Hace unos años era casi impensable que una serie española triunfara en todo el mundo. Había habido alguna que había conseguido vender los derechos para un remake, como Los misterios de Laura, pero que alguien comprara una de nuestras ficciones para doblarla o estrenarla en una televisión de EEUU era una misión imposible. Con los países más cercanos siempre hubo mejor conexión. Un paso adelante, por ejemplo, se convirtió en un fenómeno de masas en Italia.
Esas fronteras se han derribado por completo gracias a las plataformas. Netflix, HBO, Amazon y compañía saben que una serie española puede arrasar en todo el mundo, y ya producen ficciones pensando en otros mercados. Élite ha sido un éxito en latinoamérica, y la francesa Marianne fue una de las sorpresas del año pasado. Este año la serie que ha dado la campanada en este inicio de verano es también de terror, pero llega desde Italia.
Se llama Curon, y es el mejor ejemplo de cómo una serie empieza a recomendarse gracias al boca a boca y a que Netflix la coloca en su top ten. La gente la ve ahí y dice, ¿a ver qué serie es esta que la gente está viendo y yo no conozco? Un cebo en el que pican millones de personas. Desde que se estrenó, Curon no ha parado de escalar puestos en ese ránking, y actualmente tiene la medalla de bronce, sólo por detrás del final de Por 13 razones y de Ocean’s 8, la versión con mujeres del éxito de George Clooney y Brad Pitt.
Pero, ¿qué es Curon? El nombre hace referencia al pueblo donde regresa la protagonista muchos años después de un suceso perturbador. Un lugar lleno de secretos y fantasmas. Y como serie es una ficción de terror tremendamente efectiva que tiene todos los lugares comunes del género. No innova y tampoco quiere hacerlo, sólo entretener y dar unos sustos. No hay que hacer mucho spoiler, pero digamos que el entramado fantástico y de género detrás de la serie tiene que ver con los doppelgängers, o los gemelos malvados, un clásico del terror que aquí es el centro de todo.
Tampoco hay que usar mucho la imaginación, ya que en el propio logo de la serie la letra 'O' se ve duplicada y la primera escena de la serie -esa escena traumática que está en el origen- muestra a la protagonista viendo como una joven igual que ella mata a su madre. ¿Es su gemela, su doble?, ¿ha sido real, lo ha soñado? Todo eso se irá resolviendo cuando años después y con dos hijos mellizos -qué curioso- tenga que regresar al pueblo escapando de una relación tóxica.
El primer episodio, el que sienta las bases de todo, es una sucesión de clichés que funcionan pero que uno ya ha visto. Por supuesto en cuanto llegan les avisan de que no se queden, que tienen que irse, y les dan unas normas, entre ellas no acercarse al lago y al campanario que asoma en sus aguas. Debajo hay un pueblo que se hundió. Otro misterio que se irá resolviendo y que se irá entrelazando con todas las tramas. Un pueblo que, además, parece que sabe más de la cuenta, ya que se encuentra lleno de cruces y velas “para alejar las sombras”, Y ahí entra mucha oscuridad, unos cuantos sustos de manual y una música que anticipa que algo malo va a ocurrir y que sube de volumen cuando quiere que saltes del sofá.
En su búsqueda de todo tipo de públicos Curon cede el protagonismo a los dos hijos adolescentes, que se integran en este pueblo lleno de secretos y los van descubriendo a la vez que el espectador. Para ellos clásicos como el susto de la bañera y un guiño a otra película de terror reciente como Hereditary, ya que el mayor de ellos no come avellanas, algo que se deja claro en el primer capítulo y que recuerda a una de las escenas más escalofriantes del cine de terror reciente. Una serie de escape puro y duro que no revoluciona el género, pero que demuestra que las series de terror gustan y mucho. Curo queda abierta a una segunda temporada que, aunque no se haya confirmado todavía, nadie duda que habrá.