En 2004 llegaba a las pantallas Chicas Malas, y sin que nadie diera un duro por ella se convirtió en una película de culto que hasta ha dado pie a un exitoso musical de Broadway. Puede que fuera gracias a la pluma de Tina Fey, escritora del guion y creadora de una de las mejores series cómicas de la historia de la televisión, 30 rock (Rockefeller Plaza).
Cuando se estrenó aquella película, todos los focos fueron para Lindsay Lohan, estrella adolescente envuelta en polémicas que era la gran protagonista de esta parodia de las películas teens que tanto triunfaban en aquel momento. Pero fueron las secundarias de aquella obra las que luego despuntaron en Hollywood. La que mejor encauzó su carrera fue Rachel McAdams, que con El cuaderno de Noa enamoró a todos los jóvenes y luego ha podido encauzarse en un cine más adulto como Spotlight, por la que incluso optó al Oscar.
A Amanda Seyfried le ha costado un poco más. Hacer de la ‘tontita’ del grupo puede que pesara demasiado, y su rostro angelical y su dulce voz la encasillaron en papeles de mohína. Ella fue la hija de Meryl Streep en Mamma mia y su secuela. También la enamoradiza Cosette en Los miserables. Pero faltaba ese papel que la reivindicara como actriz. Ha tenido que llegar David Fincher -que hacía siete años que no dirigía una película- para sacar todo lo que tenía dentro.
Lo ha hecho con Mank, que se estrenó el 4 de diciembre en Netflix y que reconstruye el proceso de creación del guion de Ciudadano Kane a la vez que deconstruye el Hollywood dorado y enseña el peligro de que el poder maneje a los artistas. Seyfried da vida a Marion Davies, estrella de los años 30 y pareja de William Randolph Hearst, magnate de los medios y más que inspiración para el Charles Foster Kane del filme de Orson Welles.
La Marion Davies que construye Amanda Seyfried es brillante. Una persona que se esconde dentro del envoltorio de rubia de Hollywood, pero que tiene dentro un animal herido. Transmite con los ojos, y hace de su peculiar mirada su mejor arma. No hay gritos ni escenas de ‘lucimiento’ en su papel de Mank, pero enamora como lo hacían las actrices de aquella época.
Por este papel se ha colocado, por primera vez en su carrera, entre las favoritas al Oscar la Mejor interpretación femenina de reparto. Nadie duda de su nominación, y sólo queda ver si podrá batir a rivales como Glenn Close o Ellen Burstyn. La actriz ha hablado con este medio y confiesa que todavía está “asimilando” todo lo que está ocurriendo y todos esos rumores sobre premios. “No estoy acostumbrada y es maravilloso. He trabajado muy duro y para mí esto ha sido una oportunidad increíble. Trabajar con David Fincher, recrear esta era, este mundo, Ciudadano Kane... es la mejor oportunidad que he tenido y estar en esa conversación sobre los Oscar es maravilloso”, explica.
Es liberador saber que tienes tantas oportunidades de hacerlo bien. Sé que sus películas son tan buenas porque es tan meticuloso y da a los actores todo el tiempo del mundo
No fue un proceso fácil. Fincher no llama y te regala un papel, y Seyfried explica que fue el director de casting quien llamó a su agente y le dijo que había una posibilidad para el papel de Marion Davis. Se leyó el guion lo más rápidamente posible y tuvo una charla con el director de La red social en la que ella explica que “los dos intentábamos probarnos de alguna forma”. Como siempre, Fincher acertó, y la interpretación de la actriz es uno de los elementos en los que hay consenso positivo.
En torno al director siempre hay el mismo rumor, su perfeccionismo que le hace repetir una misma escena decenas de veces. Muchos actores como Robert Downey Jr o Jesse Eisenberg acabaron hartos y dijeron que nunca más repetirían con él. No es el caso de Amanda Seyfried, que alaba esta forma de trabajar. “Es liberador saber que tienes tantas oportunidades de hacerlo bien. Sé que sus películas son tan buenas porque es tan meticuloso y da a los actores todo el tiempo del mundo para estar donde tienen que estar. Bajo su dirección encuentras momentos que no encontrarías en otras películas o series por falta de tiempo o de presupuesto”, añade y deja claro que ella “necesitaba este reto para saber que podía hacerlo, que podía trabajar así”. “Siento que me había vuelto un poco vaga en el pasado”, zanja en su charla con este medio.
Otro de los elementos que engrandecen Mank es su capacidad de hablar del presente a través del Hollywood dorado de los años 30, y es que como recuerda la actriz, “la política es cíclica y de repente vuelve. Parece diferente, pero es lo mismo. La política siempre va a ser sucia”, subraya y hace hincapié en que “tenemos que encontrar a la gente adecuada y mantener a l gente rica apartada del poder para mantener la democracia. La gente con mucho poder puede socavar la democracia, y eso es terrorífico, pero es así, y me encanta que una película ambientada en los años 30 esté relacionada con este tema, es muy útil”.