Atrás quedan ya El Código Da Vinci (2006) y Ángeles y demonios (2009), las adaptaciones cinematográficas basada en las novelas de Dan Brown. La nueva misión de Robert Langdon se traslada a la televisión en Dan Brown: El símbolo perdido, una precuela que explorarará los orígenes del profesor como aventurero. El propio autor de las novelas y creador del personaje firma la producción ejecutiva de esta serie de Peacock que estrena Movistar+ el 19 de diciembre.
El especialista en el estudio y el análisis de los símbolos es un viejo conocido. Una vez más, el profesor Robert Langdon (interpretado por Ashley Zukerman) se abre paso entre las miradas absortas de sus alumnos. La unidad didáctica interesa a todos los oyentes, que observan atónitos la increíble relación que existe entre algunos símbolos. Son tan antiguos como la misma especie humana y con el paso del tiempo, sus interpretaciones han ido variando dependiendo de las influencias políticas y/o culturales.
Mientras nos explica que todo depende de los prejuicios y el significado que las personas le dan a estos, Langdon empuja a sus alumnos hacia la reflexión, preguntándoles cuándo creen que han ido variando sus representaciones a lo largo de la historia y en qué momento se decidió que fueran malignos. Sin embargo, antes de que nadie pueda responder, el entusiasmo se esfuma y la clase es interrumpida de repente.
El profesor recibe una llamada de emergencia y la secuencia se interrumpe, anticipando la manera en la que la serie va a difuminar sin querer el buen recuerdo que teníamos del protagonista. Robert atiende la llamada de una forma algo insustancial, y aunque terminará demostrando que tiene el porte necesario para suceder a Tom Hanks, no reacciona como lo haría cualquiera al saber que su mejor amigo y mentor, Peter Solomon (Eddie Izzard), ha sido secuestrado.
Un pistoletazo de salida le deja atónito y emprende una carrera a contrarreloj para encontrar a su amigo antes de que sea demasiado tarde. En el camino se encuentra de nuevo con su antigua amiga Katherine (Valorie Curry), la mismísima hija de Peter y el único vínculo que tiene Langdon. Ambos se unen por el mismo propósito, intentando por todos los medios salvar a Peter y averiguar quién anda detrás de todo un misterioso entramado con tintes masónicos. Sin embargo, serán muchas las dificultades que se interpondrán en su camino y también deberán evitar que uno de los secretos mejor guardados de la Historia caiga en las manos equivocadas.
Al principio, el recuerdo de las películas se apodera de nosotros y nos dejamos llevar por el camino que marcan los creadores de la serie, comprando la propuesta de adaptación que han intentado hacer de la novela de Dan Brown. Empezamos a ver el episodio piloto y nos acordamos del fenómeno y la popularidad que envolvieron a las películas de Ron Howard en su momento. Y también deseamos con todas nuestras fuerzas que esta serie esté a la altura.
La presencia de los actores en escena y el diseño de producción nos convencen al principio y la nostalgia queda satisfecha, así que le damos tregua al primer episodio y esperamos ver si han sido capaces de transformar las palabras de Dan Brown en lenguaje cinematográfico. Sin embargo, antes o después llega el desencanto y nos damos cuenta de que las páginas del bestseller acabaron desbordando las buenas intenciones de sus creadores a la hora de escribir los guiones de la serie.
Poco a poco, chocamos con la realidad de una forma suave, secuencia a secuencia, especialmente cuando vemos que las escenas que antes dominaba y abarcaba por completo el sabiondo (y casi abundante) Robert Langdon, ahora se dejan eclipsar por el resto de personajes secundarios. En este aspecto tiene mucho que ver la interpretación de Ashley Zukerman, que aunque acaba cumpliendo de forma sobrada con su trabajo, deja ver ciertas impurezas que nos hacen echar de menos la misma garra que tenía Tom Hanks para dar vida al personaje.
Esos ingredientes se van sumando y, mientras los minutos pasan, seguimos esperando un homenaje más fiel a los libros y un clímax que no termina de llegar. Aun así, Ashley Zukerman sabe estar a la altura del personaje que un día interpretó Tom Hanks y es capaz de echarse a la espalda el peso de la responsabilidad que se desbordó en las manos de los guionistas. El actor aparece en una serie que termina por no hacerle la justicia y se convierte en una de las pocas razones que existen para verla.
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