Netflix ha estrenado nueva película española. Se trata de Bajocero, el notable thriller de Lluis Quílez con Javier Gutiérrez y Karra Elejalde sobre un asalto a un furgón de presos en plena noche y con giros que dejarán sorprendidos a los espectadores. Una buena apuesta que tiene muchos mimbres para funcionar en época del algoritmo. La película iba a pasar por salas antes de su llegada a la plataforma, pero la situación de los cines con la pandemia ha hecho que muchos estrenos se saltaran la tradicional ventana de exhibición.
La llegada de Bajocero me ha hecho pensar en los estrenos de cine españoles que ha producido Netflix el año pasado. Bajocero no es realmente una película original para Netflix, pero sí lo han sido otros títulos como Hogar o El practicante. Tres thrillers como tres soles. Los tres cortados un poco por el mismo patrón, de hecho, dos de ellos tienen a Mario Casas como protagonista y otros dos a Javier Gutiérrez.
Miro, por otro lado, lo que ha producido Netflix fuera de España. En EEUU, y veo que la empresa dio un cheque en blanco a nombres como David Fincher o Charlie Kaufman para realizar obras que las productoras tradicionales no se atrevían a financiarles. A Fincher porque es tan perfeccionista que una obra que debía costar 20 millones puede que cueste el triple, y a Kaufman porque su Estoy pensando en dejarlo era una marcianada que muy pocos querrían invertir en ella. Pero ahí ha estado Netflix, dando libertad creativa absoluta a gente que llevaba muchos años sin dirigir.
No sé si es porque Netflix cree realmente en el cine o porque quiere prestigio y un Oscar. No me importa. Me remito a los hechos, y es que gracias a ellos hemos tenido varias de las obras maestras de los últimos años. El año pasado Martin Scorsese consiguió estrenar El irlandés, que llevaba años en un cajón y que nadie le producía. Por primera vez en mucho tiempo no tuvo que enfrentarse a la productora por el corte final. Su epopeya de mafiosos llegó con sus 210 minutos intactos. Qué gusto poder ver la película como la concibió su creador y no mutilada. ¿Os imagináis el peliculón que hubiera sido Gangs of Ney York si no hubieran metido la tijera? Nunca lo veremos.
Claro que también realizan filmes de puro entretenimiento, thrillers, comedias y películas de acción, pero siempre hay un hueco para un cine arriesgado y para dar ese espacio de libertad que cada vez es más difícil encontrar. Sin embargo, aquí no encuentro esa línea de producción en ningún sitio. Lo más arriesgado que produjeron era Fe de etarras, que sólo por su trama era lo suficientemente polémica para que las grandes cadenas pasaran de ella. El resto han sido todas en la misma línea de comedias y thrillers.
¿Por qué no se sigue la misma línea aquí? Anda que no hay directores interesantes para producir, para rescatar de un modelo industrial que les expulsó por ir contra las normas, por querer mantener el corte final o decidir sobre su obra. Netflix, por favor, produce su última película a Víctor Erice. Que no nos vayamos todos sin poder ver otra obra maestra de uno de los directores más importantes del cine español. Imaginad, Erice pudiendo realizar la versión de El embrujo de Shangai que estuvo a punto de rodar antes de que el productor Andrés Vicente Gómez pensara que no era financieramente segura. Desde 1992 no dirige un largo. Si en Francia restauran el Napoleón de Gance, que aquí nos concedan ese regalo cinéfilo.
Pero no sólo Erice. ¿Dónde está José Luis Guerín? Alguien que ha regalado a nuestro cine obras como Tren de sombras o En construcción y que hace seis años que no dirige. ¿Por qué no aprovechan y rescatan a esas dos pioneras como Josefina Molina o Cecilia Bartolomé? Se lo debemos, un país cuyo machismo las dejó sin una carrera. Si Netflix tiene un compromiso real con el cine como arte que lo demuestre también aquí.