La polémica de la semana pasada es por Sky Rojo. Creo que nadie ha podido escapar de ‘la conversación’, de ‘esa pregunta’ en la que parecía que había que mojarse sí o sí: ¿es la serie de Álex Pina machista? Había opiniones para todos los gustos y argumentos de todo pelaje. Algunos delirantes como que una serie protagonizada por mujeres no podía ser machista -no comments-, otros más trabajados, y mucha pelea virtual.
Mi opinión sobre el asunto la dejé clara en mi crítica sobre Sky Rojo. Tan importante como lo que se cuenta es el modo en que se hace. La cámara puede ser machista, y un plano puede serlo. El problema es pensar que el entretenimiento siempre es blanco y que las decisiones visuales no son sólo estéticas, sino también éticas y, por tanto, políticas.
En todo este debate hay un argumento que se ha repetido y que sí que me ha tocado un poco la moral. Varias personas opinaban que, quizás, los creadores de la serie debían haber trabajado más su relación con la prensa… Un momento. ¿Estamos queriendo decir que si los creadores de las series son simpáticos las críticas serían más positivas?, ¿que depende de lo majo que sea el director seremos más benevolentes?
Esto, además de dar una visión muy negativa de la prensa, creo que es absolutamente falso. Primero, no creo que Álex Pina sea una persona que no haya trabajado a la prensa, sino alguien más que correcto que siempre está para un reportaje o aportar su visión sobre el momento de la ficción actual. Lo que me preocupa es lo que podemos empezar a deducir de una afirmación así y lo que le decimos a los creadores: sed enrollados que entonces os tratarán mejor. No. La prueba que refuta este argumento se llama Rodrigo Sorogoyen.
El director de Antidisturbios no es la persona más maja del mundo con la prensa -y estoy seguro que no le molesta nada que le ponga como ejemplo, porque está de vuelta de todo esto-. Más de una vez ha dicho en entrevistas que es consciente de que no cae del todo bien a los periodistas. Y si ves Twitter te das cuenta de que hay mucha gente que le tiene ganas. Resultado: Antidisturbios ha ganado el premio a la Mejor serie del año en los Forqué, los Feroz, los premios Alma y hasta los premios de la escalera de mi edificio. ¿Por qué? Porque es la mejor. Porque tiene un talento que está por encima de cuestiones personales.
Hay otro tema que creo que pone de relevancia ese argumento, y es que hemos asumido como normal y lógico que las personas que hacen entrevistas luego hagan críticas. Esto es una tónica en todos los medios -aquí el primer culpable- que no debería ser lo normal, o debería serlo en un mundo utópico y maravilloso en el que una crítica negativa no suponga encontrarse una cara de perro en la próxima entrevista o arriesgarte a que no te la den. La separación entre crítica e informadores debería ser la norma, no la excepción. El crítico como burbuja de opinión ajena a cualquier presión económica o editorial. Sí, ya sé que esto parece escrito por Aaron Sorkin, pero eso es lo que debería ocurrir.
Si damos por hecho que los majos obtendrán buenas críticas. Que los bordes serán atacados. Si asumimos como normal que lo personal entre en lo profesional -y sé que es difícil que las filias y fobias no influyan en una opinión-, no mejoraremos nuestra profesión. Yo lo tengo claro: no quiero creadores simpáticos, quiero creadores buenos. Dame diez Antidisturbios y quedaros con una serie mala dirigida por alguien con quien te quisieras ir de cañas, y aquí que cada uno ponga el título de la que quiera, que a la pobre Sky Rojo ya le han dado hasta en el carnet de identidad y tampoco es justo ensañarse con una ficción que creo que ha pecado más por desconocimiento que por voluntad propia.