“Hola, soy Hannah. Hannah Baker. Así es. No toques lo que sea que estés usando para escucharme. Soy yo, en vivo y en estéreo”. Así empieza el éxito de Netflix Por Trece Razones, un grito -grabado en casetes de gasolinera- contra el acoso escolar. Trece capítulos, cada uno de ellos un motivo por el que la joven Hannah se suicida: bulos en un instituto nuevo, amigos que dejan de serlo… escenas de acoso reales trasladadas al gusto del consumidor.
La serie triunfó entre adolescentes y jóvenes pero trajo consigo el mismo número de críticas que alabanzas. Fue calificada para mayores de 18 años en Nueva Zelanda y algunos colegios de Canadá prohibieron su reproducción. Ahora, la empresa que produjo el éxito Narcos, estrena en España el 14 de julio Hasta los huesos (Marti Noxon), una producción que relata la vida de una joven con anorexia. Aún no se ha estrenado y ya ha creado polémica.
En el tráiler -lo único que hemos visto hasta el momento- las escenas se combinan con la voz de la protagonista Ellen (Lily Collins) que repite en bucle “lo tengo todo controlado, lo tengo todo controlado”. Pero, ¿lo tiene Netflix? Primero fue el acoso escolar y ahora el trastorno alimenticio. La distribuidora ha apostado por la denuncia y la visibilidad de los problemas, más que frecuentes, entre jóvenes y no tan jóvenes. La crítica se centra en la banalización de problemas reales y en el peligro de caer en un saco común.
Reflejar la realidad
No hay que callar y fingir que hay verdades que no existen. El riesgo empieza cuando la línea que separa tópico y realidad no se distingue y se trivializa por exigencias de guión. Carmen de Castro, psicóloga clínica, apoya este tipo de producciones “siempre que vayan al fondo del trastorno, cuando hablen del conjunto y no se queden en la pérdida de peso, en el deseo de estar guapa o de querer tener un cuerpo perfecto. Es positivo que se cuente, si se hace como un problema real, con un trasfondo que tiene muchas vertientes”.
La persona con trastornos alimenticios se lo toma como un estilo de vida
En el trailer del nuevo fenómeno de Marti Noxon -quien también sufrió anorexia por ansiedad- se ve a Ellen jugando contando las calorías de la comida, juega a adivinar cuántas hay en su plato . Acierta y lo celebra. Su hermana sin asombrarse: “tienes una especie de Asperger para las calorías”. Quedarse en la obsesión por la comida sería reducir una realidad inmensa a lo que se ve por una mirilla. “La persona con trastornos alimenticios se lo toma como un estilo de vida, lo incorpora a su costumbre y actúa por ella”, apunta la psicóloga.
La solución “fácil”
Por trece razones, inspirada en la novela de Jay Asher está narrada y protagonizada por una adolescente que se ha suicidado. La trama empieza cuando sus compañeros reciben los casetes que deja explicando por qué lo ha hecho y quiénes tienen la culpa. Es una forma arriesgada, y delicada, que toma como punto de partida la desesperación del acoso. No es una visión positiva y no abre las puertas a una solución que acabe en un final feliz. Y aquí es donde comienzan las críticas, se arremete contra ella porque muestra “la vía rápida” y no cómo superarlo.
El creador Brian Yorkey quiso hablar del acoso y no caer en el círculo de silencio donde no se hable de la posibilidad real del suicidio. Enrique Perez-Carrillo de la Cueva, presidente de la Asociación Española para la prevención del Acoso Escolar (AEPAE), opta por una visión realista del acoso, “la serie no muestra nada que no se sepa, si los niños quieren llegar a ese punto pueden acceder a internet y ahí encuentran los medios para llegar al suicidio”. “Lo importante es que se enseñe que no hay que llegar a eso. Desde mi punto de vista este tipo de series pueden ser positivas para los acosadores y futuros acosadores”, añade de la Cueva.
Efecto llamada
“Se puede hacer mucho daño queriendo hacer mucho bien, como en todo, el tema tiene que estar respaldado por profesionales. Hay que tener cuidado para que la serie no sea un medio de difusión del problema”, dice Manuel Faraco, psiquiatra y director médico del centro ADALMED, que comenta el peligro de que se generen modas alrededor de los protagonistas.
El psiquiatra advierte sobre la amenaza que existe según cómo se dibuje al personaje y la cautela que hay que tener para que no sea una conducta atractiva para los adolescentes. “Se debe mostrar la crudeza que supone para la familia, el círculo de aislamiento en el que se introduce la persona afectada y cómo se distorsionan las relaciones personales”.
Contra una versión hollywoodiense
La nueva apuesta de Netflix muestra un tratamiento clínico poco habitual. La veinteañera Ellen entra a una casa con un grupo de jóvenes que sufren el mismo trastorno y que se acompañan en el proceso de recuperación. Allí parece que las terapias van a ser algo peliculeras.
Mi objetivo con esta película no es darle glamour a los trastornos alimenticios
El avance presenta al doctor, interpretado por Keanu Reeves, bajo la lluvia animando al grupo: “¿Por qué estamos aquí?, ¿Porque estamos vivos”, un diálogo que recuerda más a una versión del Club de los Poetas Muertos (Peter Weir) trasladada a los trastornos alimenticios que a una terapia real. Carmen de Castro reconoce que “hay tratamientos similares en terapias con personas que sufren ansiedad pero no son lo habitual para este tipo de trastornos”.
La directora se ha defendido de las criticas que le acusan de dejarse llevar por la ficción y se ha justificado en su cuenta de Twitter: “Mi objetivo con esta película no es darle glamour a los trastornos alimenticios, sino que sirva como el inicio a una conversación sobre un problema que, a menudo, está empañado por el secretismo y las falsas ideas”.