Si la historia de Love & Death os resulta familiar, es porque hace seis meses Disney+ estrenó una miniserie con Jessica Biel como Candy Montgomery, el mismo papel que aquí interpreta Elizabeth Olsen. Si habéis visto la primera, quizá sea innecesario visitar los mismos eventos cuando ha pasado tan poco tiempo. A menos que tengáis interés en ver otro enfoque de este enigmático caso real o que el elenco os resulte irresistible.
Sobre la diferencia de los puntos de vista o cualquier otro tipo de comparación entre ambas series, lamentablemente, debo advertir que no seré de ayuda porque no vi Candy: Asesinato en Texas, y solo he visto tres episodios de Love & Death, así que en este texto me limitaré a valorar la serie de HBO Max sin más referentes que lo que se ve en pantalla.
Por si habéis llegado hasta este día sin conocer el caso real de la asesina del hacha, como es conocido popularmente en Estados Unidos, os ahorraré los detalles del crimen. La serie empieza con destellos del asesinato e imágenes de Candy, en junio de 1980. Luego, salta dos años atrás para narrar los meses previos y los hechos que derivaron en esa situación.
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En 1978, Candy Montgomery vive la vida soñada por cualquier mujer, según las revistas femeninas de la época: tiene una casa con todas las comodidades, dos hijos y un marido que mantiene el césped más verde que el de sus vecinos. Siempre va impoluta, mantiene la casa en orden, la comida caliente, estudia escritura creativa, es miembro del coro de su iglesia y participa en actos comunitarios.
Lo tiene todo. También ese gran vacío de las mujeres de su época que Betty Friedan llamó "el problema que no tiene nombre" en La mística de la feminidad. El objetivo vital de las mujeres de ese barrio residencial es ser la madre, esposa, feligresa y vecina perfecta. Y todas representan la decadencia del sueño americano. "Siempre quieres más", le dice su marido en un momento del tercer episodio.
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Si en Bruja Escarlata y Visión la familia de Elizabeth Olsen era una ilusión creada con magia, en Love & Death la familia real es la ilusión de una felicidad que no existe. Candy tiene un vacío que la casa, los hijos, el marido, las tareas del hogar y la vida social no son capaces de llenar, tal como le habían prometido toda su vida. Y ese vacío decide llenarlo teniendo una aventura extramarital con Alan (Jesse Plemons), el marido de su amiga Betty (Lily Rabe).
El guion de David E. Kelly, la dirección de Lesli Linka Glatter (Homeland) y la interpretación del elenco es naturalista y contenida. Una elección que encaja con la incapacidad colectiva para expresar sentimientos que imperaba en la cultura de la década del 70. Candy se está quemando por dentro, pero nunca levanta la voz. Siempre sofoca su descontento con una sonrisa o algo que hacer en casa. Todo lo guarda en su interior.
El tono realista y la comedia innata de ciertas situaciones hacen que a veces olvidemos que estamos viendo un true crime. En sus primeros episodios la serie se centra en la banalidad de la vida en los suburbios, en el drama de época y en las conversaciones previas al primer encuentro sexual de Candy y Alan.
Ella es directa desde el primer momento. Se sube a su coche y le dice cuál es su intención: "Es algo en lo que he estado pensando, así que quiero decirlo, para no tener que pensar más en ello", le dice. Después de un período de dudas, Alan decide, nada ceremonial, aceptar su propuesta.
A partir de ahí, la pareja mantiene una serie de conversaciones en las que planifican de forma exhaustiva la logística de sus futuros encuentros, se imponen una serie de normas que reorganizan en una pizarra, y hasta deciden cómo repartirse los gastos del motel y la gasolina.
Candy tiene tiempo para limpiar la casa, llevar a sus hijos al colegio, preparar la comida de su familia, la que comerá con Alan en el motel, tener una aventura, enseñar a Alan a ser un buen amante y estar a tiempo en su hogar para la cena familiar. Ya no le afecta la indiferencia de su marido, porque ese vacío emocional lo llena Alan y que la preparación hasta cada nuevo encuentro clandestino sea casi más emocionante que la cita en sí.
Todo va sobre ruedas. Tanto, que el mayor conflicto que vive durante esos días es el cambio de pastor en su iglesia (Keil Gilchrist, Atípico). Todo va sobre ruedas hasta que deja de estarlo.
A falta de confirmar si la serie dará su propia versión de lo que pasó en el momento del asesinato, o si este es o no otro relato que simpatiza con los asesinos y no con las víctimas, la principal motivación para ver Love & Death es Elizabeth Olsen. Como siempre, tiene una presencia potente y magnética en pantalla y nos subyuga con su mirada. Si David E. Kelly tenía intención de no humanizar demasiado a Candy Montgomery fracasó al elegir a su protagonista.
'Love & Death' está disponible en HBO Max.