Fe contra ciencia. Hombres de acción y mecha corta frente a mentes pensantes y razonamientos pausados. Una eterna pelea que hasta hemos visto en estos tiempos de coronavirus donde incluso alguien criticó que las decisiones tomadas se “parapetasen en la ciencia”. Esta crisis ha vuelto a poner de relevancia la importancia de que, en momentos de crispación en los que todos parecen tener la receta mágica, haya alguien que con tono pausado diga a todos que no tomará más decisión que la que imponga la lógica científica. El método empírico por encima de las corazonadas.
Aquí esa misión le ha tocado al doctor Fernando Simón, que seguro que va a disfrutar como un niño con zapatos nuevos de la nueva serie de Netflix, Space Force, que convierte ese enfrentamiento en el centro de su relato. Una comedia con capítulos de media hora creada por los autores de The Office que muestra el conflicto entre militares y científicos en la nueva Fuerza Espacial que Donald Trump creó hace un par de años. Al frente de ella hombres (blancos y heterosexuales, claro) llenos de galones y con estrellas en la solapa de su traje militar, que sin embargo no son capaces de resolver una ecuación de primer grado. En el otro científicos de todo el mundo que no toman una decisión sin haber sopesado todas las consecuencias.
“Va a haber muchas cosas ocurriendo en el espacio. El espacio es el nuevo campo de batalla del mundo. En medio de amenazas graves a nuestra seguridad nacional, la superioridad estadounidense en el espacio es absolutamente vital. La fuerza espacial nos ayudará a disuadir la agresión y controlar este terreno”, dijo Trump al crearla y ese es el punto de partida de la serie. Una reunión de militares que por orden de POTUS (como siempre se refieren al presidente en la serie) crean esta sexta rama del ejército. Después vemos la ciudad artificial que se ha creado para todos los trabajadores y los conflictos entre el mandamás militar, Steve Carell, y el Fernando Simón de allí, John Malkovich, al que sólo le falta atragantarse con una almendrita.
Una serie que quiere ser una sátira sobre EEUU en la actualidad, con un presidente creando enemigos en todos los sitios, y obsesionado con los chinos, enemigos que quieren robar los satélites americanos y boicotearlos. Una oportunidad para hacer una metáfora del país, que sin embargo se queda a medias. Se nota la urgencia para crear Space Force, y se agradece que haya gente con nervio y colmillo capaces de hacer una ficción en momentos así, pero el experimento se ha quedado a medio gas y la comedia funciona en contadas ocasiones.
Todo se reduce tanto al absurdo que deja de tener gracia. Todos los gags recurren a la misma fórmula: militar contra ciencia. El primero propone una medida loquísima y estúpida y el resto intentan disuadirle. Como el militar tiene más peso se le hace caso y veos sus conclusiones. La fórmula se repite todo el rato y vemos a Carell proponer bombas y medidas estúpidas mientras Malkovich pone cara de resignación. Hay hasta un mono astronauta al que encaloman una misión importantísima en una muestra de que la sutileza no es el arma de Space Force.
La crítica a la administración Trump, y a los negacionistas y catetos es tan obvia y simplona que sólo funciona a fogonazos y de poco ayuda tener ideas como colocar a un trasunto de Alexandria Ocasio Cortez que se llama Anabela Ysidro-Campos y que dice todo el rato “mis votantes en comedores sociales”. Todo esta simplificado hasta el brochazo y desaprovecha una premisa brillante con la que podía haber hecho una sátira política y actual. Se queda en anécdota, en un reparto de cómicos desaprovechado, como ese John Malkovich como un Fernando Simón cargado de paciencia ante el circo formado alrededor.