Crítica: 'Tokyo Vice', Michael Mann se luce en un estiloso thriller a la japonesa que exige tanto como promete
Ansel Elgort y Ken Watanabe protagonizan en HBO Max la adaptación de la historia real de un periodista, Jake Edelstein, que se atrevió a indagar en los asuntos de los yakuza. Ya hemos visto sus primeros capítulos.
11 abril, 2022 18:53Noticias relacionadas
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Michael Mann ha vuelto. Tokyo Vice, la nueva serie de HBO Max, supone el regreso a la dirección de una de las voces más personales, reconocibles y deslumbrantes del thriller moderno. Habían pasado siete años de la última película del maestro, pero nadie mejor que él para poner en marcha la adaptación del peligroso acercamiento a los yakuza de Jake Adelstein, el primer periodista estadounidense en trabajar en un gran medio de comunicación japonés a finales del siglo XX. Ansel Elgort y Ken Watanabe son los protagonistas de una lujosa producción rodada en localizaciones de Tokio.
Sobre el papel, la historia real de Jake Adelstein es la clase de material que encaja a la perfección en la breve e influyente obra del visionario director de Heat, Collateral y El dilema. Los thrillers sobre supuestos hombres de honor que se abren paso -y que se acaban manchando las manos- en un mundo poblado de personajes peligrosos y de dudosa moral forman parte del ADN de un realizador por el que el tiempo no parece pasar a pesar de haber cumplido recientemente 80 años.
Mann recurre a su irresistible hoja de estilo para marcar el tono y el estilo a seguir por Tokyo Vice: luces de neón, planos detalle, cámara en mano y un diseño milimetrado de la puesta en escena en cada secuencia. La música de Saunder Jurriaans y Danny Bensi también es instrumental para imprimir ritmo y estilo en un thriller que, a pesar de un prólogo que presenta la futura amenaza de los yakuza, no tiene prisa en situar sus piezas sobre el tablero.
A simple vista, utilizar a un personaje estadounidense y blanco para adentrarnos en el mundo criminal de los yakuza en el Tokio de 1999 puede parecer una decisión narrativa anacrónica e impropia del estado actual de la ficción que permite que historias locales como La casa de papel, Parásitos y El juego del calamar se conviertan en fenómenos mundiales. Afortunadamente, tanto Mann como el showrunner J.T. Rogers (Oslo) se preocupan por colocar la idiosincrasia japonesa en el centro del relato. El sexismo, la xenofobia y sus preocupaciones culturales hacen acto de presencia aunque la historia no esté contada desde su punto de vista.
La coproducción sorprende hasta en la predominancia del idioma nipón, no solo entre los personajes secundarios, sino en la mayoría de los diálogos de un entregado Ansel Elgort. Casualmente o no, cuando Mann deja las riendas a otros directores (desgraciadamente, como pasó con Luck en 2011, el director solo ha firmado el episodio piloto) los socios más inmediatos de Jake Adelstein hablan inglés con más frecuencia y el uso del japonés pasa a ser menos habitual.
Tokyo Vice ha fichado a actores locales muy conocidos fuera de su país, como Ken Watanabe y Rinko Kikuchi (nominados al Oscar por El último samurai y Babel, películas estadounidenses), aunque la gran sorpresa de la función es Shô Kasamatsu como uno de los jóvenes yakuza que el periodista se encuentra en su camino. No sería extrañar que el actor de 30 años volver a recibir los cantos de sirena de Hollywood después de su carismática aparición en la ficción de HBO Max.
Una vez pasado el efecto de la ausencia de Mann (el segundo episodio se resiente en todos sus frentes, con la excepción del desarrollo del policía que interpreta Watanabe), Tokyo Vice empieza a encontrar su pulso como un prometedor thriller que acierta yendo más allá de la clásica estructura del pez fuera del agua y dejando respirar y seguir su propio camino a un grupo de personajes secundarios que resulta más interesante a cada episodio que pasa.
El veterano policía que ve en la llegada de un extranjero una oportunidad para denunciar la imparable mafia local; el interés sentimental que parece estar ahí solo para acabar muerta y dar una motivación al protagonista (no es el caso) y el joven yakuza que en realidad sigue caminos paralelos al del periodista enriquecen una serie que podría haberse quedado en la superficie y en lo cosmético en su acercamiento al Tokio de 1999, un mundo puro y brutal en el que los móviles e internet todavía no habían hecho apenas acto de presencia.
El joven Adelstein va a descubrir que nada ni nadie es lo que parece. Desde los policías a los criminales pasando por las camareras de los locales de moda o los propios periodistas, todos tienen sus propios planes en una serie donde todos los personajes quieren algo y están dispuestos a entrar en grises morales por ello. En Tokyo Vice la investigación no ha hecho más que empezar, pero va por el buen camino y deja pistas intrigantes desde el principio, como la revelación de que el asesino no existe en la capital de Japón. “No existe”, claro, como descubrirá un periodista que no parece saber que se está metiendo en la boca del lobo.
Los dos primeros episodios de 'Tokyo Vice' se pueden ver ya en HBO Max.
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