Todo vale cuando la audiencia está en juego. Unas décimas de share pueden ser vitales y suponer la diferencia entre el éxito y el fracaso. Los presentadores viven obsesionados con esos porcentajes de espectadores que nadie sabe bien cómo se miden pero que son los responsables del dinero que se ingresa por publicidad y de encumbrar a ciertos periodistas a estrellas televisivas que se olvidan de cualquier principio deontológico por ganar la batalla catódica.
La pelea por la audiencia llegó a su límite más delirante y surrealista en Manaos (Brasil), una isla de asfalto en medio del amazonas en medio de la ruta del narcotráfico que vio como su estrella televisiva por antonomasia, Wallace Souza, era detenido y acusado de mandar asesinar a al menos cinco personas para conseguir la exclusiva y aumentar la audiencia de su programa Canal Livre, que ya era el más visto de toda la zona. El proceso de su auge y caída es el centro del documental La muerte vende (ya disponible en Netflix), que sigue la moda de los seriales de true crime para bucear en las intrigas -y las incongruencias- de un caso que “paralizó el país”.
Souza pasó de policía a presentador de televisión en 1989, cuando estrenó el programa que le convirtió en estrella, y con el que también saltó a la política en 1998. Llegó a ser miembro de la Asamblea Legislativa del Amazonas en 2000 por el Partido Progresista, de corte conservador, lo que le otorgó inmunidad parlamentaria, algo que ralentizó y dificultó la investigación en su contra que comenzó en 2009, cuando la policía comenzó a investigarle acusado de haber organizado una banda criminal que mandaba asesinar para dar la exclusiva y arrasar en audiencia.
El presentador era toda una celebridad en Manaos, una estrella querida y adorada de la que nadie sospecharía ningún crimen, y menos ser capaz de ordenar asesinatos sólo por seguir siendo el número uno. La versión siniestra de Espejo Público que se vio en filmes como Nightcrawler y que tuvo un ejemplo real en este brasileño que construyó un emporio a base de sensacionalismo. Su programa destapaba casos truculentos, explotaba emocionalmente a las víctimas y se desplazaba a los lugares de los asesinatos a buscar el plano más sangriento.
Canal Livre eran siempre los primeros en llegar a la escena del crimen, antes incluso que la policía, y daban detalles que las autoridades desconocían. Unos decían que era por el pasado en el cuerpo de Souza, otros porque la gente prefería llamar al canal para contar los sucesos. Las dos son verdad, en el documental se ve cómo un secuestrador pide que sea Souza su interlocutor con la policía para entregarse. Sus fuentes eran buenas, pero no fue suficiente para saciar su sed de éxito y share, así que comenzó a crear las noticias en un caso que parecía “sacado de una película de miedo” y que convirtió al “defensor del pueblo” en el villano más buscado.
Nadie pensaba que una redada más en una ciudad asolada por el narcotráfico sería el comienzo de una trama tan enrevesada. Allí detuvieron a Moacir Jorge Pessoa, más conocido en el mundo del crimen como Moa. Drogas, armas y un registro de más de una decena de asesinatos estaban en su currículum. Cuando no tuvo nada que perder tiró de la manta y confesó que Wallace Souza era una de las personas que le contrataba y que formaba parte de una organización criminal en la que el presentador decía a quién matar (casi todos narcos) para subir la audiencia. Por eso llegaba el primero a la escena del crimen.
Souza argumentó que todo era un complot para apartarle de la política, y que nunca había visto a aquel sicario. Poco después una serie de fotos llegaban de forma anónima a las redacciones de los periódicos. Moa posaba junto al presentador en la piscina de su casa. El argumento comenzó a cambiar y el que ejecutaba sus órdenes pasó a ser un amigo de su hijo que fue a una fiesta a su casa.
La muerte vende juega con los giros de la investigación para construir un auténtico relato de suspense. Testigos que se contradicen, nuevos testimonios a favor y en contra de Souza, teorías de la conspiración, fuga de presos y juicios son los elementos con los que este true crime gana al espectador en su crítica a los medios, y a una personalidad que se creyó por encima del bien y del mal.
No hay un juicio sumarial sobre la figura de Wallace Souza, muchos siguen pensando que fue motivo de una trama de las altas esferas de la política, aunque su huida tras encontrar casquillos de balas y organigramas en su casa parecen más que condenatorios de unos crímenes por los que fue sentenciado, pero que se llevó a su tumba, ya que falleció sin reconocerlo y con cada vez más personas declarando en su contra. Souza se enganchó a los 15 minutos de fama que predijo Warhol y acabó matando por ser el rey de las audiencias, su caso se las dará a Netflix. La cuadratura perfecta del círculo.