Movistar Plus+ se ha lanzado a la piscina con Apagón. Un año después de quedarse en tierra de nadie con La fortuna, la plataforma española busca resarcirse con su nueva gran apuesta para el otoño: la adaptación del pódcast El gran apagón. El pasado fin de semana el Festival de San Sebastián se convirtió en la casilla de salida de una serie que ha unido al quién es quién del audiovisual español para sacar adelante un desafío, según apuntan sus responsables, inéditos en nuestro país.
Utilizando como inspiración la popular marca de Podium Podcast, el punto de partida es una tormenta solar que impacta en la Tierra causando un apagón generalizado. En esa nueva realidad se desarrollan cinco historias de personajes que luchan por adaptarse a un mundo sin electricidad, ni telecomunicaciones, ni medios de transporte, en el que tienen que enfrentarse a sus necesidades, instintos y miedos más básicos.
Los nombres que maneja la producción de Buendía Estudios hablan por sí solos. Rodrigo Sorogoyen, Raúl Arévalo, Isa Campo, Alberto Rodríguez e Isaki Lacuesta dirigen los episodios escritos por Isabel Peña, Alberto Marini, Fran Araújo, Rafael Cobos e Isa Campo. SERIES & MÁS habló en la ciudad donostiarra con Fran Araújo, coordinador creativo de una miniserie que llega a Movistar Plus+ el próximo jueves 29 de septiembre.
['Apagón': ¿qué pasaría si España se quedara sin electricidad?]
Apagón es un proyecto muy particular con muchos directores, guionistas y una propiedad intelectual popular. ¿Os enfrentasteis al desarrollo como si fuera una antología?
Nunca lo hemos visto como una antología. Cuando empezamos a trabajar en la adaptación de El gran apagón la idea era hacer una especie de creación colectiva. Creamos una mesa de guion en la que concebimos la serie y desarrollamos la historia entre todos. Queríamos evitar que cada capítulo independiente que formara parte de una antología de capítulos reunidos. Nos gustaba la idea de crear un universo y un concepto de serie que luego pudiésemos dar a diferentes directores para que se encargaran de cada una de las partes de la serie. No fue un proceso individual en ningún momento: Apagón tiene un discurso y una lógica general.
Un suceso como un apagón era un contenedor de historias. Como tienes algo unificador en todas las historias, te permite poder coquetear con diferentes géneros sin salirte de la serie. Tú nunca sientes que estás viendo un capítulo de una serie diferente, aunque los géneros van modificándose: hay un wéstern, hay un cine político, pero todo eso se siente como una única serie.
¿Cuánto tiempo estuvieron trabajando los guionistas en esa fase de desarrollo?
Hicimos una mesa de guion. El problema es que nos pilló el COVID y todo sucedió de forma más accidentada a como nos hubiera gustado. Hicimos una mesa donde trabajamos juntos durante cuatro o cinco meses, y después cada uno escribió su capítulo a lo largo de varios meses más. Cuando lo terminaban, entre el autor de cada episodio y yo como coordinador, acabamos el guion que se hizo llegar a los directores. Después empezó a trabajar el resto del equipo.
¿Los directores iban en el pack con sus guionistas habituales?
Primero trabajamos los guionistas solos. Lo que queríamos era conseguir llevar una serie a los directores en las que les apeteciera entrar. Cuando tuvimos los argumentos de todos los capítulos se los mostramos a ellos para ver si les apetecía o no entrar en el proyecto. Se lo enseñamos a otros directores que no han trabajado en Apagón también. De una forma normal y orgánica se fueron emparejando los guiones con los directores. Lo natural es que a Alberto Rodríguez le interese el guion que ha hecho Rafa Cobos y con el resto de parejas pasó lo mismo.
Me apetecía darle salida a un montón de sensaciones, emociones y pensamientos de los últimos tres años, quería intentar volcarlos en una ficción que no hablase de ello, pero que permitiera dar salida a todas esas ideas
Hay grandes actores en el reparto, pero llama la atención de primeras que no hay estrellas en la serie.
Eso fue algo que ya estaba en la semilla del proyecto desde el minuto uno. Para mí siempre tuvo que ser así y también fue algo que inmediatamente fuimos hablando con todos los directores. Fue algo muy orgánico y todo el mundo lo abrazó con muchísima claridad. Todos queríamos retratar una verdad y reflejar qué pasaría si algo así sucediera en España.
Desde el anuncio del proyecto, se habló de la miniserie El colapso como referente. Cuando ves Apagón, lo primero que se viene a la cabeza es el coronavirus.
Ya estábamos en la mesa de guion cuando El colapso empezó a sonar. Decidimos verla una vez habíamos concebido ya la idea de la serie para asegurarnos de que no nos estábamos acercando a esto que se había hecho ya. La gente nos lo decía, pero la verdad es que creo que hay muchísimas diferencias. Apagón nace más de los temas que nos preocupan del presente vista con la perspectiva de un apagón tecnológico. Parte de lo interesante de trabajar con una premisa de este tipo es poder mirar a tu presente con la distancia de hacerlo a partir de un evento que trastoca la realidad y te permite ampliarlo.
En este caso fue la pandemia. Me apetecía darle salida a un montón de sensaciones, emociones y pensamientos de los últimos tres años, quería intentar volcarlos en una ficción que no hablase de ello, pero que permitiera dar salida a todas esas ideas. Empezamos a trabajar en Apagón entre las dos primeras olas. Creíamos que ya estábamos saliendo cuando nos cogió la segunda ola.
Habíamos empezado a trabajar en el verano que parecía que volvíamos a la realidad y luego todo se complicó. Nos costó mucho montar la mesa de guion, porque éramos muchos. Después, cuando ya la pandemia había desaparecido, nos volvió a estallar el rodaje con el pico de contagios de Navidad. Tuvimos que parar el rodaje y todo.
¿Cómo de diferente hubiera sido Apagón si la pandemia no hubiera tenido lugar?
Creo que al menos yo probablemente no me hubiera interesado hacerla. Hay algo que nace de eso que nos pasó. El pódcast me encantaba, pero creo que no la hubiéramos hecho. La gente que hemos hecho Apagón no queríamos hacer una serie de género, pero de repente la realidad nos puso el foco. Con esta premisa se puede contar nuestro día a día y nuestra realidad. Creo que lo que cambiaría era precisamente eso, que sería una serie más distópica y menos realista. El mundo ya ha vivido una distopía, y eso simplemente la ha normalizado para nosotros.
La estructura de la serie recuerda a las fases del duelo. ¿Fue un referente para crear el esqueleto de la serie?
Aunque cada capítulo tiene una evolución temporal y temática, siempre hay elementos en común. Sí que puede haber un paralelismo con las fases del duelo, pero lo que más nos influyó fue la teoría del colapso de Jared Dimond. Él hizo una historia comparada entre las crisis psicológicas y crisis políticas, analizando los elementos que teníamos en común.
Nosotros decidimos empezar por la negación. Sabíamos que queríamos un primer capítulo que sentara las bases de toda la serie, porque te hace entender el contexto, te hace entender el eje de cada uno de los capítulos siguientes y el viaje temporal que tiene el apagón. A la vez te habla de unas decisiones que tienen mucha relación con el inicio de la pandemia, cómo manejan la información científica y cómo se lleva a la decisión práctica política. Luego acaba en una cosa muy personal que es un personaje teniendo que ir a un hospital. Ese viaje estaba muy claro.
Después seguimos con la emergencia, que cubría las primeras semanas. Cuando la crisis se dilata en el tiempo, solo te queda aceptar que esto no es una emergencia, sino una nueva realidad. Si tú no cambias, te vas a hundir. Ese es el proceso de adaptarte y cambiar. Eso es lo que contamos en el capítulo dos.
En el capítulo tres es la confrontación. Una vez que te has adaptado a una nueva vida en esa urbanización, tienes que enfrentarte a los nuevos problemas y son estos los que te llevan a la fase más crítica: la supervivencia, el capítulo del pastor. Así también exploramos el proceso migratorio de las ciudades a campos porque, si pasara algo así en la realidad, las ciudades colapsarían muy rápido. El último es el equilibrio. Después de haber pasado por todo eso, vamos a mostrar una vía posible de convivencia y equilibrio para acabar en un lugar positivo. Con el final queríamos darle otra perspectiva. Siempre supimos que el principio sería la enunciación del problema y el último sería una proposición.
El gran apagón tiene tres temporadas. Si la serie tiene éxito, ¿es posible que haya una continuación?
Apagón es una miniserie. No puedes volver a juntar a esta gente otra vez, es una producción muy compleja. Nunca se había hecho algo así en España, y la verdad es que no tengo ningún referente de algo parecido fuera. La parte poética, arrancarla, fue algo muy bonito, pero después ha sido complejo de ejecutar.
Manejar a este equipo de directores y guionistas ha sido muy fácil, pero manejar sus agendas es muy difícil. La coordinación de tiempos fue muy complicada. Isaki, Rodrigo, Alberto… todos tenían película este año. Costó adaptarlo a sus respectivas postproducciones, porque cada uno estaba en momentos diferentes. Eso fue lo más complicado. Para que la serie tuviera una unidad teníamos un único diseño de arte, toda la fotografía se puso de acuerdo en la misma paleta… Teníamos un equipo común y luego equipos diferentes.
Cada capítulo estaba hecho en una comunidad autónoma diferente. Antes de empezar a rodar era una serie manejable, pero cuando empezamos a rodar todo se hizo complicadísimo. Rodabas un capítulo mientras estabas produciendo dos o tres más. Yo estaba en Ciudad Real en el hospital con Raúl Arévalo, pero a la vez estábamos preproduciendo con Sorogoyen en Madrid, localizando en La Pedriza con Alberto y trabajando en la casa con Isaki en Toledo. Seria una locura volver a hacer algo así.