"Cuando se juega al juego de tronos sólo se puede ganar o morir" dijo Cersei Lannister una vez, y cuando celebras una boda en Poniente la única garantía que tienes es que acabará en caos y con sangre. La casa del dragón no ha esperado a su segunda temporada para tener su propia boda roja, un episodio con el que despide por lo alto a Milly Alcock y Emily Carey, que dejan el listón muy alto a Emma D'Arcy y Olivia Cooke, que se encargarán de interpretar desde la próxima semana a Rhaenyra y Alicent.
Clare Kilner vuelve a ponerse tras las cámaras después del magnífico episodio anterior y nos lleva al punto álgido de esta entrega con la tensión y los elocuentes cruces de miradas del banquete en honor de Leanor Velaryon. El primero de los varios "modestos" eventos que planean extenderse durante siete días, para culminar en la gran boda real de la heredera al trono y el heredero de la casa que controla la mitad de los dragones de Poniente, dato que nos dejan caer sin darle demasiada importancia.
Tan sutiles son con esta información, que puede que pase inadvertido que la jinete del dragón rojo es la princesa Rhaenys, que llega volando a Desembarco junto a su hijo. Y con este llevamos cuatro. Se llama Meleys y se le conoce con el apodo la Reina Roja, para los que estéis interesados en llevar la cuenta de los dragones que van a apareciendo.
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"Cumplamos nuestro deber y que cada uno coma lo que quiera"
"Es cuestión de gustos. Yo prefiero el pato asado al ganso". Dentro de lo malo que puede traer consigo un matrimonio político, el moderno acuerdo al que llegan Rhaenyra y Laenor hace que su futuro no pinte tan mal, pero los planes se fueron abajo antes de que pudieran ponerlos en práctica, porque la princesa no tuvo en cuenta una variable: Criston Cole.
Lo que para ella era un juego de seducción, para el guardia real había sido una deshonra que creía que solo podría restaurar casándose: "seremos anónimos y libres". La propuesta de Rhaenyra lo convertía a sus propios ojos en "una puta" que había roto su voto de castidad por nada. Esta negativa le aguaba un poco la fiesta a la princesa, pero nunca imaginó que sería de forma literal ni mucho menos definitivo.
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Los que no son invitados a hablar
Ser Criston Cole fue sin proponérselo la pieza clave de puso en marcha los principales acontecimientos de este episodio y su despecho la llama que lo encendió todo. No solo asesinó al amante de Laenor con violencia descarnada y arruinó la semana de celebraciones, su confesión ante Alicent fue lo que la transformó definitivamente en la reina consorte dispuesta a luchar por los derechos de sucesión que le pertenecen a su primogénito.
Y ese momento no habría sido posible sin la intervención viperina de Larys Strong (hijo de la nueva mano del rey), que haciéndose el bienintencionado e ingenuo clavó su cizaña con gran precisión, presentándose como aliado y asegurándose la confianza de la reina. Larys, Criston y Alicent, esos a quienes nunca invitan a hablar, fueron los que decidieron el destino del resto de personajes en este decisivo episodio.
La boda roja
Sabíamos que algo iba a pasar, que alguien iba a morir, pero no quién ni cuándo ni cómo. La secuencia del baile avanzaba como una olla a presión a punto de estallar. Y cuando podíamos pensar que quizá Daemon iba a estar involucrado, porque es impulsivo, provocador y un agente del caos, quien por cierto, asesinó a su esposa, "la zorra de bronce", personaje que deja huella y al que nos habría gustado conocer un poco mejor.
El que explotó fue Criston Cole, que no pudo soportar que tantas personas conocieran su deshonra y sintió las palabras de Joffrey como una amenaza. Su reacción fue totalmente desproporcionada. Y, además de las consecuencias a nivel personal, con su furia destruyó, una vez más, los planes de Viserys. Puede que en el futuro nadie escriba una canción en honor a las hazañas de este rey de tiempos de paz, porque son inexistentes, pero la mala suerte que tiene para las celebraciones: el torneo en honor a su heredero (1x01), el día de caza (1x03) y esta boda, darían para un tema pegadizo.
Al final, la boda se celebró a oscuras, solo con la familia allegada y rodeados de restos de comida, moscas y una rata lamiendo la sangre de Joffrey, que aún estaba caliente en el suelo. El mismo en el que cayó Viserys, que se está pudriendo a trozos.
"Enhorabuena, hijastra"
El momento exposición de este episodio lo protagoniza Larys Strong, que le explica a su hermano la importancia del vestido que eligió Alicent para la celebración. Esa frase está diseñada para nosotros los espectadores, y se agradece, porque no querían que pasara desapercibida para quienes no hemos leído los libros ni conocemos todo el lore de Poniente.
Viendo la escena, la llegada tardía de Alicent y su entrada interrumpiendo el discurso de Viserys eran razón suficiente para que las miradas de todos los presentes y las nuestras se centraran en ella. Ese acto de por sí ya demostraba rebeldía y era una declaración de intenciones, pero adquiere mayor importancia y su verdadero significado cuando aprendemos que el verde es el color de la casa Hightower, el color de Antigua cuando convoca a sus banderizos a la guerra.
Los miembros de la casa Hightower así lo reconocen: "Toda Antigua está con vos". Y también Rhaenyra, que entiende que detrás de ese formal saludo: "enhorabuena, hijastra", se esconde un "sé que mentiste, te elegí a ti en lugar de mi padre y nunca te lo perdonaré". Hemos llegado al ecuador de la temporada y la serie no podría estar a mejor nivel. Empieza una danza en la que habrá que elegir bando, porque como dijo Rhaenys (1x02): "Los hombres prenderán fuego al reino antes que ver a una mujer en el trono de hierro".