Sexo en Nueva York, la serie original sin contar aquellas dos aberraciones en forma de película, es una de las series más importante para la ficción reciente. Quien lo niegue negará una evidencia. Que en 1998 cuatro mujeres se pusieran a hablar sin tapujos de sexo, un terreno hasta entonces reservado exclusivamente a los hombres, era una revolución. Su estructura, su voz en off, las dinámicas de aquellas cuatro amigas… todo se convirtió en ejemplo y modelo para innumerables ficciones posteriores.
Por supuesto que había cosas donde la serie podía haber sido más arriesgada. Sus cuatro protagonistas acabaron emparejadas y la protagonista, Carrie, terminó con un capullo que se había portado fatal con ella. Precisamente la muerte de Big es el principal cliffhanger con el que termina el primer episodio del regreso de Sexo en Nueva York, que ahora se ha llamado And just like that. Por desgracia, semejante acontecimiento no es suficiente para que vuelva a sentir lo mismo que sentía con aquellos episodios.
Muchos se han apresurado a destacar que ya la original era una serie pija, clasista, donde la falta de diversidad era notable y donde el amor romántico terminó perpetuándose. Eso no hace peor a Sexo en Nueva York. Hay una frase de Dolor y Gloria, la película de Pedro Almodóvar, perfecta para esto. “No es la película la que ha cambiado, son tus ojos los que han cambiado”. Somos nosotros los que nos hemos deconstruido, los que hemos vivido un me too, una nueva ola feminista y los que nos hemos dado cuenta de aquello.
Pedirle cuentas a Sexo en Nueva York no tiene sentido, y por eso el punto de partida de And just like that no podía ser más esperanzador. Estas tres pijazas descubriendo que el mundo en el que vivían era tan falso como Matrix, un espejismo sólo disponible para unos pocos y que tras el covid deja hasta de tener sentido. Un buen momento para que ellas mismas se den cuenta de que nunca habían tenido una amiga negra, o un amigo gay que no cumpliera el prototipo de secundario con pluma.
El regreso de Sexo en Nueva York sabe que tiene que afrontar estos elefantes en la habitación, pero se nota que lo hace más por imposición que por convicción, y al final todo acaba resultando forzado. Realmente no hay una reflexión a que esa élite ha vivido de espaldas a un mundo diverso y diferente, sino que todo está escrito como si fuera un manual para dummies, y por supuesto siempre salvándolas y justificándolas.
Es imposible que Charlotte tuviera una amiga de la infancia negra, pero ahí está. En vez de usar su nuevo momento vital para pensar por qué no tienen amigas racializadas sólo las colocan como una nueva pieza del peón. Es más interesante en ese sentido lo que le ocurre a Miranda, incapaz de adaptarse a su nuevo ambiente diverso universitario a pesar de que lo intente. El problema es que todo queda al servicio de gags obvios, que sólo se quedan en la superficie.
La escena del podcast que graba Carrie es la que muestra de forma más clara la incapacidad de la serie de abordar estos asuntos. Una presentadora con género fluido que sólo hace bromas sobre su condición, remarcándolo todo el rato, y Carrie como mujer blanca cis. El contraste podría tener gracia, pero todo está escrito de una forma tan simplona que resulta sonrojante. And just like that tiene un gran punto de partida, el choque del mundo actual con tres amigas que se creen modernas, pero no consigue sacar partido. La serie, de hecho, es como el personaje de Miranda, intentando encajar sin darse cuenta de que resulta patosa.
Otro asunto es la estilización extrema de todo. Parece que no se han dado cuenta de que el principal problema de la película fue mostrar un envoltorio de caramelo sin nada en el exterior. Sólo era lujo, vestidos, decorados y dinero a raudales. No han corregido esto. Sexo en Nueva York convirtió la moda en un elemento importante de su trama, pero nunca fue sólo una pasarela de modelitos. Aquí vuelven a caer en el mismo error. Me niego a creer que en un entierro haya mujeres que elijan su traje como si fueran a la boda de un miembro de la familia real.
A pesar de todo seguiré viendo la serie, que en sus momentos dramáticos funciona mucho mejor que en lo cómico. La muerte de Big es un salto sin red para la serie, y la resolución de la ausencia de Samantha es elegante, con esa decisión tan hermosa del perdón en forma de tarjeta y flores. A Carrie, Miranda y Charlotte hay que darlas una nueva oportunidad y ver si pueden arreglar este desaguisado.