Existe esa frase hecha que se dice en los funerales cuando a alguien se le escapa la risa. Esa risa en el peor momento posible, cuando el luto y la tristeza sobrevuelan todo. Alguien parece justificar ese arrebato tan natural y dice eso de: “si no nos reímos, qué nos queda”. Hay algo catártico en la risa, en reírnos cuando todo nos sale mal. De hecho, ahí está Woody Allen para contarnos en Melinda y Melinda que, según cómo se mire, la misma historia puede ser una tragedia o una comedia.
2020 ha sido un año terrible. No hay discusión posible. El coronavirus lo ha manchado todo. Confinamiento, muerte, temor… un hecho histórico que nunca pensamos vivir, pero es que hubo mucho más. 2020 fue el año de la extrema derecha, del racismo, de los negacionistas, de las fake news, de los ofendiditos, de las elecciones de EEUU, de George Floyd… Pocas buenas noticias ha habido en estos 365 días. Hacer un resumen de lo ocurrido este último curso es sinónimo de depresión, así que la única forma posible de afrontarlo es con el humor.
Si este año nos ha marcado para siempre, sólo nos queda una solución: reírnos en su cara. Demostrarle que sabemos sacarle punta a todo lo que ha pasado. Eso es lo que han demostrado Charlie Brooker y Annabel Jones. Los creadores de Black Mirror dejaron claro hace unos meses que era imposible hacer una nueva entrega sobre su saga sobre futuros pesimistas, porque el presente y la realidad nos habían pasado por encima. Por el contrario, han cerrado este año con un especial de humor en Netflix que no podía llamarse de otra forma: A la mierda 2020 (Death to 2020).
Sólo el título ya es catártico, pero es que además, este mockumentary -un falso documental que da voz a expertos científicos, periodistas y sociólogos que tienen el rostro de Samuel L. Jackson o Hugh Grant entre otros- supone un repaso afilado y mordaz a los acontecimientos más importantes que han ocurrido. Sí, es irregular. No todas las bromas ni los personajes funcionan igual de bien, pero cuando clava el colmillo hace risa… y duele, porque parece imposible que todo eso haya pasado.
También deja un poso extraño, el de plantearnos cómo hemos llegado hasta aquí.
Peca de ombliguismo, porque para ellos sólo existe Reino Unido y EEUU, pero también deja unos cuantos dardos y personajes para el recuerdo, como ese ‘falso aliado’ capaz de declararse más negro que los negros; o la madre que se ha convertido en racista y negacionista por culpa de las fake news de Facebook. El repaso al Black Lives Matter es el más duro. La risa se hiela cuando Samuel L. Jackson dice que prefiere al coronavirus a la policía, porque al menos el virus no miente y dice que viene para ayudarte.
El repaso a las elecciones de EEUU -Trump y Biden quedan listos para sentencia-, vistas como un concurso de normas imposibles por una joven británica roza el surrealismo, y Hugh Grant como historiador machirulo demuestra que está en un momento de forma magistral para reírse de sí mismo. Pude que no sea redondo, que en ocasiones sea demasiado naif, pero es lo que necesitábamos, porque después de este año de mierda, si no nos reímos, qué vamos a hacer. Al menos nos quedaba Charlie Brooker, que ha entendido que esa catarsis era importante para entrar en 2021 con menos peso en nuestros hombros.