Estaba claro que tras el éxito de La casa de papel, Netflix no iba a dejar escapar a su creador, el español Álex Pina. No todos los días una serie hablada en un idioma que no es el inglés arrasa en todo el mundo y se convierte en un fenómeno de masas, así que en la plataforma tuvieron claro que había que blindar a su creador. Es una estrategia que se lleva en estas empresas. Amazon lo ha hecho con Phoebe Waller-Bridge y en Netflix tienen en nómina a nombres como Ryan Murphy y Shonda Rhimes, pero por primera vez un español entraba dentro de ese selecto grupo de los showrunners más cotizados.
Hasta ahora Pina sólo había entregado a Netflix nuevas temporadas de su producto estrella: La casa de papel, con dos tandas de episodios que se convirtieron en pelotazos mundiales y que, además, dejaron la puerta abierta a dos nuevas temporadas que todos daban por hecho. Así que había ganas por ver con qué ‘debutaba’ el creador, y lo hace con White Lines, que se estrena este viernes y que es un thriller frenético lleno de sexo, muchas drogas y música electrónica en vez de Rock and roll, porque se desarrolla en Ibiza en dos momentos. Uno, los 90, cuando adolescentes de clase obrera de Reino Unido veían en la isla una posibilidad de escapar de un país y una vida gris. Se les prometía música, desenfreno y una vida de diversión. En la actualidad lo que se ve es la corrupción detrás de esa apariencia idílica que se ve en las fotos y en las fiestas de los pinchas más cotizados del mundo.
Esto es la excusa para una serie que bebe de la misma fórmula que La casa de papel. Ritmazo, música, montaje a todo trapo y giros para continuar enganchando al espectador. Hasta una voz en off femenina guiando la trama. Hay mucha acción. Mucha cocaína y muchos trapos sucios para desvelar el misterio del asesinato de un joven británico que aparece 20 años después en el desierto de Almería, pero que lleva a la protagonista, su hermana, a una investigación por los bajos fondos de Ibiza. Muchos elementos para que White Lines se convierta en la nueva droga de Netflix.
En esta aventura post La casa de papel, sigue apostando por nuestro país, y aunque la mitad de la serie se hable en inglés, se desarrolla aquí, con actores nuestros y parte hablada en castellano. Ahí está Juan Diego Botto, como pijo ibicenco y empresario con negocios, casinos y pubs por toda la isla, y que es uno de los sospechosos de los asesinatos. Por supuesto permite el consumo de cocaína en sus locales y se lucra con ello. Su padre es el gran Pedro Casablanc, su madre -con la que tiene un extraño complejo de Edipo- es Belén López, y su hermana es Marta Milans, descubrimiento español que ha rodado en Hollywood Shazam y que Pina ya tuvo en su serie El embarcadero, para Movistar+.
El título, White Lines, hace referencia a las rayas de cocaína que se verán mucho en los diez episodios de casi una hora de duración y que beben del estilo visual de Guy Ritchie. Una serie con ingredientes a prueba de balas y que supone la primera prueba de fuego de Álex Pina, pero no será la última, antes del coronavirus se encontraba rodando Sky Rojo, otro thriller de acción, también rodado en español y con actores como Enric Auquer, Miguel Ángel Silvestre y Verónica Sánchez entre otros. Seguro que le han llovido las oportunidades de hacer una superproducción en inglés, pero el se mantiene fiel a sus orígenes y sigue demostrando que la ficción puede ser un éxito internacional se ruede en el idioma que se ruede.