El pasado domingo se cumplieron diez años del estreno de Pulseras rojas, la serie con la que el escritor Albert Espinosa volvió a viajar a su pasado como adolescente enfermo de cáncer, una etapa de su vida que ya había visitado con éxito en Planta cuarta. No parece que haya pasado tanto tiempo, quizás porque “los pelones” no han dejado de estar presentes en la televisión desde entonces. Un remake americano bendecido por Spielberg, una precuela en Alemania o la tercera temporada -que no parece estar destinada a ocurrir en TV3- en Francia son algunas de las adaptaciones que han llevado por el mundo el lema vital sobre el que se construyó la serie, la carrera y la propia imagen pública de su creador: las pérdidas con el tiempo se acaban convirtiendo en ganancias.
Esta lectura optimista vuelve a hacer acto de presencia en Los espabilados, el regreso a la televisión de uno de los pocos autores -independientemente de si uno está en el club de seguidores o detractores del guionista, no suele haber término medio con el catalán- audiovisuales de nuestra industria. Espinosa es uno de los pocos directores o guionistas españoles al que puedes reconocer automáticamente si te encuentras con cualquiera de sus obras sin saber que está firmada por él. También con esta adaptación libre de su novela Lo que te diré cuando te vuelva a ver (Grijalbo) en la que ha colaborado por primera vez con el director Roger Gual (Smoking room), sustituto de Pau Freixas, habitual compañero de viaje del escritor en su filmografía.
Adolescentes que se comportan como si estuvieran en una película de John Hughes, momentos musicales que buscan dejar al borde de la lágrima (muchas veces lo consigue, como la escena del primer episodio de la serie de TV3 en el que el protagonista se despedía de su pierna mientras sonaba de fondo la canción Sense Tu, del grupo Teràpia de Shock), frases que podrían aparecer en una taza de Mr. Wonderful y una decisión firme de huir de la mediana edad son algunos de los ingredientes habituales de una receta que siempre ha encontrado el interés del público. Pulseras rojas, Héroes y Planta cuarta eran relatos nostálgicos y vitalistas de la adolescencia que han ayudado a formar una imagen muy concreta de un escritor que en su carrera literaria sí ha demostrado ser más versátil de lo que pueden dejar entrever sus aportaciones al cine y la televisión.
Vuelve a pasar en su primera colaboración con Movistar+, una plataforma de marcado carácter adulto y masculino que necesitaba un nuevo serial adolescente en su parrilla después del final de la versión española de Skam, el otro gran fenómeno adolescente de la televisión europea en la última década. Con Los espabilados, el objetivo de Espinosa es “vaciar los centros psiquiátricos de España”, tal y como ha dicho a la prensa en todas sus entrevistas. Es una intención noble y admirable que, sin embargo, no está respaldada por lo que vemos en pantalla. Los cinco niños protagonistas han sido encerrados con la aprobación de sus familias y los médicos por culpa de las enfermedades mentales que supuestamente padecen. Y digo supuestamente porque, en la mayoría de los casos, tenemos que esperar varios episodios para descubrir lo que les pasa a los espabilados del título. Provocar un debate sobre las enfermedades mentales es importante y digno de celebrar. Pero puede que pretender mostrar que no existen no sea la mejor manera de conseguirlo.
Espinosa sigue fiel a sus principios de contratar actores adolescentes y preadolescentes para interpretar a personajes de su edad, algo refrescante después de ver durante años cómo los protagonistas de Élite y otras series teen hablan, se comportan y practican sexo como si fueran un grupo de homosexuales cuarentones recién divorciados y que se conocen hasta el último garito de moda de Chueca. El autor ya demostró en el pasado su buen ojo para encontrar actores: Àlex Monner, un niño prodigio que ha acabado convirtiéndose en uno de los mejores actores jóvenes de nuestro país, fue uno de sus descubrimientos.
El problema es que no es fácil conseguir interpretaciones naturales de un grupo de actores novatos cuando los diálogos que tienen que recitar tampoco lo son. Nada más lejos de la realidad. Las conversaciones que mantienen los personajes parecen más propias de los abuelos que tanto admira el autor -y que aquí vuelven a tener varias apariciones entrañables- que de niños que van de los 11 a los 14 años. A pesar de esos momentos impostados, la pandilla liderada por Álvaro Requena desprende una energía y química que acaba poniendo al espectador del lado de los espabilados y su deseo de escapar por unos días de su tediosa vida en el psiquiátrico. Miki Esparbé, siempre correcto, hace lo que puede con su peterpanesco personaje de treintañero que no acepta su inminente paternidad y que, irónicamente, es el único personaje de toda la serie que se comporta como si fuera un niño.
Aunque pueda no parecerlo, durante años disfruté de las historias de Albert Espinosa. Su nueva serie tiene buenas intenciones, se ve en un suspiro y puede que el público adolescente entre en ella. Pero, como decía al principio del texto, ha pasado una década del estreno de Pulseras rojas y puede que su autor, simplemente, se haya hecho mayor. También es posible que el que haya cambiado la forma de ver estas historias sea yo. O quizás esta inyección de buenas intenciones sea demasiado en este 2021 donde se ha demostrado que no saldremos mejor del coronavirus. Hay muchas posibilidades y una sola certeza: Los espabilados no es para mí.
'Los espabilados' está disponible al completo en Movistar+.
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