, eso es atemporal. Pero cuando decidimos que la tercera parte del retrato de este político después de la ambición y el rencor debía ser la corrupción... creo que hay una España que sólo se cuenta a través de la corrupción, y eso me interesa mucho. Y cuando piensas en eso, surgen más estampas que en otros conceptos políticos, y eso tiene que ver con que la corrupción en España, gracias al periodismo, la hemos ido conociendo de una forma tan chapucera y estrambótica que era inevitable irse a lugares reconocibles por todos. Y son lugares muy buenos para la comedia, lugares que van más en nuestra tradición cómica que otro tipo de comedias que hacemos.
Si la tradición española tiene que ver con el esperpento, no ha habido nada más esperpéntico que los casos de corrupción, sobre todo en los casos pequeñitos. No hay nada que nos delate más que ver lo que hacemos cuando tenemos mucho dinero, cómo lo gastamos, cómo lo escondemos. Uno puede fingir ser elegante y ocurrente en las entrevistas, pero cuando te dan seis millones de euros, ahí no hay elegancia posible, se te ve el plumero. Hemos tenido tantos ejemplos de ese carácter grotesco de corrupción eminentemente española... creo que nuestra corrupción ha sido más española que otras cosas que parecen más homogéneas respecto a un sueco o un noruego. La corrupción española es muy de aquí, y cuando escribes de eso es inevitable picotear de cosas que han ocurrido, porque no vas a llegar a conclusiones mejores que lo se ha recogido en el periodismo.
Si la tradición española tiene que ver con el esperpento, no ha habido nada más esperpéntico que los casos de corrupción. No hay nada que nos delate más que ver lo que hacemos cuando tenemos mucho dinero
Javier Cámara vuelve a dirigir un episodio esta temporada. De nuevo un episodio embotellado y que tiene que ver con esa ‘comedia triste’ que tanto te gusta.
Sí. Es que es cierto que cuando no hay una trama, cuando lo que hay es la melancolía sin tener que cumplir avances narrativos, pues es más melancolía, porque cuando estás triste no pasan cosas. Los embotellados tienen esa virtud porque no tienen que seguir un arco de temporada, y creo que si haces un capítulo embotellado en una serie que de por sí tiene un compromiso por hacer reír, sólo tiene sentido para dar una nota de color, y si la risa la damos en el resto de temporada, pues esos capítulos tienen que tener otros colores y no tienen tanto que ver con hacer reír. Si no generan tantas carcajadas, pues que generen otras cosas, que generen tristeza, melancolía y dolor, que son tres elementos que a la comedia en televisión se les ha privado mucho tiempo, porque hemos considerado que la comedia televisiva tiene que hacerte reír y con una frecuencia determinada por minuto y creo que también es llevarle la contraria a esa tendencia que nos ha privado de buenas comedias durante mucho tiempo.
Cuando recogiste el Premio Feroz a la Mejor serie de comedia el año pasado dijiste que querías escribirle a Javier Cámara su primera película, ¿cómo va eso?
Los dos nos sentimos cada vez más cómodos en formato serie, y lo que más hemos hablado desde que le dije eso tiene que ver más con escribir una serie. Que no haga un capítulo embotellado sino que sea otro el que venga a hacerle un capítulo embotellado a Javi y que él sea el director de la serie. Que se intercambien los roles. Él como director sería fantástico. Yo es que soy muy numérico, y si sus dos episodios han sido de lo mejor en las dos temporadas, aunque es algo subjetivo, pero han destacado, y para mí son de lo mejor que hemos hecho, eso no puede ser por casualidad, eso es que habrá puesto algo de su parte, así que ahora habría que ser más ambicioso, no hacer sólo dos episodios cada dos años.
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