Con tanta oferta de series, después de dos años de ausencia y de una frustrante última entrega, la cuarta temporada de Westworld tiene un reto: volver a conquistar a sus seguidores, porque lo que en su primer año fue un estimulante juego narrativo, derivó en la repetición de una fórmula que enrevesaba caprichosamente unas tramas que al final demostraban ser simples.
Esto alcanzó su punto máximo en la tercera temporada, en la que no se reveló cuál era el verdadero plan de Dolores hasta los últimos 15 minutos. Si decides retrasar una revelación de este tipo hasta el último momento, el resultado debe ser una sorpresa capaz de trastocar mundos o algo que resignifique totalmente lo que hemos visto. En el caso de Westworld solo pareció oscurantismo forzado; se quedó a medias en todo y no causó un gran impacto.
La buena noticia es que Jonathan Nolan y Lisa Joy parecen haber aprendido algo de sus errores. Al menos, esa es la sensación que queda después de ver los primeros cuatro episodios. Desde el principio se plantea un misterio, pero esta vez, casi como si fuera la búsqueda del centro del laberinto de la primera temporada, nos sentimos invitados a formar parte del juego. Quizá se deba a que tendremos que recorrer ese camino de descubrimiento junto a un personaje, tal como hicimos con Dolores en la primera temporada. Y lo hacemos, precisamente, con la nueva encarnación de Evan Rachel Wood, ahora llamada Christine.
Han pasado siete años desde la destrucción de Rehoboam y el mundo es aparentemente distinto, aunque en esencia no parece haber cambiado nada después de que la humanidad recuperase el libre albedrío. Hay un sentimiento rutinario con el que nos sentimos identificados: nos levantamos, vamos a trabajar, regresamos a casa y volvemos a empezar. Así es la vida de Christine, a quien vemos despertarse cada mañana tal como veíamos a la Dolores Abernathy de la primera temporada.
No es este el único eco a aquella época, esta temporada de Westworld está llena de referencias a su primer año. Vuelven algunos personajes que abandonamos en la segunda entrega, regresamos a antiguos lugares, hay un nuevo parque (ambientado en los años 20) que repite un guion conocido, alguien necesita volverse a encontrar con su hija y escuchamos la clásica pianola con versiones de temas de Lana del Rey o Billie Eilish. También hay guiños en el lenguaje, se habla de caminos, de narrativas, incluso Christine trabaja creándolas en una empresa de videojuegos.
Se respira un aire de nostalgia por épocas mejores de la serie. Rodeándolo todo, la guerra de Charlotte contra la raza humana. Los anfitriones fueron usados como juguetes, torturados por diversión, y ahora le pagará a la especie que los creó con la misma moneda. Se agradece que su motivación esté clara desde antes que comience la temporada y que algunas revelaciones adicionales sobre ella y otros personajes llegan relativamente rápido en comparación con temporadas anteriores. Esta nueva etapa comienza con buen pie, en parte, porque se siente familiar, esperemos que no sea solo un bucle de repetición de la serie.
La temporada 4 de 'Westworld' se estrena el 27 de junio en HBO Max.
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